Todo por nada / por Lylia Palacios

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México apostó a la globalización neoliberal y jugó la carta más valiosa, su Carta Magna. La Constitución política, resultado de la rebelión social de campesinos y obreros iniciada en 1910, fue promulgada el 5 de febrero de 1917 y reconocida por su carácter progresista incluso frente a Constituciones europeas y de Estados Unidos, por garantizar en una misma ley el derecho al trabajo, a la vivienda, al agua, a la cultura, al medio ambiente, a la información y a una vida digna. Hoy no queda nada.

México pagó la cuota más alta por tratar de ser cola de león: asumir su histórica dependencia y convertir la vecindad con Estados Unidos en su mayor ventaja competitiva, a los “atrasados” vecinos del sur ya podía darles la espalda. Pero desde principios de los años 80, gobierno y élites económicas, decidieron que la forma de competir sería con fuerza de trabajo barata para atraer todas las inversiones posibles, ¡viva la maquila! Nada más había que hacer las adecuaciones necesarias quitando todo lo que estorbara y ahora sí, listos para volvernos norteamericanos con la entrada del TLC en 1994.

Así, todos los gobiernos sucesivos, desde el encabezado por Miguel de la Madrid hasta el actual con Peña y sus reformas estructurales, fueron desmantelando los derechos contenidos en la Constitución y mire nada más, “todo por nuestro bien”. En este lapso perdimos independencia alimentaria, posesión nacional de los recursos naturales; educación, salud y vivienda pasaron de ser derechos a mercancías privatizadas.

Imponerlo no fue fácil, era un asunto de poder y había que quebrar toda posibilidad de resistencia organizada y a eso se dedicaron gobierno y grandes empresarios, aplastando y reprimiendo toda lucha sindical, el objetivo era desaparecer o al menos achicar todos los contratos colectivos de trabajo que encarecían la fuerza de trabajo.[1] Esos bárbaros esgrimían que tales contratos colectivos sólo contenían “privilegios” y la ley que los amparaba era “obsoleta”… ¡así no se puede competir!, dijeron. Sí, el privilegio pasado de moda de contar con empleo estable, salario digno, seguridad social, jubilación… Seguramente porque lo equitativo y moderno es que todos estemos igual de jodidos.

Más aun, para alcanzar la legitimación neoliberal, hubo que desarmar y desechar una idea de nación, de Estado social,  de identificación colectiva (como campesinos, gremios, estudiantes, comunidad, etc.). Eso implicó una confrontación en el terreno del lenguaje, mismo que fue mutando hacia el encumbramiento del individualismo, el consumismo, la competitividad, el éxito, nos volvimos distantes, aislados, olvidamos que podemos tener poder.

El artículo 123 de la Constitución que contiene la legislación laboral, es el segundo artículo más reformado (el primero es el artículo 73, relativo a las atribuciones del Congreso de la Unión: manos libres a diputados y senadores). La última reforma laboral en 2012, plasmada en la Ley Federal del Trabajo, legalizó todas las demandas que desde 1987 (hace 30 años) los grupos empresariales nacionales y globales exigían: no huelgas, no sindicatos, menos salarios, menos prestaciones, trabajo temporal, subcontratación (outsourcing), libertad para despedir,  subempleo, es decir, dejar a toda la clase que vive del trabajo en la condición de vulnerabilidad que hoy vivimos.

Nos dijeron que todo era para ser parte del “primer mundo” (¿así vivirán los noruegos, suecos, franceses, alemanes…?).

En este lapso México creció en desigualdad: más pobres pero con una reducida élite súper enriquecida. En violencia, en exclusión. Nos quedamos sin ferrocarriles y la siderurgia, minería, agua, petróleo… en manos de “socios” extranjeros y uno que otro nativo.

Y ahora que el imperio al que malvendimos la soberanía nos quiere botar del TLC, porque ¡¡hemos abusado!! (ese Trump sí que es chistocito), los mismos gobernantes y empresarios que pisotearon y desmantelaron la Constitución, ¿ahora claman Unidad? Que desempolvemos bandera tricolor y devoción patriota versión hashtag o emoticón… ¡para que no nos boten!, oír y ver para creer.

trump
Imagen de sinpermiso.info

Si Estados Unidos en su debacle como imperio hegemónico impone un neoproteccionismo, no lo vamos a evitar a twitazos, ni likes o no likes. Si están en puerta las deportaciones masivas de connacionales, si van a salir volando del país inversiones e inversionistas (extranjeros y bastantes mexicanitos), etcétera, mejor volteemos a conocer nuestra Carta Magna, la cual, a cien años, debe tener muchas cosas que enmendar para avanzar en democracia, pero su esencia sigue siendo el ser producto de la insurrección de los de abajo.

Recuperar nuestros derechos sociales y colectivos no es regresión histórica, es la única posibilidad de construir sociedad y resolver de forma organizada los infames saldos de uno de los últimos intentos del capitalismo para evitar pasar a la historia, de nuestra prehistoria como humanidad.

Por Lylia Palacios
Monterrey, 30 de enero de 2017


[1] Un caso ejemplar de esta política la personificó Arsenio Farell como secretario del trabajo en los gobiernos de Miguel de la Madrid y Salinas de Gortari. Los jóvenes que lean esto pueden acercarse un poco con este excelente reportaje de la revista Proceso (VER AQUÍ).

6 Comentarios

  1. Gran exposición maestra, como siempre dando en el clavo.

    Concuerdo que hay que llamar a la unidad nacional desde el ángulo que hemos perdido -reconocer que estamos igual de vulnerables- para así poder tomar las riendas de las políticas sociales que lejos de ayudar, solamente nos quitan lo que por derecho nos pertenece. En pocas palabras, regresar a la conciencia de clase, y sentirnos más mexicanos y mexicanas que nunca.

    Habrá que regresar a las raíces de la industria mexicana -el campo, la agricultura- para hacerle frente a la gran inflación que se aproxima por el proteccionismo de EUA que, si bien nos va a afectar, debe verse también como una oportunidad de reflexionar y cuestionar si el estilo de vida «gringo» que hemos adoptado es lo mejor para nuestro desarrollo como nación.

    No deje de luchar. Le mando saludos.

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  2. Felicidades por el resumen de cátedra sobre este último trecho de nuestra historia. Redefinirnos y aprovechar la coyuntura del nuevo orden mundial. Como siempre la intelectualidad es y será el motor de un cambio que revolucione a este magno y empobrecido país y sus admirables ciudadanos. No deje de escribir «por favor», para no decir por piedad.

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    1. Gracias en nombre Académicxs 43, Alejandro. Sí estamos convencidos sobre la responsabilidad ética y científica de los académicos e intelectuales. Y ojalá surjan más expresiones colectivas pues en su mayoría, los trabajadores de la academia también viven la precariedad laboral. Saludos.

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