Una economía de las caricias para la ciudad / por Rodolfo García Martínez

“Las caricias son tan necesarias para la vida humana, como lo son otras necesidades biológicas básicas como el alimento, el agua y el refugio; necesidades que si no se satisfacen conducirán a la muerte”[1] afirma Claude Steiner, colega y discípulo de Eric Berner, creador de la teoría del análisis transaccional. 

La propuesta de Steiner consiste en que entre las necesidades básicas, un pensamiento común en psicología donde podemos citar por ejemplo la pirámide de Maslow, se encuentran las caricias y que esta idea no ha sido lo suficientemente enfatizada como debería. 

Por caricias no entiende el autor solamente el roce de piel con piel; caricias son también la palabra, el gesto, el afecto, la ternura, la amabilidad y todos esos signos que brotan de nuestro ser social y favorecen el amor, el desarrollo integral y el cuidado de la persona. 

Lo interesante de esta teoría es que, desde la perspectiva de Steiner, sin caricias podemos morir; y tenemos tanta necesidad de ellas que cuando nos faltan estamos dispuestos a recibir “caricias negativas” antes que aceptar la ausencia total de ellas; ese sería el momento en el que nacen relaciones tóxicas (no personas tóxicas) que nos mueven a preferir el maltrato, el dolor o aceptación de humillación con tal de recibir atención, o también llevan a la persona a mostrar rebeldía o agresión con tal que los demás estén para ella o marquen límites. 

De hecho, desde su mirada, “la mayoría de los seres humanos viven en un estado de déficit de caricias; es decir, una situación en la que sobreviven con una dieta de caricias que no es la ideal”, cosa que ilustra con el ejemplo de una persona alcohólica que según su relato, recaía en su propio vicio para visitar la clínica para alcohólicos donde recibía una dosis de caricias en el saludo de la recepcionista, la administración de medicina del enfermero y en el médico que renovaba su receta. Recibía tan pocas caricias en su vida cotidiana que un día ya no pudo volver y, hambriento de caricias, murió en su cuarto. Para nuestra sorpresa también en el mundo del afecto “los ricos se vuelven más ricos y los pobres se vuelven más pobres, mientras que la mayoría tiene que luchar diariamente para llegar a fin de mes”. 

Caricias urbanas en los bajos de la Av. Gonzalitos, en Monterrey. Foto: II

Ahora bien, pasando de la reflexión del ser humano a la reflexión sobre la ciudad que nos une en este espacio, quiero plantear la posibilidad de pensar una economía de caricias para nuestra ciudad; esto siguiendo el principio sociológico que Berger llama “paradoja de la existencia social”[2], es decir que “la sociedad nos define, pero es definida a su vez por nosotros”. Considero que del modo en que una caricia da vida o su ausencia define el bienestar integral de un ser humano, del mismo modo acciones individuales, de orden comunitario o político pueden dar vida o muerte a la ciudad. 

Si la paz[3] social es a la ciudad lo que la salud al ser humano, entonces una caricia para la ciudad es el trabajo de quien, conociendo la vulnerabilidad de las infancias en temas de abusos, migraciones u otros contextos capacita personas e insitituciones en su protección; una caricia a la ciudad la dan los amigos que se solidarizaron con una doctora que ante la falta de medicamentos en su institución, acariciando también la ciudad, los organizó para comprarlos y atenuar el sufrimiento de muchos enfermos; una caricia a la ciudad la dan los maestros de música que van al barrio alejado para promover la organización comunitaria y la felicidad de esos niños; caricias son también la participación, el cuidado ambiental, el consumo local y ético, las pequeñas decisiones de movilidad ecológica o la promoción de los derechos de todos, las actitudes inclusivas o acoger a los migrantes; una caricia a la ciudad también es el impulso al debate y la crítica alrededor de la violencia en el país que puede ofrecer un colectivo de académicxs. Hay muchas posibilidades. 

