Del Pizzagate y los correos electrónicos de Hillary Clinton / por Sinia Bolaños Harris

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En Salisbury, Carolina del Norte, Edgar, un hombre de 28 años, había visto en el Internet el programa Info-Wars donde su conductor, Alex Jones, denunciaba una red de prostitución infantil dirigida desde el sótano de una pizzería por John Podesta y Hillary Clinton. Sumamente perturbado por este hecho, Edgar tomó su Colt AR 15, su pistola calibre .38 y su cuchillo. Determinado a ser un héroe, se dirigió a Washington D.C. a salvar a estos niños.

Nueve meses antes, el 19 de marzo de 2016, John Podesta, presidente de la campaña presidencial de Hillary, recibió un correo electrónico que le advertía que alguien había tratado de acceder a su cuenta de Gmail y que debería cambiar su contraseña. Podesta envió el correo a su jefa de personal y ella, a su vez, lo envió al equipo de informática para que verificara su autenticidad. En su respuesta, el equipo de informática urgió a Podesta a que se protegiera cambiando su contraseña. Pero, se cometieron dos yerros humanos. El mensaje del equipo de informática, decía que el correo era “ilegítimo” en vez de: “legítimo.” Al cambiar su contraseña, Podesta empleó la liga del correo falso y voilà … lo habían hackeado (Isikoff & Corn, 2018).

En su libro What happened, Hillary Clinton dedica un capítulo a sus famosos correos electrónicos que le costaron una investigación por parte del FBI y que su contrincante de campaña, Donald Trump y sus huestes republicanas emplearon para criminalizarla. “¡Métanla en la cárcel!” (Lock her up!), coreaban en todos los mítines.

El vía crucis de los correos empezó en agosto de 2014 con una petición del Comité del Senado que investigaba el atentado en Bengasi (2012), donde cuatro diplomáticos estadunidenses perdieron la vida.  Dicha petición, extendida a cuatro ex secretarios de Estado, entre ellos Hillary, les solicitaba que entregaran toda la correspondencia electrónica producida durante su gestión. Hillary les proporcionó más de 30 mil piezas y eliminó 31 mil de uso privado (Clinton, 2017, p. 300). Son justamente estos 31 mil correos a los que Trump ha hecho constante referencia pues, según él, contienen pruebas incriminatorias. En el mitin de campaña en Doral, Florida, Trump dijo: “Rusia, si estás escuchando, espero que puedas encontrar los 30 mil correos que faltan. Creo que serás muy bien recompensada por nuestra prensa”.

El 2 de marzo de 2015, el New York Times publicó un artículo intitulado “Hillary Clinton usó su cuenta personal de correos electrónicos en el Departamento de Estado, posiblemente violando el reglamento.” En respuesta a este artículo, Hillary publicó los correos (Clinton, 2017, p. 301).

Para julio de 2015, el Departamento de Justicia (DOJ) había abierto una investigación para determinar el manejo que Clinton hizo de su cuenta personal en asuntos de Estado. Sin embargo, el DOJ aclaró que esta investigación no tenía un carácter criminal, sino que entre los 30 mil correos oficiales había algunos con material “clasificado” y que no habían sido catalogados como tales.

Finalmente, en julio de 2016, el entonces director del FBI, James Comey, llegó a la conclusión de que el caso no podría llevarse a la Corte; aunque Hillary y el Departamento de Estado a su cargo hicieron un manejo “extremadamente descuidado” de material clasificado. Sin embargo, vendrían más embestidas.

El 28 de octubre de 2016, Comey le notificó al Congreso que había reabierto, una vez más, el caso de los correos-e de Clinton ya que se habían encontrado correos entre Hillary y Huma Abedin, (asistente de Clinton) en la computadora que el FBI había incautado a Anthony Weiner (ex esposo de Huma). Weiner estaba siendo investigado por conducta sexual inapropiada con una niña de quince años. La notificación de Comey se filtró a la prensa.

Mientras, el equipo de campaña de Hillary estaba desesperado. Faltaban once días para las elecciones y las casillas de votación temprana ya estaban recogiendo los primeros votos. La frustración de Hillary no era para menos. Llegó a preguntarse si acaso Comey tenía algo personal en su contra. Por una parte, no era misión del director del FBI comentar públicamente una investigación en curso. Y por otra, tanto el FBI como el DOJ deberían evitar hacer comentarios que pudieran dañar el resultado de la elección.

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Trump-trans. Foto: Superbrouwen / Portada: Pizzagate. Foto tomada de Youtube

El 31 de octubre de 2016 vendría un bombazo que la campaña Clinton vio como tabla de salvación. El Washington Post publicó el videotape del programa Access Hollywood en donde Trump se ufanaba de maltratar a las mujeres.

“Ya sabes —decía Trump—, yo me siento automáticamente atraído por la belleza. Sólo empiezo a besarlas. Es como si fuera un imán. Sólo beso. Ni siquiera me espero. Y cuando uno es una celebridad, ellas se dejan, ellas te dejan hacerles todo… hasta arrastrarlas por el coño…” (Isikoff & Corn, 2018)

El bombazo duró poco… Ese mismo día, a las 4:32 pm, WikiLeaks empezó a liberar en tandas los más de cincuenta mil correos electrónicos hackeados a Podesta. Los correos por sí mismos contenían suficiente información para dañar a Hillary. Ahí se relataban las estrategias tras bambalinas de la campaña, los dineros donados a la Fundación Clinton, los honorarios cobrados por los discursos de Clinton, etc. Pero la campaña de desacreditación a Hillary no se detuvo ahí. Los ataques fueron de tal virulencia que se valieron también de teorías conspiratorias como la del Pizzagate que afirmaba que los correos hackeados a Podesta contenían mensajes codificados referentes a tráfico humano y una red de prostitución infantil.

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Los correos de Hillary. Foto: Breibart

 

El 4 de diciembre de 2016, Edgar Maddison Welch llegó la pizzería Comet Ping Pong en Washington D.C. Al fondo del restaurante había unos niños jugando ping-pong. Los meseros fueron de mesa en mesa urgiendo a los comensales a abandonar el lugar. Mientras, de un balazo Edgar rompió el candado de una puerta, seguro de que esta lo conduciría al sótano. Solo encontró utilería de cocina. Entonces, abrió otra puerta donde encontró a un empleado amasando masa. Alcanzó a disparar algunas rondas de balas antes de que la policía lo detuviera. Actualmente está cumpliendo una condena de cuatro años por este atentado.

19 de abril de 2018

Referencias

Clinton, Hillary R. What Happened. Simon & Schuster, 2017.

Isikoff, Michael y David Corn. Russian Roulette: The Inside Story of Putin’s War on America and the Election of Donald Trump. Grand Central Publishing, 2018. Kindle Edition.

 

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