El (re)surgimiento del negacionismo en el siglo XXI / por Mauricio Argüelles

Los casi dos años de la vigente pandemia han traído a la luz debates sobre la magnitud y forma de resolver ciertos temas de la agenda pública global: la misma crisis del coronavirus, la degradación de la capa de ozono y el consecuente cambio climático, las demandas de los movimientos sociales que buscan el respeto de los derechos de todos, todas por igual (el movimiento feminista, particularmente). Sin embargo, no sólo se trata de un debate sobre el tamaño o estrategia para afrontar el reto. Entre nosotros tenemos a una parte de la sociedad que incluso rechaza que exista el problema: hay quienes desmienten que el cambio climático se esté generando por la acción del hombre o incluso rebaten que exista alteración alguna; otros niegan que la lucha feminista sostenga demandas válidas y regatean su condición de movimiento social genuino; y por supuesto una parte importante de la sociedad niega la existencia del COVID-19 o bien rechaza las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades (como la misma aplicación de las vacunas).

Es interesante constatar el impacto de corrientes de pensamiento que en parte pueden ser reaccionarias pero que también podrían reflejar la desconfianza hacia las autoridades. Tenemos entonces los movimientos de las personas “anti” (como los antivacuna), e incluso doctrinas que no tienen empacho en asumirse como “negacionistas”. Por ejemplo, en Estados Unidos se originó hace unos pocos años el grupo de los tierraplanistas, quienes en pleno siglo XXI defienden la añeja idea medieval de que la tierra es plana: alegan que el universo como lo conocemos es un invento creado por la confabulación de la NASA y Hollywood. (Su sitio en Facebook cuenta actualmente con más de 56,000 seguidores, además de que realizan eventos presenciales masivos para asistir a conferencias sobre el tema, y Netflix incluso cuenta con un documental sobre esta asociación que ya está consolidada como una ONG). Los movimientos “anti” y los negacionistas sostienen su incredulidad en la idea de que en este mundo hay gente poderosa que actúa dolosamente para mantener engañada y pasiva a la población y así sacar ventajas económicas o de control político-ideológico, para lo que actuarían en corresponsabilidad gobiernos, grandes corporaciones empresariales, cúpulas de religiones e incluso científicos que se prestarían para desorientar con sus amañadas publicaciones. Este tipo de pensamiento está por lo general asentado en lo que comúnmente se conoce como “teorías de la conspiración”. En la Guerra Fría, el gobierno de Estados Unidos y de otros países dominantes capitalistas alimentaban la idea de que el comunismo era una amenaza para la humanidad, e incluso ligaban a los grupos marxistas con un lado oscuro o malévolo. Aquí estaríamos hablando de conspiraciones realmente creadas por el poder, pero estas otras conspiraciones aducidas por los ¿nuevos? movimientos negacionistas tienen un afán, como señala el psicólogo y especialista en el tema Pen Espen Stoknes[1], de generar una identidad y sentimiento de pertenencia entre la gente que se siente relegada del sistema y que busca presentarse al mismo tiempo como víctima y heroína defensora de la verdad.

