
Oídos sordos. Es la respuesta que encuentran dos académicos -una doctoranda en astronomía y su asesor- al descubrir que un cometa impactará la tierra con efectos destructores colosales. Entonces, cuando tratan de hacer de conocimiento público el tema para intentar hacer algo a favor del planeta, nadie les hace caso, ni las autoridades civiles ni la población en general, con todo y que, para ver el gran cometa, amenaza de la humanidad, basta mirar un poco hacia arriba.
Así, con gran ironía y quizá una fuerte dosis de realismo, es que la película Don’t Look up (No miren arriba) describe una sociedad desconcertante, incapaz de salvarse a sí misma, llena de mala política, intereses mediáticos, económicos, abundante en indiferencia, distraída de lo esencial humana y socialmente, viviendo una comedia de la realidad por medio de memes sobre lo que no considera importante (aunque lo sea), donde los medios, presentan “lo que se quiere escuchar” y las y los Stars son más escuchados por las masas que la verdad evidente o la ciencia. ¿Indiferentes o distraídos? ¿Saturados de información y fake news o hartos de no encontrar soluciones concretas? Envueltos en tantas situaciones superficiales que no pueden darse cuenta que una catástrofe está por ocurrir.
Sin intención de spoiler, tampoco de promover ese consumo cinematográfico (aunque quizá lo esté haciendo), la película me deja pensando en este arranque de año. Ya como Colectivo en el último post del 2021 nos deseamos, amables lectores, la posibilidad de seguirnos encontrando después de la pausa y desacelere decembrinos, y de juntos seguir reflexionando, incomodando(nos) a favor de la solidaridad y empatía; ahora es el tiempo de arrancar juntos, de nuevo, este 2022. Los temas sociales que nos embisten en parte han seguido su curso, desde la triple crisis latinoamericana: política, sanitaria (en razón de la pandemia) y económica, el constante debilitamiento de la democracia, el desencanto de la política y “el robustecimiento de las razones por las cuales los pueblos de Latinoamérica han estado en las calles de sus ciudades”[1] hasta los temas locales: la transformación constante de la ciudad, el despojo del territorio, la calidad del aire, el derecho a la ciudad, la precarización del trabajo académico y su sometimiento a poderes económicos y políticos; sin dejar de pasar por los (tristemente) temas de siempre para nuestro país: corrupción, violencia, desigualdad, entre otros; sumando los regalos del 2022: una escalada en la inflación que parece será histórica y la pandemia que no termina de acabarse y ahora, dicen, hasta variantes mezcladas.

Este film me pone en el horizonte proponerles evitar dos actitudes este nuevo año e incluir algo en los propósitos del 2022: en primer lugar, quizá conviene evitar la polarización y el negacionismo. La polarización porque hemos venido viendo cuánto hace difícil el diálogo en este nuestro mundo de las tres “C”, como lo llamaba alguna de mis maestras mientras suspiraba; este mundo conectado, complejo y conflictual requiere la capacidad de abrirse a la escucha del otro, de salir de las posturas extremas, fundamentalistas, sean políticas, religiosas o de otro tipo. Se puede salir de la necesidad de una opinión pública divida en extremos opuestos, de fifís y chairos, de pañuelos verdes y celestes, de sí o no, de blanco o negro; cuando la polarización crece es más difícil consensuar y lograr acuerdos, además de que en el proceso perdemos muchos “tonos de gris” que suelen ser más cotidianos, nos aferramos a posturas irreconciliables que dificultan el discernimiento y simplifican análisis que de por sí son más complejos. Por otro lado están los negacionismos, esa capacidad de disimular los problemas y fingir que no pasa nada, de taparle el ojo al macho, de hacerse de la vista gorda o mirar hacia otra parte o, siguiendo el argumento de la película citada, no atreverse a mirar hacia arriba, hacia el astro que amenaza destrucción. Son constantes en la arena pública de hoy, se trata de movimientos antivacunas, conspiracionistas, mass media que difunden, a veces deliberadamente, noticias falsas, tergiversan, contraponen o ridiculizan ideas que de por sí ya son difíciles de comunicar. Eso sin tocar la negación del mundo afectivo y espiritual que también invade nuestra cultura, sea una mala mirada a la madre sacrificada que no puede lamentarse del cansancio y fatiga que criar un hijo implica o la negación al varón de llorar y mostrarse vulnerable porque los machos no lloran o los sentimientos son cosas de viejas (ambos altares del patriarcado), y así otros negacionismos, totales o parciales. El problema es que, por más que lo niegues, las complejidades sociales siguen, el cometa destructor sigue avanzando hacia la tierra y el tiempo de poder hacer algo se acaba; un ejemplo, y para algunos la película citada es una parábola de este tema, sería la emergencia climática.

Ambas actitudes, negar y polarizar, son parte de nuestro ecosistema sociocultural cotidiano y seguro podemos contrarrestarlas un poco con algo de reflexión solidaria, información verificada compartida, educación profunda y promoción de discernimiento comunitario. Entre todas estas cosas, con ánimo de evidenciar signos de esperanza, mecanismos de paz, espiritualidades de ojos abiertos, conocimiento crítico o acciones concretas; con ánimos de vencer la indiferencia y promover el compromiso solidario, me gustaría proponerle añadir un propósito a su lista, amable lector(a): comprométase (de nuevo) con una causa social y compártala con los que tiene cerca; la causa que usted guste, la de los desaparecidos, la precariedad laboral de tantos, la violencia política de género, la desigualdad, el comedor o centro comunitario de su colonia, la promoción cultural de los niños de su barrio, los derechos de los migrantes; no importa si es una “gran causa mundial” como la emergencia climática o “pequeña” como diseñarle una manta de protesta a los vecinos de un barrio; lo que usted guste, pero comprométase con algo concreto este año y visibilice su esperanza, que solidariamente es también nuestra, porque “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.”[2] ¡Buen 2022!
11 de enero de 2022
** Imágenes tomadas de Internet
[1] Cfr. Latinobarómetro, Informe 2021.
[2] Galeano, Eduardo; El libro de los abrazos, Siglo XXI, 1989.
Lo que más me gusto de la película es el final en donde entienden las cosas importantes, la familia, el estar juntos, el compartir, el amar desde adentro. Cosas simples pero que en nuestro ir y venir diario no vemos. Estamos tan ciegos que no vemos lo único que verdaderamente cuenta. No luchan, no gritan, no se desesperan. Al final no sirve gritar, pelear, discutir, etc , solamente el entregarnos al momento, dejándonos, abandonando nos a lo inevitable. Al amor hacia el otro y su mirada en la nuestra. Porque al final todos somos uno
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