La tarea de existir / por Luz Verónica Gallegos Cantú

Hace un año se publicó Lo urgente y lo importante: entre trayectorias escolares y travesías vitales, texto que elaboré para este mismo espacio virtual. En él me referí a lo que observaba en las respuestas inmediatas por parte de la tecnocracia de la educación con relación al cese de actividades académicas presenciales debido al confinamiento por la pandemia. Se esmeraron en trabajar con el fin de ejecutar exitosamente los programas preestablecidos para el ciclo escolar que estaba a punto de terminar en junio de 2020. Vimos que la solución al problema puso el foco en el establecimiento de planes retocados con el uso de plataformas y aplicaciones tecnológicas, puesto que a través de su uso se facilitaría el cumplimiento de las trayectorias marcadas en el currículum formal. La presencia del coronavirus sólo puso el acelerador de un proceso de tecnificación educativa que ya estaba prevista, y hasta bien avanzada en diversas instituciones educativas. 

En ese texto comenté también que la realidad alterna a lo que estábamos viviendo las personas implicadas en los procesos escolarizados no estaba siendo considerada: la brecha digital y las condiciones en los espacios domésticos, por ejemplo. Después, el tiempo nos haría saber que a eso se unirían las situaciones por las que muchas personas atravesamos, directa o indirectamente, con relación al estado de salud (física y mental), vinculadas o no con el virus. Y, para cerrar el escrito, dejé una pregunta como tarea para quienes nos dedicamos a la enseñanza: ¿Deseamos transmitir a nuestros estudiantes que los ciclos escolares son más importantes que la vida misma? Con la experiencia de un año de trabajo en línea, hoy puedo responder al cuestionamiento: no, no era mi deseo, pero es un contenido que sí he venido transmitiendo desde las clases que imparto en nivel de educación superior; negarlo sería como querer tapar el sol con un dedo.

En estos doce meses de impartición de clases he realizado diversas adecuaciones a los programas didácticos, a partir de saber que una parte del alumnado cuenta apenas con un teléfono celular para realizar las lecturas, responder actividades, asistir a reuniones y elaborar trabajos. En este tiempo también he observado los esfuerzos que hacen quienes no cuentan con red de internet en casa, y dosifican el uso de datos o recurren al cibercafé para mantenerse en contacto. Cámaras apagadas, preguntas y respuestas a través del chat, mensajes a través de compañeros de grupo… todo tipo de estrategias han estado presentes para demostrar que se tiene la intención de estar ahí durante las sesiones del curso. Reconozco el esfuerzo y respondo desde el cumplimiento del deber, aún sabiendo que también están quienes se pierden detrás de la pantalla, haciendo lo mínimo indispensable para aprobar el curso (como también lo harían en el formato presencial). 

La educación en tiempos de pandemias y evidencias. Imagen tomada de internet.

Sin embargo, llaman particularmente mi atención los estudiantes que han aprovechado la situación para estar en dos lugares a la vez: al mismo tiempo que están en una clase síncrona (reunión académica) se encuentran en el espacio laboral. Entiendo el tema de las necesidades económicas, pero… ¿es eso posible en términos de atención? 

La definición etimológica de atender es “tender el espíritu hacia” y, tomando en cuenta que durante los estudios de licenciatura tiene lugar la formación básica para la actuación en la vida profesional, se esperaría que el interés en el desarrollo de actitudes, conocimientos y habilidades durante ese tiempo, fuera prioritario: un compromiso. No obstante, lo que se observa (en esos casos) es que parte del estudiantado ha aprendido tempranamente el arte de la simulación, en donde el estudio queda en segundo plano. El manejo del tiempo se convierte en una estrategia en sí misma, y la existencia se fragmenta debido a las posibilidades que, sin una formación ética fundamental, derivan en el (auto)engaño.

En los casi trece meses de trabajo en línea, he observado que, para realizar estudios a distancia, efectivamente, como dicen los especialistas, se requiere de la autodeterminación que llevará a un buen final de carrera: la titulación. Considerando que ésa es la meta, tiene sentido pensar que el pensamiento estratégico resuelve la situación del momento. Aquí la meritocracia toma un lugar central. Y ése es el punto al que deseo llegar en esta reflexión; estamos heredando un mundo de fragmentación, fingimiento y farsa que se observa en la toma de decisiones de las autoridades educativas. Estamos enseñando (de manera consciente o no) que hay que reaccionar desde la inmediatez, sin hacer el paro obligado que requiere la acción de pensar. La existencia se ha vuelto reactiva e irreflexiva, contrario a lo que nos hubiéramos imaginado en las primeras semanas de confinamiento, en donde algunos supusieron que el mundo podía transformarse a partir de esta situación.Contrario a eso, y siguiendo la idea de Joan Carles Mèlich, la escuela se ha encargado de reproducir un sistema de muerte, en donde existir, salir de sí mismo de manera creativa y no desde el encapsulamiento del yo, nos permitiría responder con alternativas a la altura de los eventos que nos acontecen. Desde la educación formal se ha desaprovechado la idea de “inventar la propia vida, y arrancarnos la herencia del mundo, porque la vida se construye, se inventa a salto de mata”[1]. Seguir la programación resultó seguir siendo lo importante.

Aunque hemos aprovechado los espacios de libertad que nos da el trabajo en el espacio áulico (virtual), quienes nos dedicamos a la docencia hemos colaborado en este plan macabro de continuar actuando con la mirada en los fines y no en los procesos. La educación se vive en gerundio: la práctica educativa se lleva a cabo educando, y lo hemos dejado de lado. He ahí el contenido de fondo de lo que estamos enseñando: lo importante es mantener el paso y fingir que nada pasa, que la enfermedad y la muerte son sólo datos estadísticos.

Pero no todas, no todos; sabemos que también hay espacios de libre aprendizaje en donde las experiencias han sido de vida y creación, pero al respecto les platicaré más adelante.

26 de abril de 2021


[1] En esta cápsula, el autor sintetiza sus ideas de manera clara y contundente: https://www.youtube.com/watch?v=Y0Resy99x2w&t=1004s


Ilustración de portada: Pedro Zeuqram

2 Comentarios

  1. Y lamentablemente muchas universidades perdieron esa importancia en el estudiante, en el Docente y en el proceso de enseñanza-aprendizaje y se enfocaron en números, pero siempre y cuando sean positivos, que mantengan la matrícula.

    Aunque en educación básica es algo que se vive lamentablemente desde hace muchos años, ese afán de “pasó sin saber”, llegan a medio superior con la misma idea y la sorpresa es otra. Pero ahora desde la “virtualidad” muchas instituciones han rondado esa medida de la SEP, con el fin de mantener a flote las cosas.

    Pero se dice a manera de meme: “vendrán cosas peores” y si, esos profesionistas que no aprendieron, que les faltaron recursos y se quedaron estancados, quienes los tuvieron y prefirieron hacer otra cosa que atender, docentes que simplificaron para no perder su empleo y escuelas que acreditaron para no perder sus números. Todos somos culpables ante la indiferencia de lo qué pasa, porque al final, no importa.

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  2. Ninguna institución o profesión estaba preparada para atender los aspectos socioemocionales de vivir enclaustrado y “asistir” a clases. Ni los maestros

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