
Después de cuatro larguísimos días en que vimos cómo los votos caían con tal parsimonia que parecía que el conteo no terminaría nunca, finalmente la mañana del sábado 7 de noviembre Pensilvania declaró que el dúo Biden-Harris había ganado en ese estado. Con ello Joe Biden pasó a ser el presidente electo # 46 de los EU y Kamala Harris la primera mujer en toda la historia de Estados Unidos en ocupar la vicepresidencia. La noticia lanzó a las calles a miles de estadounidenses para celebrar el retorno a la democracia. Es una tradición en Estados Unidos declarar al ganador de las elecciones cuando estadísticamente no es posible que el oponente consiga los votos para revertirla. Los resultados finales del conteo se darán el 14 de diciembre, cuando el colegio electoral deposite los votos y el 6 de enero de 2021 el congreso los certificará. Mientras tanto, el equipo de transición de Biden, anunció que su primera tarea es combatir la pandemia que está fuera de control (BuildBackBetter.com). La semana de elecciones culminó con el récord diario más alto: 126,742 nuevos casos, un acumulado de más de diez millones de contagios y más de 241 mil muertos.
Donald Trump recibió la noticia de su derrota mientras jugaba golf. Esa tarde, en vez de felicitar a su oponente, continuó con la narrativa de su campaña de que los votos por correo eran “ilegales”. Muchos estados realizaron la votación por correo como medida para prevenir más contagios de Covid19. La campaña Trump exhortó a sus partidarios a votar en persona en el día de las elecciones. Esto tuvo un efecto psicológico importante, pues los primeros votos que se contaron fueron los sufragados el 3 de noviembre, mientras que los sufragados por correo (método empleado por los votantes demócratas) se contaron después. Conforme el conteo avanza, la diferencia entre Biden y Trump se profundiza de tal manera que a Trump solo le quedarán dos opciones: aceptar los resultados y retirarse dignamente, o esperar a que venga su mamá y se lo lleve a rastras cuando el juego de los presidentitos se haya acabado. Y a cómo van las cosas, parece que será lo segundo. Como lo ha afirmado su sobrina Mary Trump en múltiples entrevistas y en su bestseller Too Much and Never Enough. How My Family Created the World’s Most Dangerous Man, “Donald, así se refiere a él, es un hombre que no acepta derrotas.”

Lo cierto es que el sistema funciona. Así como se le otorgaron los poderes cuando ganó las elecciones del 2016, ahora empiezan a desvanecerse. Su canal favorito de noticas, Fox News, ya proyectó a Biden como el ganador. Twitter le ha marcado esta semana casi todos sus mensajes como potencialmente falsos (ver aquí) . Y aunque sus más fieles seguidores están protestando haciendo eco de la narrativa de que la elección no ha terminado, que es un fraude (ver aquí), que las televisoras no son las que declaran al ganador, que esperarán hasta que el conteo termine y que la Corte examine la legitimidad de la elección, no tienen evidencia para descalificar las elecciones y mucho menos su resultado.
“Nunca en la historia de EU un presidente ha recibido 71 millones de votos”, declaró Trump vía Twitter, sin mencionar los más de 75 millones que ha recibido Biden. Y justamente eso es lo que tiene al mundo estupefacto. Según el conteo a la noche del domingo 8 de noviembre, Biden ha acumulado 50.61% del voto popular (75,328,974) y Trump 47.72% (71,026,264). Estos números se van a incrementar durante la semana conforme los votos pendientes entren al sistema. ¿Cómo es posible que Donald Trump sea tan popular? ¿Quiénes son sus seguidores? ¿Qué ven ellos en él?
De acuerdo con estadísticas de Gallup (ver aquí) en la semana del 16 al 27 de octubre del presente, el porcentaje de electores republicanos y demócratas se daba en partes iguales, 31% cada uno y 36% se declararon independientes, que son finalmente los que deciden las elecciones. El 93% de los republicanos considera a Trump como un líder fuerte y decisivo quien maneja efectivamente el gobierno. Mientras, 55% de los independientes ve un Trump fuerte. 83% de los republicanos piensa que Trump es honesto y confiable.

La base de Trump la constituye el Partido Republicano, que en estos últimos cuatro años no solo lo ha apoyado, sino solapado. Los evangelistas lo adoran. Los pobladores de áreas rurales lo admiran. Los grupos que impulsan teorías de la conspiración lo aman. La simpatía entre grupos nacionalistas blancos y Trump es mutua. Y como decía con gran orgullo un comentarista de Fox News “Trump somos nosotros”.
Donald Trump es una leyenda surgida del imaginario popular que está por convertirse en mito. Trump es su héroe, es el hombre fuerte que sale a pelear y vence. El exterminador de bandas caníbales que secuestran niños para servirlos de merienda. El luchador desenmascarado que pelea contra el estado profundo (Deep state) cuyo botón nuclear es más grande que el de Kim Jong-un. El hombre de negocios exitoso y poderoso que sabe cómo dirigir un país. Pero también es un hombre divertido y gracioso que los hace reír y pasar un buen rato. Es un líder de culto al que hay que cuidar.
Entre los partidarios peligrosos que tiene Trump están Q y los grupos nacionalistas blancos. QAnon (https://academicxsmty43.blog/2018/09/28/q-por-sinia-bolanos-harris/) es un grupo en las redes que difunde teorías de la conspiración, se estima que son entre uno y tres millones (ver aquí) y su composición demográfica es muy variada, desde amas de casa hasta nacionalistas blancos. Recientemente, YouTube, Facebook y Twitter han removido miles de cuentas asociadas con Q (ver aquí) por incitar a la violencia. Durante la era Trump, el número de grupos nacionalistas blancos se incrementó en un 55% (ver aquí). El mes pasado, nuevamente fueron noticia cuando el FBI arrestó a 13 individuos que estaban planeando secuestrar y asesinar a la gobernadora de Michigan (ver aquí). Y aquí cabe preguntarse, ¿cuántos de los que votaron por Trump lo hicieron por miedo a una guerra civil? Ya sabremos, por lo pronto a partir del 20 de enero del 2021, la Casa Blanca tendrá un nuevo inquilino: Joe Biden.
9 de noviembre de 2020, Marshall, Tx.
El mundo ya cambió. Y a esta nueva era habrán de aplicar el legado Darwiniano: la adaptación es el principio de la supervivencia.
Hay reacomodo de los elemenos sustantivos. En la pandemia, se reduce a lo esencial, y a ese punto no se ha llegado.
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