Del Contrabando al Narcotráfico / por Meynardo Vázquez Esquivel

Regresamos… por un mejor año 2023 para la justicia social y los derechos humanos

Para Fernando del Moral

El contrabando o tráfico ilegal de mercancías entre México y Estados Unidos –el que evade leyes fiscales y aduanas al importar o exportar furtivamente artículos prohibidos sujetos a gravamen fiscal–, aunque hoy parezca extraño, inicia de norte a sur, es decir,  del vecino del norte hacia nuestro país. Y se registra desde que los EU toman posesión de la Louisiana en 1803, enseguida las mercaderías europeas y norteamericanas se acumularán en los puertos del nuevo territorio de los Estados Unidos y de allí arriban entre otros lugares al puerto de  Matamoros.

Por su ubicación, esta expansión americana alentará a los comerciantes del norte de México a burlar el monopolio que desde el puerto de Veracruz ejercen los todopoderosos mercaderes capitalinos, quienes por siglos dirigen y centralizan todas las funciones mercantiles, manejo y control de la aduana.

En 1835, el cabildo de Monterrey acuerda resoluciones con el fin de contener el comercio ilícito de tabaco extranjero. Sin embargo, el gobierno estatal  se ve forzado a contravenir las disposiciones del ayuntamiento  y autoriza el libre comercio de efectos extranjeros en Nuevo León, enfatizando que será solo “mientras dure la guerra de Texas.”[1]

Concluida la guerra de Texas y su separación de nuestro país, seguirá la voraz intervención militar de los Estados Unidos en México, terminando en 1848 con el despojo de más de la mitad de nuestro territorio nacional. Diez años después de estos acontecimientos que obligaron a recorrer desmesuradamente la frontera norte hacia el sur, el gobierno de México crea en el noreste mexicano la zona libre; ésta  será una extensión de 40 kilómetros a lo ancho de la frontera de Tamaulipas, área en la cual se autorizó la importación de mercancías extranjeras sin que pagaran derechos aduanales. La medida contribuyó a aproximar las mercancías y distribuirlas ilegalmente.[2] 

Imagen tomada de internet.

Con la creación de la zona libre, el descontrol, desorden y corrupción en la aduana del puerto de Matamoros hicieron florecer el contrabando en la región, muchas fortunas del noreste y particularmente de Monterrey se beneficiaron o crecieron gracias al contrabando, algunos de los nombres más notables de la sociedad regiomontana eran públicamente relacionados con esa actividad.[3] 

Quien ponía el grito en el cielo era la confederación mercantil de la ciudad de México, que atribuía a la existencia de la zona libre el fomento del contrabando y juzgaba que éste no acabaría mientras continuara vigente dicha  zona. Para los socios de la Cámara de Comercio de Monterrey, la anterior opinión respondía al propósito de defender solo los intereses del comercio de la capital y del puerto de Veracruz, inmolando a los comerciantes del resto del país.

“El contrabando –decían los miembros de la Cámara de Comercio de Monterrey– lo hace el comercio de la capital desde tiempos atrás (ignoramos si también del presente), anticipando dinero al gobierno y recibiendo órdenes de pago por el doble de lo prestado. (…) El Contrabando existirá  mientras exista una línea divisoria, fácil de atravesar, en cuyo lado derecho los efectos de primera necesidad tengan mayor precio que en el otro lado; la tentación del contrabando aumentará”.[4]

Conviene advertir que aun cuando los socios de la Cámara de Comercio de Monterrey usufructuaban el comercio ilegal, no eran ellos quienes realizaban la faena de trasladarse al puerto de Matamoros, seleccionar mercancía, cargar carretas y mulas con contrabando –principalmente tabaco, canela de Ceilán, armas, municiones, textiles finos llamados vulgarmente indianas–,  en una jornada de ida y vuelta que,  por las condiciones de las brechas y caminos, de por lo menos treinta días de trayecto, eso siempre y cuando no hubiere lluvias.

