El león fosfo: Samuel García y la excepcionalidad regiomontana / Por Aarón B. López Feldman*

Hoy el oxidado horno alto que marcó la entrada de México a la era de la modernidad industrial se yergue como un recuerdo de los sueños de independencia económica de una nación… Y los regiomontanos siguen orgullosos de los orígenes locales de su industria… En sus mentes, su ciudad sigue siendo la capital industrial de México, una metrópolis que celebra las manos callosas y un paisaje trazado con chimeneas.

Michael Snodgrass, Deferencia y desafío en Monterrey


En estos últimos meses el político regiomontano Samuel García (autonombrado “El Senatore”) ha llamado la atención a nivel nacional por su agresiva campaña a la gubernatura de Nuevo León centrada en el espectáculo, la confrontación con la “vieja política”, el uso intensivo de las redes sociodigitales y las expresiones clasistas y localistas (el sufrido golf, el “sueldito” de 50 mil pesos, las afirmaciones de supremacía neoleonesa…). Con frecuencia, se ha tratado de explicar el surgimiento de este joven político a través del llamado “giro global a la (ultra) derecha”, la expansión del neoliberalismo y la banalización de las formas de hacer política (la política Fosfo Fosfo). Desde la distancia, desde el centro, parece fácil hacer dicha asociación y reducir al personaje a un fenómeno global, contemporáneo, pero si lo analizamos desde la historia local comprendemos que el estilo y las expresiones de Samuel García no sólo no representan ninguna novedad en su trayectoria política, sino que forman parte de un entramado de sentido que se cocinó en Monterrey en las primeras décadas del siglo XX, al calor del despliegue de su elite empresarial y como parte de la inestable formación del estado-nación en México.

Desde que comenzó su carrera política en el 2015, primero como diputado local y líder de Movimiento Ciudadano y luego como Senador, Samuel García (y cuando se dice Samuel García se habla de un equipo y un proyecto que lo respaldan) se ha enfocado en construir presencia y cercanía tanto dentro como fuera de las redes sociodigitales, manejando el lenguaje de las plataformas, cercano a los influencers (apoyado principal, pero no exclusivamente, por Mariana Rodríguez, su esposa desde marzo del 2020) y haciendo de la pega de calcas y la toma de fotografías con seguidores un calculado show cotidiano. Pero más importante aún es que Samuel García ha construido esa presencia encarnando los fundamentos de las narrativas de la excepcionalidad regiomontana. Según estas narrativas, Monterrey (y cuando se dice Monterrey se habla de todo Nuevo León y su área de influencia) es una peculiaridad en la historia nacional, una particularidad primigenia y esencializada que, formada a espaldas, a pesar y en contra del centro  (encarnado por la Ciudad de México), se diferencia del resto de la geografía patria por su cultura del trabajo y del esfuerzo, por su ser empresarial enfocado en el tesón y la innovación, por promover la libertad económica como principio de todas las libertades, la omnipresencia de la empresa como institución social aunada a la familia y la cooperación obrero-patronal como vía armónica de desarrollo.

Manifestación anticomunista de 1936. Los empresarios regiomontanos la promovieron y participaron en la marcha. Fototeca Nuevo León–Conarte.

Las narrativas de excepcionalidad se forjaron en las primeras décadas del siglo XX, al calor de una elite económica local surgida del desarrollo comercial, industrial y financiero que fue capaz de proponer e imponer en el espacio regional su visión de mundo. Para estas narrativas, sin embargo, el peculiar desarrollo industrial de Monterrey no se debió a la historia y sus procesos, sino al espíritu creador, e individualizado, de los capitanes de industria, autores del “milagro regiomontano” y herederos directos de los pioneros que hicieron frontera peleando contra los indios nómadas, contra la naturaleza, contra el centralismo y contra el expansionismo norteamericano.

Como sujeto histórico de la excepcionalidad, estas narrativas proponen a una figura racial que se opone al mestizo mexicano del nacionalismo posrevolucionario. Se trata de un mestizo fronterizo, el cual no sólo es visto como menos mestizo que el del centro y sur del país, sino como hecho de otra hispanidad (no la del “español huevón” que se quedó en el centro, sino la del “español tenaz” capaz de enfrentar la adversidad y hacer frontera con el cuerpo) y de otras raíces indígenas (no mexicas, sino chichimecas y tlaxcaltecas). Es sobre esta figura racial propuesta como el sujeto de la excepcionalidad que se monta el relato del “éxito” del modelo regiomontano, de la “cultura de trabajo” y del “hombre empresarial” que se hizo a sí mismo enfrentándose a la adversidad, al centralismo y a un medio hostil.