Protestas y reclamos en la ciudad. Foto: II

¿La destrucción de monumentos que tanto interesa a algunos sectores no es acaso una caricia negativa que reclama el modo en el que se ha venido maltratando desde muchos puntos de vista la dignidad de la mujer? ¿Las lonas colgadas en los puentes con la inscripción ¿Dónde están? no es acaso una caricia “negativa” a la ciudad que pide atención a los reclamos de las mamás de los desaparecidos? ¿No son acaso caricias negativas todas las marchas por diversas causas que tanto molestan a los conductores? ¿No nos duele acaso ver las filas de trabajadores y estudiantes que se dirigen a sus actividades cotidianas en las madrugadas para el transporte público? ¿No es una llamada de atención ver a tantas personas en los cruceros, la poca participación en actividades políticas, el desgastante tráfico o la gentrificación de tantos barrios en el centro? ¿No son una caricia negativa las estadísticas sobre la alza de suicidios, ansiedad o depresión? ¿No son todas ellas caricias negativas que de fondo no hacen más que exigir amor activo por la ciudad?

A esta ciudad le faltan caricias, esos gestos individuales y comunitarios que pueden construir el bienestar y la paz que queremos; son gestos de cuidado por lo común, de participación y organización para el bien de todos; esos gestos tienen también muchas expresiones y son tan necesarios como el trabajo para comer y el techo (que no todos tienen) para vivir. Rescato finalmente de la teoría de la economía de las caricias que para lograr ese bienestar necesitamos de los demás, nos necesitamos juntos para lograr ese otro mundo posible, esa otra ciudad posible.  

18 de abril de 2023

padrerodo@gmail.com

 

[1] Steiner, C. “The Stroke economy”, TAJ, 1(3),  1971: 9-15. 

[2] Berger, Peter. “Invitation to sociology: a humanistic perspective”.  Limusa, 2016: 182.

[3] Hablo aquí de paz positiva. La paz negativa se define como la ausencia de guerra, mientras que la paz positiva se refiere a la presencia en una sociedad de todas las condiciones necesarias para el desarrollo integral de cada miembro de una sociedad y se caracteriza por la cooperación, la igualdad, equidad, cultura de paz y diálogo (Galtung 2012:52).  

Imagen de portada: foto de Claroscuro. Obtenida de Excelsior

8 Comentarios

  1. Confrontante reflexión…

    Primero, me invita a un «examen de conciencia».

    1. ¿En qué punto estoy respecto a mis necesidades básicas de caricias recibidas y dadas? ¿positivas o negativas?

    2. ¿Qué tan sensible estoy ante la injusticia, violencia, maltrato cotidiano que doy y que recibo?

    3. La empatía ¿es posible en una sociedad en la que vivo y de la que soy parte?

    Después, ¿qué sigue después de mi examen de conciencia?

    Sigo rumiando…

    Gracias

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    1. Gracias de la respuesta y del examen que es al mismo tiempo personal y comunitario… Que le siga una vida mejor, en lo personal y en el compromiso comunitario para el que nos reunimos en este blog…

      saludos.

      Rodo G

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  2. Maravillosa reflexión Rodolfo. Desgraciadamente Monterrey es una ciudad muy lastimada. Lo vemos todos los días en las calles, en la gente, en todos los que habitamos en esta ciudad. Nos hace falta quererla. El maltrato es evidente -las caricias negativas- y desgraciadamente si no hacemos un cambio, como lo propone Rodolfo, la ciudad va a morir y nosotros con ella. Ya está pasando.

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    1. Gracias de tu comentario, Alberto.
      Vivimos en un sistema en el que es fácil salir lastimados (a veces sin darnos cuenta); aunque todos los días vemos signos de estas heridas, hay también signos de esperanza; uno es reflexionar juntos, desde esta reflexión que proponemos en Academicxs: una reflexión que nos mueva a nuevas prácticas.
      Rodo G

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