Para realizar la búsqueda y traslado de mercancías, los comerciantes utilizaban a los más atrevidos y denodados contrabandistas de la época, quienes eludían el peligro, o corrompían  a la autoridad o, en el peor de los casos, tenían que enfrentarla violentamente eliminando a los elementos del resguardo fiscal de la frontera. 

Así surgieron en el último tercio del siglo XIX, los nombres de Mariano Resendez, Silvano Gracia e Indalecio Sada, como paradigma de los más afamados contrabandistas que el día de hoy en pleno siglo XXI, siguen en la memoria de los habitantes de la frontera norestense a través de los corridos populares.

Para enfrentar el contrabando y la violación  del orden legal, se crearon en diferentes momentos varios cuerpos de seguridad, entre ellos se estableció la Guardia Mexicana, fundada  por decreto del presidente Ignacio Comonfort en enero de 1857. En 1861 se crearon cuatro cuerpos de “rurales”, las ideas centrales de su funcionamiento y organización de esta policía mexicana rural fue obra de Ignacio Zaragoza. Finalmente en 1885 se constituye el cuerpo militar que enfrentará ex profeso  al contrabando, titulado cuerpo de Gendarmería Fiscal; con la creación de esta corporación se promulgó una ley de amnistía a los contrabandistas y quienes se acogieron a ella fueron incorporados a este organismo, sumándose a la autoridad gubernamental para intentar contener esa actividad. [5] 

No faltó entonces la invocación ética a la reflexión a “estos malos mexicanos” para que abandonaran la actividad nociva del contrabando. La Voz de Nuevo León, diario de la época, publicaba en sus páginas:

«El contrabando con sus engañosos halagos de ganancias abundantes, induce a muchos a efectuarlo (…); el contrabandista lleva una vida azarosa en que expone su existencia, y el pan amargo que le producen sus duras y peligrosas faenas lo come su familia bañándolo con lágrimas que arranca la angustia por el esposo, padre o hermano ausente, expuesto hasta morir. (…) Así como pasó la época de las revueltas, pasando, ésta la de los contrabandistas que efectúan sus fechorías por medio de la astucia y la fuerza.” [6]

Alfonso Reyes, quien en su infancia conoció al contrabandista Indalecio Sada, así como a otros cuyas acciones le dibujaron el valor, la audacia y sus hazañas, escribió de ellos:

“El contrabando es tipo de delito artificial creado por la ley. La ley propone un obstáculo y el hombre aventurero eterno, salta las vallas. No lo guía sólo el afán de lucro: le atrae sí, la hazaña. Aquel burlador de fronteras es caballeroso en sus desafueros (…) Héroes de corridos populares todavía se les evoca en las ferias, al lloro sabroso de las guitarras (…), hombres “sentidos como los venados”, que oían venir al enemigo pegando la oreja al suelo; ligeros para huir y atacar, que andaban jugando con la muerte. Cuando descansaban se les salían los versos por la boca y componían canciones donde el amor va revoloteando entre las balas”.[7]

Durante el siglo XX se modificará el curso de las mercancías ilegales. Desde entonces predominará la dirección de sur hacia el norte, la enmienda XVIII a la constitución de los Estados Unidos, contenía la prohibición de vender bebidas alcohólicas en  ese país, su vigencia se extendió de enero de 1920 a diciembre de 1933. Esta medida incentivó la proliferación de ranchos mezcaleros en la frontera noreste de México  y la producción de vino mezcal. También propició el surgimiento del contrabando hacia Texas ejecutado por los popularmente llamados “Los tequileros”. Durante este periodo aparecieron distintas versiones en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila de corridos populares  llamados “tequileros”, en ellos se narra la audacia, el valor y los enfrentamientos contra los rangers de Texas, en su desafío para introducir las bebidas alcohólicas al país vecino del norte.

En esta época aparecen también los primeros indicios del tráfico de drogas. Resulta común encontrar en la prensa local debates sobre la regulación o prohibición de venta de morfina en las farmacias de Monterrey, y será en este mismo periodo durante el gobierno de José Benítez, que la procuraduría del estado consigne oficialmente por vez primera que ha emprendido una persecución contra los traficantes y productores de drogas heroicas.[8]

Para la década de 1940, pasado el efecto de la recesión económica mundial causada por el crack financiero de 1929,  se incrementará el tráfico ilegal de mexicanos llamados popularmente espaldas mojadas o braceros, en toda la franja del bajo río Bravo, esto es de Laredo a Matamoros, reapareciendo nuevamente la actividad bonancible de los pateros.

