
¡Y la culpa sí era suya!, así parecía suponer María Julia Lafuente en la cara del mismísimo papá de Debanhi, en una entrevista realizada el pasado 26 de abril.[1] La mujer (me niego a llamarla periodista), con su cara totalmente maquillada, su cabello peinado y pintado de castaño, su collar con una piedra en forma de corazón que hacía juego con su vestido de puntos rojos, y su caracterización de todos los días (la de una señora amable, espontánea, mortificada, esperanzada, resignada, platicadora, norteña y clasemediera tipo Villa las Fuentes o Villa Mitras –una señora normal, pues) tomó la postura que precisamente es criticada por la canción que se ha convertido en uno de los himnos del movimiento feminista al cual la tal señora se ha visto obligada a consentir en algunas de sus variantes, más por compromiso (que ya es ganancia) que por convicción: ¡Y la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía!

Mariajulia, así, junto y sin acento, como si de una institución o un personaje se tratara: Ims, Cefeé, Deefe, Edomex, Iste, Miquimaus, Cruzazul, Nuevoleón, Lopezobrador, Peñanieto, Arquibenavides, aludió con sus preguntas a “la vida que llevaba Debanhi”; a sus hábitos de consumo: “traía un celular de alta gama, me dicen”; y de uso del tiempo libre: “¡se pasaron de una fiesta a otra!”; a las amistades que frecuentaba: “¿sabía usted con quién hablaba?”; al cuidado o no que tenía su padre (adoptivo, por si hiciera falta apuntarlo): “¿sabía a qué fiesta iba? ¿a partir de qué hora comenzó usted a inquietarse porque no regresaba de la fiesta? ¿Platicaba con ella?”; y a la rebeldía de la joven que aún y cuando sus padres no se lo recomendaron, se fue a una fiesta por la noche. En fin, que la culpa sí era suya, de dónde estaba, de a qué horas estaba, de con quién estaba y de qué hacía (y lo bueno que Debanhi aquella fatal noche no vestía minifalda porque entonces sí completábamos el cuadro). A la postura de Mariajulia se suma la del fiscal general de Nuevo León, Gustavo Adolfo Guerrero Gutiérrez, que por si fuera poco es hombre, y quien en varias ocasiones ha aludido a “la comunicación entre padres e hijos”, a la “rebeldía de los jóvenes”, a las “decisiones voluntarias” y, en resumen, a las conductas desviadas de los individuos desviados a los que les pasan cosas desviadas.
La premisa de Mariajulia y el fiscal es que la culpa no es del Estado, no es del gobierno; y la conclusión de ambos personajes es que la culpa es de Debanhi y de sus papás también (particularmente de su papá por ser el que está apareciendo públicamente, aunque en aquella entrevista Mariajulia y sus colegas no desaprovechan la oportunidad de, sin consentimiento, tomar con las cámaras a la afligida madre y preguntar “¿por qué ella no habla?”).

Estoy en desacuerdo tanto con la premisa como con la conclusión, sobre todo porque como científico social me toca pensar en términos de sistemas y estructuras, algo fuera del esquema mental de los personajes aludidos (algo preocupante si consideramos las posiciones de poder que ostentan). Y como científico social me toca también preguntarme por qué Mariajulia y el fiscal dicen lo que dicen. Aquí unas posibles respuestas que no se excluyen mutuamente.
Es posible que Mariajulia y el fiscal, responsable de la investigación del caso Debanhi, crean e incluso sientan que Debanhi, su papá, y nadie más, tienen la culpa. Esto se puede entender. No podemos obligar a nadie ni a pensar más allá de sus narices; ni a de pronto cambiar la manera en que han interpretado la vida a lo largo de toda su vida y tal y como vieron que lo hicieron sus papás y los papás de sus papás y medio mundo a su alrededor; ni a pensar en términos de hechos sociales al más puro estilo durkheimiano (por más y que eso sea materia de la sesión 1 del curso 1 de introducción a la sociología del semestre 1 de la universidad más 1 del planeta). Pero justamente por eso, la pregunta sobre por qué dicen lo que dicen no se puede remitir a Mariajulia y el fiscal como individuos. Hacerlo sería repetir la misma formulación lógica que Mariajulia y el fiscal toman para sacar sus conclusiones, y por tanto los estaríamos también culpando a ellos mismos, y a sus padres, de pensar lo que piensan, de decir lo que dicen y de hacer lo que hacen. Salvado lo anterior y ya puestos en un plano pretendidamente más serio, podemos desarrollar dos vertientes.

