Conozco a unas mujeres admirables quienes, día a día, afrontan el reto de ponerse de pie. Las admiro y quiero, pero eso sí que no envidio el destino que las colocó en la situación de buscar en lo más hondo de su ser la fuerzas para seguir adelante y salir a la calle a luchar.
Ellas forman parte de la Agrupación de Mujeres Organizadas por los Ejecutados, Secuestrados y Desaparecidos de Nuevo León, mejor conocidas como AMORES. Están buscando desde hace años, otras desde hace algunos meses, a un hijo, una hija, a veces el marido y el hijo, otras veces a dos hijos, luego de que fueron desaparecidos. El dolor suyo es inmenso, pero el amor por sus seres queridos desaparecidos es su motor en la lucha que libran por encontrar dónde están.

Las conozco desde hace años, pues las he acompañado en distintas manifestaciones y eventos, pero han sido en los meses pasados cuando más he convivido con ellas. Y aprendí mucho a su lado. Esta semana, conversé con algunas de ellas, madres todas, quienes quedaron a cargo de sus hijos o de sus nietos a raíz de la desaparición. De un día al otro, unas abuelas se vieron obligadas a ser madres de nuevo, sin previo aviso, mientras amas de casa tuvieron que salir a trabajar para proveer las necesidades materiales de sus hijos, en ausencia del padre. ¡Cuánta culpa se siente! cuando se es madre y no se puede estar tan cerca de los hijos como quisiera, por tener que salir para traer el pan de cada día. Más bien yo las veo y digo ¡cuán grandes son estas mujeres! que son madre y padre a la vez, y estas abuelas quienes, además de criar a los nietos, también atienden a la madre enferma, o la hija minusválida. Hasta 8 personas, sí señor, cuida una de ellas. ¿Y de dónde sacan la fuerza?
Sentadas en la mesa, dos abuelas coinciden en que sus nietos son los que les dan el impulso, la fuerza, el ímpetu para ponerse de pie. Porque, si bien son víctimas, están de pie. Son las primeras en resarcir el mal que otros hicieron al arrancarles su familiar: siguen amando. Parte de la fuerza la encuentran en su encuentro semanal, en las instalaciones de CADHAC, organización de derechos humanos que las ha asesorado en materia jurídica y las acompaña desde un enfoque psicosocial desde hace ahora 10 años.

Cada miércoles, se reúnen en sus instalaciones para hablar en torno de sus actividades, sea para impulsar proyectos, leyes, acciones de sensibilización, o para organizarse para visitar a las compañeras enfermas, porque la salud de muchas se ha resentido y de muy diversas formas. Esperan el miércoles con ansias pues es su día, y para muchas el único momento para sí, un tiempo para apapacharse unas a otras. Se dicen hermanas de dolor, pues ellas forman una familia que canta al iniciar su reunión, pide por la salud de las enfermas y agradece por la vida cuando se termina. ¿Lo que más les gusta? Los abrazos que se dan las unas a las otras al final de cada reunión.
Estas mujeres, cuidadoras de tantas otras personas, encuentran ahí un espacio de autocuidado donde se renuevan, reconfortan, aprenden acerca de leyes, y nos enseñan a quienes nos acercamos a convivir. A mí, me enseñan la gratitud por vivir, y ¡vaya que no siempre es fácil sentirse agradecida cuando la vida nos pone ante retos! Me enseñan la importancia de ser paciente, el valor de la unión más allá de las diferencias de punto de vista, y la impronta de mirar hacia delante para caminar y seguir estando de pie. Esto se llama dignidad.

Amigas de AMORES, las quiero y admiro, y confío en que se hará la luz. Agradezco por su labor, porque su lucha por la verdad y la justicia nos beneficia a todos.
11 de febrero de 2019
**Fotografías, cortesía de CADHAC.
Gracias Severíne, por acompañarnos en nuestro caminar en busca de justicia y verdad sobre nuestros familiares desaparecidos
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Gracias a ti, querida Vicky, por ser ejemplo de lucha y amiga. Su lucha trasciende más allá de sus casos particulares y están construyendo justicia para el bien de todos.
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