Pensar el futuro desde la pandemia / Por Anne Fouquet

Hace poco más de un año el mundo se encerró para enfrentar el virus de la Covid-19. Las medidas de confinamiento se aplicaron en casi todos los continentes frente a la velocidad de circulación del virus. Cada nación tomó y sigue tomando medidas de control cerrando sus fronteras, encerrando y limitando la movilidad de sus poblaciones. Mucho se ha comentado sobre lo que reveló la crisis sanitaria en cuanto el estado actual del mundo, los límites de la globalización sobre grandes temas, y sobre otros en apariencia más pequeños, como las penurias de las mascarillas, hechas en su mayoría en países asiáticos, lo cual iba dejando al resto del mundo sin ese pedazo de tela imprescindible para protegerse del virus. Desde el principio de los diferentes confinamientos, se empezó a hablar del “Mundo de después” como un mantra para visualizar lo positivo en medio de una situación inédita para la gran mayoría de la humanidad, o para reforzar los augurios del fin del mundo. 

Haciendo una breve búsqueda en Google combinando tres idiomas (español, francés e inglés) con las palabras “nuevo mundo” y “coronavirus” arroja más de 3 millones de entradas. Este simple indicador da cuenta del optimismo que brotó durante los primeros meses de la pandemia. Aprovechando este paréntesis en la carrera productivista de la globalización, se imaginó un mundo diferente al salir de la pandemia. Se elaboraron varios escenarios y algunos intelectuales han propuesto pistas de reflexión para pensar el “nuevo mundo”. Entre ellos, el sociólogo francés Bruno Latour, quien lanzó el 30 de marzo del 2020 un cuestionario titulado “Pensar los gestos-barrera contra la vuelta a la producción anterior a la crisis”[1]. Invitaba entonces con ello a pensar diferente. Hacía tiempo que no se pensaba el futuro, y menos de forma optimista. El mundo de después de la pandemia sería menos productivista, más solidario, consumiría más en relación con lo local, contaría con una producción relocalizada… Sería un mundo desglobalizado. 

En paralelo a estos optimistas se reforzó la corriente de los colapsólogos[2], quienes advierten del hundimiento de la civilización industrial frente a los riesgos sistémicos (crisis financieras, escasez de recursos naturales, crisis climáticas) contenidos en el modelo económico actual. Sin entrar aquí en los detalles de la tesis de los defensores de la teoría del colapso, nos parece interesante resaltar algunas de las soluciones sociales que proponen para hacer frente a los inexorables cambios anunciados: resiliencias, autonomía y nuevas solidaridades comunitarias son presentadas como la salida posible frente al caos anunciado. 

A un año del principio de la pandemia, ¿qué queda de este optimismo beato y del pesimismo resignado?, ¿qué reveló la crisis sanitaria acerca de los cambios sistémicos en curso? Varios niveles de lectura son posibles: desde las fallas estructurales del modelo social europeo con un sistema de salud que fue incapaz hacer frente a la crisis después de décadas de abandono y recortes, pasando por el aumento de las desigualdades sociales, la pérdida de empleo, el aislamiento social, el aumento de la violencia intrafamiliar, las condiciones de las viviendas, etc.; también por el regreso del Estado, tanto en Europa como en América del Norte y parte de Asia, que asumió políticas nacionales como el cierre de las fronteras y la carga financiera del desempleo técnico para las y los trabajadores de los sectores “no esenciales”; hasta las consecuencias más sistémicas causadas por el confinamiento y el paro de la economía y de la vida social: el trabajo a distancia, la educación vía pantallas y el consumo de plataformas. Estas tres tendencias que se han impuesto no aparecieron durante el confinamiento, pero sí fueron potencializadas por éste. 

El trabajo: desempleo y virtualidad

Al parar la actividad económica durante algunas semanas, la pandemia ha modificado el mundo del trabajo. Los cambios son numerosos y aún no se logra perfilar su dimensión. La Organización Internacional del Trabajo señala un aumento importante del desempleo y de la caída de la actividad a nivel mundial con un golpe más fuerte para los jóvenes y las mujeres, que han sido no solamente afectados por la pérdida del empleo sino también por una disminución de sus ingresos[3]. La crisis sanitaria ha dividido los diferentes tipos de trabajo entre los de sectores esenciales y los de sectores no esenciales. En la primera línea se encuentra el sector salud, seguidos de los indispensables para hacer funcionar una sociedad, incluso en modo lento: acceso a la comida y recolección de la basura, más los servicios indispensables como la electricidad y las comunicaciones. El resto de la población trabajadora fue mandada a casa durante las primeras semanas de los confinamientos.

De izquierda a derecha: Mi mujer, mi banco, mi empleador, mi tienda, mi tv.
Pierre Kroll

Desde casa se ha implementado el trabajo a distancia, o home office, como se conoce en México. Este había empezado a desarrollarse de forma paulatina décadas atrás mediante las herramientas tecnológicas que ofrecen las TIC´s (Tecnologías de Información y de Comunicación). Se veía entonces como una solución para escapar a las complicaciones y al cansancio de los traslados casa-trabajo-casa; también para equilibrar estilo de vida y trabajo. Era más entonces una petición de algunos de las y los empleados que una iniciativa de las empresas, que se resistían tanto por cuestiones de seguridad de su información como por desconfianza hacia la productividad de sus empleados desde casa. La obligación de pasar al teletrabajo por el confinamiento ha permitido avanzar una década en unos pocos meses. Los y las empleadas han resultado más productivos de lo que esperaban sus empleadores. Las videoconferencias han invadido nuestras casas. Ahora también se están observando los límites del teletrabajo en cuanto a los riesgos psicosociales: pérdida de sociabilidad, exceso de controles, dificultad para poner límites entre tiempo de trabajo y de no-trabajo. También otros costos se han añadido al teletrabajo, como los de la instalación y adecuación de un espacio laboral dentro de casa, o los costos energéticos que implica este desempeño. 