Vertiente 1. Hay que ubicar a Mariajulia y al fiscal en las posiciones de poder que ambos tienen. Ella es empleada de Multimedios, una empresa con un enorme poder económico y disciplinar (normalizar la conducta de la gente); él, para tener su puesto, fue aprobado por un ente igualmente poderoso: el Consejo Nuevo León (autodenominado “la sociedad civil de Nuevo León”).[2] Tanto la empresa como el Consejo han demostrado ser ampliamente poderosos, al grado de que el actual gobierno de Nuevo León lo es, primero, por haber sido aprobado y apoyado por tales entes, y luego (muy luego), por el voto de ciudadanos que prefieren, aceptan, creen en los mensajes, las imágenes, el discurso y, para usar una palabra pasada de moda pero muy vigente, la ideología, aprobada y difundida por tales entes. La vertiente 1 nos permite explicar por qué Mariajulia revictimiza apresuradamente a Debanhi y su papá; y por qué el fiscal, cuando presenta evidencias, parece estar haciendo una investigación para demostrar que la culpa no es del gobierno, sino de Debanhi.
Vertiente 2. Aunque menos política y más sociológica, no es excluyente de la anterior vertiente, y más bien ayuda a cerrar el círculo porque, aceptando sin conceder que Debanhi aquella noche de fiesta ingirió drogas (con su consentimiento o no, aunque eso no importa ¿verdad, Mariajulia?) o abusó del alcohol; aceptando sin conceder que la chica tenía “malas amistades”, tenía «padres irresponsables» y, en fin, que tenía conductas desviadas que la llevaron a consecuencias desviadas, uno debería seguirse preguntando por qué, pero por qué en términos ya no de los individuos sino de la sociedad.
Es decir, Mariajulia y el fiscal deberían preguntarse ¿Por qué las jóvenes de 18 años quieren ir a fiestas por la noche? ¿Por qué no deberían tener ese deseo y más aún por qué no habrían de realizarlo? ¿Por qué en las fiestas hay alcohol y otras drogas lícitas e ilícitas? ¿Cómo es que esas drogas y ese alcohol llegan hasta esas fiestas (¿las palabras Oxxo o Femsa les dicen algo?)? ¿por qué una chica no puede estar sola en cualquier calle, camino o carretera a casi cualquier hora en esta ciudad? ¿Por qué un taxista con miedo intentaría desesperadamente deshacerse de una pasajera fuera de sí con tal de no ser inculpado por algo que no hizo (¿el rampante abuso de autoridad y la consecuente desconfianza en los cuerpos policiacos les dice algo?)? ¿Por qué un papá tiene que conocer a todos y cada uno de los contactos que su hija de 18 tiene en su celular? En otras palabras deberían preguntarse: ¿cuál es la situación social que nos lleva a todo eso y qué es lo que la reproduce?

Pero no, Mariajulia y el fiscal, esos dos personajes representantes de los poderes, por conveniencia política y económica, por limitación de miras o por todo lo anterior, no dan el paso y prefieren no hacer estas preguntas las cuales se derivan inmediatamente, y aplicando la más básica lógica, de la premisa que proponen (y por cierto, y sólo para ayudar a responder aquellas preguntas), qué casualidad que las empresas cerveceras patrocinan a los medios de comunicación y hasta integran, vía la “responsabilidad social” y la complicidad de clase e ideológica, a la así autodenominada “sociedad civil”; qué paradójico que el trato de la mujer como un cuerpo usable y desechable es difundido ampliamente por el medio de comunicación en el que trabaja Mariajulia -¿el nombre Ernesto Chavana les dice algo?;[3] y ni qué decir del contubernio entre Multimedios, el Consejo Nuevo León y el actual gobierno al grado tal que uno ya no sabe quién sirve a quién –o ¿será que todos son una sola cosa?; y qué pensar de la permanencia en el actual gobierno nada más y nada menos que del García Luna de Nuevo León, Aldo Fasci. No sé, piénsenlo…
3 de mayo de 2022
** Portada: Mural recientemente pintado en Tijuana por artistas locales. El mural incluye la frase: “Feliz será el día que no falte ninguna”. Foto tomada de Excélsior
[1] Telediario Monterrey: https://www.facebook.com/watch/?v=1518552235213151
[2] Sobre esto véase la opinión editorial de Viri Ríos: «Samuel García, el impotente»
[3] Ver: https://www.multimedios.com/television/chavana-promete-que-regresaran-las-noches-del-futbol-en-su-concepto-original
Muy acertada visión sobre la violencia estructural que permea el caso. Por desgracia esa misma violencia es ejercida desde la institución que representa el escritor de este artículo. La misma estructura funesta: revictimización y violencia estructural se gesta en CIESAS Noreste. Y tan pobre es la libertad de expresión que es probable este comentario no salga a la luz. Además la nota es igual de amarillista adueñándose del caso más famoso de desalación del Noreste para dar difusión a literatura tan pobre y vacía en mi opinión.
Me gustaMe gusta
Perla, gracias por tu lectura, aquí está publicado tu comentario.
Me gustaMe gusta