Si usted utiliza el buscador de google e inserta la palabra patero, le dirá  que son “grupos delictivos que operan a pie, bien asaltando o transportando cosas o personas a los E.U.” ¡Falso! Los pateros son personas que construyen una embarcación efímera llamada pato, utilizada para transportar ilegales por el río Bravo hacia los Estados Unidos, hasta siete personas migrantes puede acarrear esta balsa y de regreso traer mercancía de contrabando. Por supuesto, son también utilizadas estas embarcaciones para trasladar droga hacia el norte. La construcción de estas balsas se realiza con los tallos livianos de un árbol llamado Taray, que crece en las orillas de los ríos y se cubre su base con una lona, el máximo tiempo que se puede utilizar cada día es de tres horas. Miles de toneladas de droga y miles de indocumentado han sido trasladados a los Estados Unidos  por los pateros.[9]

Pateros en su balsa. Imagen tomada del libro citado Cosas de la Frontera de Fernando Garza.

El primer cartel de la droga que se ha documentado estaba dirigido por un grupo de emigrantes chinos avecindados  en Ciudad Juárez, distribuían y traficaban opio, morfina y mariguana. Se dice que la familia González Jasso conformó una banda que eliminó en 1921 a los chinos, quedándose Pablo e Ignacia con el control de la plaza; se sabe que a inicio de los años treinta fue ejecutado Pablo González, heredando su esposa Ignacia Jasso –la  Nacha Jasso–  ser la primera Jefa de jefas del narcotráfico. Esta mujer controló la venta de narcóticos en Ciudad Juárez desde mediados de los años veinte hasta la mitad del siglo pasado.[10]

Sirva este repaso a la historia regional binacional para abonar que, las medidas para detener el tráfico de drogas no es un problema solo de los gobiernos de este país; del otro lado, en los Estados Unidos, deberían intensificar sus campañas para reducir el consumo, por un lado y por el otro, romper el círculo del uso y venta de armas de procedencia estadounidense, mismas que vienen a abastecer a los grupos delincuenciales que operan en el trasiego y tráfico de drogas desde México. 

17 de enero de 2023

meybardo54@gmail.com

** Foto de portada tomada de El Mañana


[1] Cavazos Garza, Israel. “La Villa de San Carlos de Marín”, en Humanitas. Anuario del Centro de Estudios Humanísticos, UNL, Monterrey 1965, p. 305.

[2] Biblioteca Universitaria Capilla Alfonsina (BUCA), La Revista de Monterrey, marzo de 1885.

[3] Cerutti, Mario. “Frontera, Burguesía regional y desarrollo capitalista: El caso Monterrey”, en Cathedra. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, núm. 11, enero-marzo de 1979, UANL, Monterrey, pp. 297-306.

[4] BUCA. La Revista de Monterrey, marzo de 1885.

[5] Vanderwood, Paul. Los rurales mexicanos, México, FCE, 1987.

    Vasconcelos, José. Ulises criollo, primera parte, México, SEP, (Lecturas Mexicanas), 1983, pp. 7-8.

    Salinas Cantú, Hernán. Municipio de General Bravo, Monterrey, Lumen, 1966.

[6] BUCA. La Voz de Nuevo León, mayo de 1889.

[7] Reyes, Alfonso. Albores, segundo libro de recuerdos, México, 1954, pp.117-121.

[8] Archivo General del Estado de Nuevo León, AGENL. Memoria del gobernador José Benítez. 1929-1930.

[9] Garza Quirós, Fernando. Cosas de la Frontera. Una barca desarmable llamada Pato. UANL, 1991.

[10] Ramírez-Pimienta, Juan Carlos. Cantar a los narcos. Voces y versos del Corrido. Editorial Planeta. México, 2011.

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