Portadas del semanario «Trabajo y Ahorro». Publicación para empleados y obreros de Cervecería Cuauhtémoc, creada en 1921 cumplió 100 años de existencia. Colección digital en el AGENL.

A esa figura del mestizo fronterizo es justo a la que se adscribe Samuel García cuando habla con desprecio de los habitantes del centro y sur del país (“En el norte trabajamos, en el centro administran y en el sur descansan”), y se vincula, a su vez, con la fantasía regia según la cual Nuevo León “mantiene al país” al pagar demasiados impuestos. Aunque todos los partidos han utilizado en algún momento el tema de los impuestos y el relato de la “injusticia fiscal” para aglutinar malestares y conseguir votos (sobre todo entre aquel sector del electorado que sostiene cotidianamente la oposición norte/adversidad/trabajo versus centro-sur/abundancia/huevonería), ha sido justamente Samuel García el político neoleonés que más ha insistido en el tema desde el 2017, primero como diputado y candidato al Senado, luego como senador y aspirante al gobierno de Nuevo León.

Samuel García no representa, entonces, ninguna novedad, pero tampoco es un simple reproductor de las narrativas de excepcionalidad. Este joven regiomontano de 33 años (seis de ellos en la política) hace algo más con esas narrativas: las actualiza. El “Senatore”, el león fosfo, no recupera la supuesta excepcionalidad de Monterrey desde la nostalgia, desde lo perdido que debe ser recuperado, como lo hacía en la década de los setenta Abelardo A. Leal (quien proponía volver a hacer a Nuevo León un reino de nuevo) o como hace ahora Carolina Garza, la candidata a la gubernatura de Nuevo León por el Partido Encuentro Solidario y vocera del Frente Nacional por la Familia. En cambio, Samuel García moviliza los componentes clave de esas narrativas, de esa supuesta épica del hombre regio —el hombre como masculino y el hombre como individuo que actúa sobre los procesos y las colectividades— desde un tono que pretende ser juvenil, fresco y lleno de futuro, pero también recio, vigoroso y feroz. Junto con Luis Donaldo Colosio Riojas y Agustín Basave Alanís (candidatos a la alcaldía de Monterrey y a una diputación federal, respectivamente), Samuel García trata de colocarse a la cabeza política de los “nuevos leones”, los leones naranjas de Movimiento Ciudadano que llegaron para desplazar a los “viejos leones”, la añeja política local, en su eterna lucha contra el centralismo económico, político y simbólico (representado temporalmente por López Obrador).

Imagen compuesta por este blog con fotos tomadas de Internet. El personaje es Santiago Vidaurri (1809 – 1867), gobernador de Nuevo León a quien se atribuye el plan separatista del noreste, la región se llamaría República del Río Grande o República de la Sierra Madre.

Aunque pueda oler a novedad, a moda política global o a producto banal de las redes sociodigitales, la figura de Samuel García (que trasciende al individuo que la encarna) está constituida por un tejido sociohistórico de sentido en tensión con el estado-nación mexicano como una comunidad centralizada y centralizante, tensión en la que Monterrey se construyó como un otro interno de la mexicanidad.

Si ganara la gubernatura, Samuel García seguramente anhelaría llegar a la presidencia de la república. Pero, irónicamente, las mismas narrativas que lo habrían llevado a la silla de Nuevo León le obstaculizarían llegar a la silla presidencial. Lo mismo que hoy aglutina la figura del león fosfo, mañana puede separarle.

31 de mayo de 2021


* El autor invitado es Doctor en Estudios Científico-Sociales y profesor del ITESO. Co-fundador del proyecto de divulgación crítica Las Malditas Ciencias Sociales https://m.facebook.com/lasmalditascienciassociales/ López Feldman obtuvo el premio otorgado por el Museo de Historia Mexicana a la mejor tesis 2020 , «Re-sentimientos de la Nación: Regionalismo y separatismo en Monterrey», la cual fue recientemente publicada por la UANL y está disponible en formato electrónico.

** La foto de portada es un artículo que vende la plataforma Amazon.


Con el lema «Tu ausencia, dolor infinito», cerró en Monterrey la Semana Internacional de las Personas Desaparecidas. La manifestación congregó a cientos de personas y por primera vez caminaron juntas las organizaciones: AMORES, Buscadoras de Nuevo León A.C. y Eslabones Nuevo León, y CADHAC. Foto cortesía de Toño Hernández.

4 Comentarios

  1. Eso es muy cierto, el fosfo sepulto sus aspiraciones presidenciales, aunque su discurso jamas habría sido popular en el sur, llegara algún caudillo competente para liberar la nación neoleonesa del yugo de los mexicanos

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