A mediano plazo, el desarrollo del teletrabajo cuestiona también el sector inmobiliario de las oficinas, así como las propias disposiciones de éstas, como los espacios abiertos que pulularon durante esta última década y que, ahora, frente a las necesarias medidas de distanciamiento social, parecen obsoletos. 

La educación a distancia y la necesidad de socialización

En algunos países, como es el caso de México, la educación ha sido sacrificada. La niñez y la juventud en edad de asistir a la escuela no ha pisado un salón de clase desde hace un año. Para los más afortunados, las clases virtuales fueron aseguradas por una planta académica preparada y mediante diferentes tipos de plataformas para asegurar la continuidad académica desde casi el principio del confinamiento. Para muchos otros, se tuvo que esperar el nuevo ciclo escolar de agosto 2020 para regresar a sus aulas virtuales mediante la televisión, otro soporte desde el sitio Aprende en casa desarrollado por la Secretaría de Educación Pública. En los dos casos, la educación escolar se ha instalado en las casas y ha modificado las dinámicas familiares. Este modelo de educación virtual en el cual las familias, en su gran mayoría las madres, se han convertidas en co-educadores de hecho y sin pedirlo, en donde los niños y las niñas están empezando a mostrar señales de agotamiento físico y sobre todo emocional, nos cuestiona en cuanto a los modelos educativos que pueden surgir de esta experiencia de la virtualidad. 

Aprender en pantallas. Foto de Telam

Al igual que el teletrabajo, la educación a distancia o virtual no es nueva. Si bien la crisis ha permitido el desarrollo de nuevas técnicas educativas, de materiales interactivos y otros gadgets, también ha aumentado la deserción y la desigualdad escolar. Tanto a nivel primario como en los niveles secundarios y universitarios, la falta de presencia física ha resaltado el papel de la socialización en los procesos de aprendizaje. Es probable que la educación digital se quede como una opción de la oferta educativa, pero podemos esperar que la crisis sanitaria haya mostrado los límites de ésta.

Formas de consumo 

Otra tendencia que se ha venido reforzando durante la pandemia es el desarrollo del comercio virtual o e-comercio, que ha aumentado un 20% a nivel mundial. El cierre físico de muchos comercios obligó a muchas empresas comerciales a digitalizar sus formas de distribución y las aplicaciones y otros drives de recolección de mercancía se han multiplicado. Los cambios en las formas de pago también se han acelerado con la difusión siempre más importante de los pagos electrónicos o sin contactos. 

Consumir con clicks. Imagen tomada de Internet

El hacer las compras vía internet tampoco es una modalidad nueva, sólo que ahora es mucho más común y que la pandemia ha dirigido hacia las tiendas en línea nuevos consumidores que hasta la fecha no se habían atrevido a comprar de esta forma, como es el caso de los de más edad. Las consecuencias de estos nuevos comportamientos por parte de los consumidores sobre la organización del consumo son diversas: más almacenes, más logística y más repartidores de un lado; y del otro, menos comercios locales. 

***

Estas tres grandes tendencias anuncian cosas que parecen haber venido para quedarse y los sueños de un mundo mejor elaborados al principio del confinamiento no parecen aún cumplirse. Falta ver qué pasará en los próximos meses cuando, gracias a una población vacunada, se reinicie la actividad económica. Cuando la realidad del mundo de antes se tope con los sueños del mundo de después, quizás se empezarán a ver los verdaderos cambios.

Lo que de momento está claro es que lo que parecieran cambios fuertes no son más que tendencias preexistentes que la pandemia ha potencializado. Lo que queda sin duda de esta pandemia es la posibilidad de pensar el futuro, un futuro diferente, más centrado en lo público y menos en el individuo.

22 de marzo de 2021




[1] Publicado por AOC (Analyse, Opinion, Critique). Disponible en español en: https://ctxt.es/es/20200401/Politica/31797/economia-coronavirus-crisis-produccion-gestos-barrera-empresas-medioambiente-bruno-latour.htm

[2] Pablo Servigne y Raphaël StevensColapsología: El horizonte de nuestra civilización ha sido siempre el crecimiento económico. Pero hoy es el colapsoArpa Editores, 2020.

[3] “En 2002, se han registrado pérdidas de empleo sin precedentes a nivel mundial, llegando a 114 millones de empleos si se compara con las cifras de 2019. En términos relativos, las pérdidas de empleo son más elevadas para las mujeres (5%) que para los hombres, y para los trabajadores jóvenes (8.7%) en relación a los trabajadores de más edad.” Observatorio de la OIT: El COVID-19 y el mundo del trabajo. Séptima edición. Estimaciones actualizadas y análisis.

Ilustración de portada: Imagen de Shirin Abedinirad

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