Las personas negacionistas sostienen creencias que van en contra de la ciencia y del propio sentido común, muchas veces simplemente porque ellos o ellas no han realizado en carne propia el experimento; no lo han constatado con sus propios ojos. Esto es así en el caso de los fenómenos que tienen que ver con lo físico o la salud, como la negación del cambio climático o del COVID-19. En el caso de los fenómenos sociales también existe esta negación: desde el pensamiento ultraconservador, por ejemplo, se alega que no existen el machismo o el sistema patriarcal, que el movimiento feminista es más bien una “ideología de género” impuesta por una agenda internacional con intereses perversos que busca dividir a la sociedad, que la lucha por la instauración de los derechos de la mujer sobre su propio cuerpo (con la pelea por la despenalización del aborto antes de las 12 semanas) es parte de un intento de instituciones transnacionales de salud que buscan lucrar con la legalización del aborto en países como México o, en todo caso, que es una señal de que la sociedad ha llegado a lo más bajo en la falta de valores (como la defensa de la vida). En estos casos se niega que realmente haya una carencia de derechos. Los negacionistas de los fenómenos de injusticia social regularmente señalan que en su vida privada no se ha experimentado la violencia, el maltrato; se pierde aquí entonces la posibilidad de entender el fenómeno desde la perspectiva social ya que la propia biografía no lo confirma. Se pone al individuo como el centro de conocimiento y experimentación de lo empírico y se deja en muy segundo plano la divulgación de la ciencia, la posibilidad de leer textos académicos, el sentido común, e incluso la posibilidad de empatizar con el otro, la otra (aun y que no vivan las mismas situaciones que yo). Según el periódico El País, en los grupos negacionistas tienden a predominar las personas de mediana edad y adultos mayores que, ante el exceso de información producido por las redes sociales, experimentan una falta de dominio y por tanto son más manipulables ante noticias falsas. En cambio, los jóvenes ejercerían más la capacidad de elegir y descartar información de acuerdo con una intuición que habrían desarrollado por su exposición desde temprana edad a lo tecnológico, lo que les permitiría distinguir más efectivamente información manipulada respecto de la verdadera. Además, según este mismo diario, las personas negacionistas aparentan ser mayoría en las redes sociales porque tienden a pulsar, más que la gente que no es negacionista, la opción de ME GUSTA, o bien tienden a enviar más comentarios de apoyo para la opinión emitida[2].

Stephan Lewandowsky y John Cook[3], investigadores del fenómeno de los movimientos negacionistas, han publicado una “Guía para las Teorías de la Conspiración”, donde sobre todo abordan el tema desde la práctica de la empatía y comprensión para quienes se asumen como defensores de estas falsas teorías. Ante todo, estos autores diferencian las conspiraciones reales (que sí las hay) de las falsas conspiraciones, donde estas últimas tienen el problema de que la gente sostiene ideas que van en contrasentido del interés público y pueden afectar a la sociedad desde un enfoque de acción colectiva; esto es, las decisiones individuales de estas personas no abonan a la solución del problema social sino al contrario. Así sucede en cuanto a quienes niegan el cambio climático, el COVID 19 o la efectividad genuina de las vacunas antivirus (no sólo contra el coronavirus). Lewandowsky y Cook explican que estos movimientos existen como una manera de afrontar la incertidumbre, el caos y el desorden de la época, por lo que la gente busca tomar el control sustentando evidencia que ampare sus propias conclusiones sobre el tema que les preocupa.

Seamos o no parte de estos movimientos, este fenómeno es parte de nuestra vida social porque en cualquier lugar contamos con una gran diversidad de cosmovisiones del mundo, y el mundo negacionista podría estar más cerca de nosotros de lo que imaginamos: en nuestro círculo de amistades, en la familia, en nuestro ambiente de estudio o trabajo, quizás en nosotros mismos. El siglo XXI parece ser la época en que se podrían consolidar los grandes avances científicos y sociales por los que se luchó en épocas anteriores pero que ahora se ponen peligrosamente en duda. Sea lo que sea, esta era se anticipa cada vez más interesante para vivir; sobre todo para la nueva generación que afrontará el reto de convivir con tantos tipos de sociedades y formas de vivir, concebir e incluso desacreditar el mundo en el que nos toca coexistir.


16 de noviembre de 2021

arguellesperez@yahoo.com


[1] Vidette editorial Board, Editorial: A flat Earth might teach us a lesson.

[2] Echarri, Miquel, El negacionismo es cosa de “boomers”, El País, 13 de noviembre de 2021

[3] Lewandowsky, Stephan y Cook, John (2020). Guía para las Teorías de la Conspiración. Disponible en http://sks.to/conspiracy

Imagen de portada: Todavía en estos tiempos algunas personas creen firmemente que las estelas dejadas por algunos aviones son parte de un acto premeditado para expulsar tóxicos que van enfermando a las personas y sirven así para regular el crecimiento poblacional o bien para propulsar la industria hospitalaria y farmacéutica. Tamada de Internet.


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