Entre compromisos académicos, familiares y, por supuesto, vacacionales, este recién pasado mes de junio he vuelto al periplo habitual y estival por mis tres vértices atlánticos: salida desde México, paso por Argentina y, antes de regresar el esperado 2 de julio a donde partí, unos días en el País Vasco. Desde aquí, van unas instantáneas políticas, de esa política que se juega en el día a día, que es, como dice Bernard Crick (2001), la mayor parte de las veces conservadora, puesto que se mueve en el dudoso bienestar del orden establecido; a veces también liberal, porque se compone de libertades concretas y requiere tolerancia; y en ocasiones socialista, porque ofrece oportunidades para el cambio social con más o menos equidad entre los grupos. En la mezcla oscilante de todo eso, a su manera y con su motivo particular, cada puerto me despide o me recibe con sus demos efervescentes.
Salgo de México con el inminente triunfo demoscópico de AMLO y, ante ello, con la sensación de cierta calentura social que presagia por momentos una “grieta”. Eso que, en el siguiente destino, Argentina, ha venido significando desde los albores y hasta después del final del gobierno de Cristina, una división social sobre la piel política de la sociedad. Una fractura que las más de las veces se gesta desde el temor a las mayorías por minorías que sienten peligrar su posición dominante. Pero entre porcentajes electorales y temores de minoría, en esos primeros días del mes, prima en México la ilusión de las mayorías por el cambio.
Recalo en Argentina y aquella grieta de entonces se abre por otro lado: las mujeres, y con mayor ilusión, las pibas de las nuevas generaciones salen reiteradamente a las calles para manifestarse a favor del “aborto legal, gratuito y seguro”. Un tema que ha estado postergado por décadas de la agenda política del país, incluso durante el gobierno progresista de los Kirchner, y que ahora Macri no ha evitado poner en el debate público. El jueves 14, la Cámara de Diputados aprueba el proyecto de ley al que refiere aquella consigna con un apretado triunfo que pone a partidarios y detractores por encima de las divisiones de la vieja grieta entre kirchneristas y macristas. Buena jugada política de Macri, aunque de cortos efectos positivos para lo que quizá era su intención de tapar el acuerdo con el FMI con el que Argentina vuelve a endeudarse con la poco creíble promesa de entrar a un mercado global que va dando muestras de franca retirada. Pero, más allá de ese futuro presagiado, salgo de Argentina preñado de ilusión feminista.

Foto portada: Esperando a López Obrador en el Zócalo CDMX. Foto: Cuartoscuro
Llego al País Vasco, este lugar que, aunque país, no es una totalidad política oficial como los otros dos vértices de mi triángulo atlántico. No lo es, pero guarda la ilusión de serlo y, desde este deseo, se constituye como una totalidad social, como un lugar en el mundo que genera su propia visión del mundo. Lo que aquí se ve no es un asunto nuevo, pero sí renovado: nada menos que la discusión del preámbulo de un proyecto de un nuevo Estatuto de Autonomía luego del final de ETA. Asunto complicado y a la vez ilusionante, puesto que se trata de definir en un corto texto quién es el Nosotros que decide darse su propia ley.
Y desde este sujeto político en ciernes, se ve principalmente España y, allí, un cambio político tan repentino como esperado: Pedro Sánchez, ese joven de apariencia algo sosa, triunfa en el Congreso de los Diputados con una moción de censura que desbanca al corrupto PP y se hace con un gobierno mayoritariamente de mujeres para dar vuelta por completo el tablero político con inusitada astucia: acercamiento de presos vascos y catalanes; diálogo con Catalunya; intervención y posicionamiento humanitarista en Europa ante la crisis migratoria; proyecto de ley de eutanasia; ¡exhumación y retirada de la monumentalidad nacional de los restos de Franco!… Lo que parecía imposible apenas unos días atrás, antes de salir de México, se abre a las ilusiones de una importante y joven porción de la sociedad que, desde los días del movimiento 15M, viene bregando por otra forma de hacer política y desde allí sociedad.

En cada puerto una ilusión. ¡Y a veces cumplida! No son ilusiones de grandes transformaciones. Son casi siempre mesuradas, sujetas a medidas; a medidas de proporciones electorales, de reglas institucionales o de decisiones gubernamentales. Nada descomunal, pero a veces, cuando la política es menos conservadora y más liberal y socialista, gratificantes para quienes piensan genuinamente en el bienestar de la comunidad.
Cuando esto sea publicado, será mi regreso a México y, con ello, el día después. Si la verdad demoscópica sobre el resultado de las elecciones del 1 de julio se cumple, se harán realidad las ilusiones de una mayoría que también reclama otras formas de hacer en los asuntos de la polis. Para esos, y principalmente para otros menos “morenos” pero igualmente o más progresistas, tendrá que ser un tiempo de vigilia para cuidar que no hagan grumo algunos elementos impuros que se cuelan en la masa de buena voluntad. Si resulta que los pronósticos estaban errados, entonces habrá sido una mentira que habrá creado ya una verdad difícil de deshacer con cuentas electorales. Difícil entuerto para las formas que tenemos de gestionar las cosas de la comunidad. Esperemos que triunfe la política, esa actividad humana de vocación comunitaria y de ilusiones medidas.
2 de julio de 2018
Crick, B. (2001). En defensa de la política, Barcelona: Tusquets editores.