Regresando del Congreso de la Asociación Mexicana de Estudios del Trabajo (AMET) que tuvo lugar en Hermosillo en días pasados, vengo con preguntas sobre el futuro del trabajo, del empleo.
La cuestión del trabajo se está centrando sobre su futuro, sobre su permanencia, sobre su propia existencia. ¿Habrá empleos en las próximas décadas?, y ¿qué tipo de empleos? ¿Los robots ocuparán el lugar de los trabajadores? La automatización conjugada a la inteligencia artificial permite el desarrollo de Robots siempre más poderosos y autónomos. Las impresoras 3D y el internet de las cosas (Internet of things), que permiten conectar entre sí cosas más que personas, conllevan el desarrollo de cadenas de producción sin intervención alguna del ser humano. Un ejemplo podría ser el caso de las impresiones de álbumes de fotografías que uno realiza en su propia computadora y manda una orden recibida por otra computadora que a su vez manda la orden de realización a una máquina. En cuanto a la entrega final, bien podría hacerse con un dron.
Este conjunto de cambios se les denomina Revolución 4.0 o cuarta Revolución Industrial. Al igual que las revoluciones anteriores provoca miedos y esperanzas frente a la reorganización de la producción y del capital que desatan. En 1930, Keynes mencionaba a raíz de los cambios tecnológicos provocados por la segunda revolución industrial: “Estamos sufriendo una nueva enfermedad de la que algunos lectores pueden no haber escuchado el nombre, pero de lo que escucharán mucho en los próximos años, a saber, del desempleo tecnológico”.[1]

¿De qué está hecha esa nueva revolución?
Unas de las grandes novedades de esta tecnología, es la puesta en competencia no sólo física del hombre frente a la máquina sino de la competencia cognitiva, es decir, la capacidad artificial de tomar decisiones sin intervención humana directa. ¿Será eso un progreso? ¿Representará avances para la humanidad? ¿Liberará el hombre del trabajo?
En el Foro Económico Mundial del 2016 se han difundido proyecciones de pérdidas estratosféricas de puestos de trabajos para los próximos 20 años, anunciando, por ejemplo, la desaparición de 47% de los empleos industriales en Estados Unidos. Por su lado, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha hecho del Futuro del Trabajo su principal preocupación para pensar las implicaciones sociales de los cambios estructurales en curso.
¿Qué nos reserva esta última revolución? ¿Qué hay de nuevo?
Las revoluciones anteriores fueron acompañadas de un sentimiento de liberación, de progreso en términos de condiciones de vida. La automatización de la tercera Revolución Industrial prometió liberar el hombre de las tareas repetitivas al igual que las máquinas de la segunda Revolución liberaron el hombre de la carga física. La Revolución 4.0 anuncia desplazar el hombre del proceso de producción. ¿Qué escenario se está perfilando con esta producción conectada, autónoma que sólo necesitaría una intervención mínima del hombre?
Frente a un futuro que anuncia cambios tan drásticos y tan rápidos las preguntas son numerosas. En efecto los cambios anunciados vienen a romper los paradigmas de la organización social actual, en la cual el trabajo ocupa un lugar central porque sostiene el sistema capitalista. En un escenario dónde desaparece el trabajo, quienes serán los compradores? La cuestión es entonces la de saber cómo se distribuirán las ganancias de la plusvalía producida por los robots para garantizar que aún haya compradores.

Existen dos opciones defendidas por los economistas:
- La de un impuesto a los Robots para acompañar la transición de un modelo a otro, para frenar el desarrollo tecnológico dentro de límites aceptables para la sociedad actual.
- El desarrollo de una renta básica universal o renta ciudadana repartiendo a cada persona una parte de los dividendos generados por la economía.
En cualquiera de estas opciones lo que implica es una gestión desde los gobiernos de esta transición, el mercado no puede ni debe estar solo frente a estos cambios estructurales tan profundos. Como lo menciona Lord Skidelsky, profesor de la Universidad de Warwick: “no podemos parar la innovación tecnológica, pero sí podemos gestionarla colectivamente. La tecnología es quizás endógena a nuestras sociedades pero podemos controlar colectivamente su aplicación”.[2]
Así que lo que está a debate con la anunciada, una vez más, desaparición del trabajo, es la cuestión de la organización de nuestra sociedad, de la repartición de la riqueza social, de la repartición del trabajo, de la repartición del tiempo entre trabajo y ocio. Así que a pesar de los tristes augurios quizás podrá nacer de esta nueva Revolución tecnológica una sociedad más justa, siempre y cuando los asalariados y los ciudadanos en general, recuperen su capacidad organizativa como factor de contrapeso frente al capital en su era robótica.
16 de octubre de 2017
[1] M. Keynes, Economic Possibilities for our Grandchildren in Essays in Persuasion (New York: Harcourt Brace, 1932), 358-373.
[2] Skidelsky El futuro del trabajo que queremos: un diálogo global, OIT.