El pasado día cinco de este mes, la Red por los Derechos de la Infancia daba a conocer hechos dolorosos y cifras que al parecer, sólo a los familiares de las víctimas conmueven. Comunicaba esta red de organizaciones que en México, de acuerdo a sus datos de 2007 a 2017 cerca de trece mil niños de menos 12 meses y hasta de 17 años han sido asesinados. Trece mil… sólo releer la cifra el calosfrío y la indignación estremecen. De estos crímenes un número sin especificar es resultado de la llamada guerra contra el narco.
Mientras, la indolencia e indiferencia continua invadiendo las instancias de los gobiernos municipal, estatal y federal, encargadas -se supone- de atender y resolver estos hechos criminales. Los familiares de las víctimas, aparte de cargar con el sufrimiento y la impotencia y ante la indiferencia de las autoridades deciden por su cuenta salir en búsqueda de justicia, ellos mismos van investigando e integrando evidencias, armando y ampliando sus propias carpetas de averiguación.
En este contexto de violencia calificada por los voceros oficiales “de baja intensidad”, Juan Alberto Cedillo nos presenta su libro Las Guerras Ocultas del Narco. Una radiografía de los cárteles que desde hace más de una década operan principalmente en la región noreste y son activos protagonistas de la narcoguerra.
Expone Cedillo que uno de sus propósitos es desmontar los mitos del surgimiento de uno de los cárteles más activos en el tráfico de cocaína y de mayor violencia en los últimos años identificado como los de la última letra.
Aparte de los arriba dicho el autor destaca como propósito fundamental de su obra describir un fenómeno social que surge en 2011 al ocurrir el quiebre y ruptura del cártel de los Zetas, y que Washington registra y da seguimiento calificando los resultados de este hecho, como el surgimiento de la narcoinsurgencia, desdeñado este análisis por el gobierno mexicano de igual manera que antes desatendió la teoría del “Estado fallido”.
Cedillo ejerce en esta obra la combinación de su talento como historiador y periodista. Para describirnos las guerras ocultas del narco revisa fuentes documentales disponibles en los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional, partes diplomáticas de Estados Unidos enviadas de México a Washington, y horas y horas de declaraciones rendidas en cortes de ciudades texanas por los protagonistas de esta masacre que ha oscurecido más de una década a nuestro país.
A la información de fuentes documentales Juan Cedillo agrega su trabajo periodístico, que lo ha llevado a recorrer los escenarios de los enfrentamientos más violentos en pueblos y ciudades de la región noreste: Allende, Progreso, Sabinas, Piedras Negras, Nava y Morelos en Coahuila. Nuevo Laredo, Ciudad Mier, Miguel Alemán, Camargo, Reynosa, Matamoros, Ciudad Victoria y Tampico en Tamaulipas. Más pueblos y ciudades de Nuevo León, Veracruz y Zacatecas.
De todo este recorrido por más de diez años el autor va recogiendo pedacitos –dice- de esa cruenta realidad, para mostrarnos segmentos de la más brutal expresión de maldad y violencia que atestiguó, confesándose incapaz para poder describir algunas escenas.
Cuando leí este párrafo de Cedillo recordé, en sentido opuesto, aquel pasaje de la revolución mexicana que B. Traven describe estando en Torreón en 1915, cuando intentaba ser corresponsal extranjero de prensa, su editor le pide: Mándeme reportaje sangriento, bien jugoso, al rojo vivo y si es posible referente a algún episodio en que el mata siete Pancho Villa tenga el papel principal.
Comparadas las descripciones violentas del período revolucionario con la bestialidad de los hechos registrados en la guerra contra el narco, ni el relato que Traven manda a su editor titulado Aperitivo Insólito para el General Villa, ni la narrativa que Felipe Ángeles hace sobre la toma de Zacatecas en Plomo y Acero sobre la Bufa, transmiten la repugnancia y el horror que producen las imágenes grabadas por los mismos sicarios, de un camión lleno de torsos humanos bajados con azadones y abandonados en la entrada a Cadereyta Jiménez. A este hecho abominable, Cedillo suma la preparación detallada que los asesinos realizaron en las masacres de San Fernando, Tamaulipas y de Allende, Coahuila.
En referencia a las fuentes oficiales utilizadas para escribir Las Guerras Ocultas del Narco, el autor no deja de calificarlas y al respecto dice: los documentos oficiales o las versiones de las autoridades están viciadas por su complicidad con un cartel o por su parcialidad para golpear al grupo rival al que protegen. De igual manera en referencia a los testimonios rendidos por los integrantes de varios grupos criminales en las cortes texanas y en los cuales de manera detallada dan cuenta del trasiego de droga y crímenes cometidos Cedillo advierte: los terribles hechos que aquí se narran están basados en sus testimonios. Sin interpretarlos o juzgarlos, los describo tal y como los confesaron.
El libro de Juan Alberto Cedillo, Las Guerras Ocultas del Narco, reafirma lo que en distintos momentos hemos expresado cientos de ciudadanos a través de múltiples organizaciones no gubernamentales: Que los servicios de inteligencia del Estado mexicano no fueron capaces de prever, atacar o entender un fenómeno que inició en Nuevo Laredo en el 2004. Instituciones como el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), la sección segunda de la Secretaría de la Defensa Nacional, o el apartado de Gobernación sólo han mostrado capacidad cuando se trata de espionaje político para sostener a un determinado grupo en el poder. Pero nunca para enfrentar una amenaza a la seguridad nacional. Prueba irrefutable de su ineficacia es lo que ocurrió en Ayotzinapa, Allende o San Fernando.
De la literatura que sobre este tema recientemente circula, sin lugar a dudas éste, de nuestro paisano y colega Juan Cedillo, será referente para entender en estos días el narcotráfico.
12 de noviembre de 2018
Juna Alberto Cedillo. Las Guerras Ocultas del Narco. Penguin Random House Grupo Editorial. Julio de 2018. 207 pp.