Cuando nos llueve sobre mojado: de Alex a Hanna / Por Séverine Durin

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Hace diez años, al inicio del mes de julio 2010, el huracán Alex azotaba la metrópoli regia. Ante las lluvias incesantes y torrenciales, los ejes viales que bordeaban el Río Santa Catarina se derrumbaron, y las aguas frondosas arrastraron las canchas de césped artificial a su paso. Se inundaron colonias ubicadas en los alrededores del río y de arroyos.

El paso del huracán Alex fue así como la cereza del pastel, luego de varios meses de vivir bajo tensión, atemorizados, ante los enfrentamientos armados, las desapariciones de personas, y el patrullaje incesante de la ciudad por distintos actores armados. La Marina Armada de México había llegado a la metrópoli desde marzo, el mes funesto en que fueron ejecutados Jorge y Javier, estudiantes del Tecnológico de Monterrey, entre otras muchas personas cuyos nombres no quedaron en la memoria colectiva.

Muchas personas se encerraron en sus casas, pusieron rejas en las puertas de entrada de sus domicilios, dejaron de salir de noche, y se autoimpusieron un toque de queda a las 6 pm. También, hubo quienes tuvieron que irse para salvar su vida. Entrevisté a más de sesenta personas que se vieron obligadas a cambiar de residencia durante esta temporada de violencia generalizada, todas oriundas del noreste de México, a raíz de los secuestros, enfrentamientos armados en la vía pública, o de las amenazas en contra de personal de los medios de comunicación y de las alcaldías. Gran parte de los desplazamientos forzados ocurrieron entre 2008 y 2012, aunque iniciaron antes en Tamaulipas, entidad donde persiste este drama humanitario. Verse obligado a dejar casa, comunidad, trabajo, familiares y amistades, supone muchas pérdidas, pero la vida no tiene precio.

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Video La Huida, de Denise Dresser

Y esto es lo que estamos sintiendo de nuevo en 2020. Tenemos miedo a morir, o que seres queridos, muy queridos, mueran. Hoy, bajo el lema #QuedateEnCasa, las autoridades sanitarias en sus distintos niveles de gobierno están tratando de contener la pandemia de SARS-Covid 19, una enfermedad respiratoria aguda para la cual aún no se cuenta ni con un tratamiento ni con una vacuna, y que ya afectó a 16 millones de personas en el planeta y a 385 mil en México. De estos mexicanos contagiados, más de 43 mil han fallecido; sabemos que son más, porque se esperan los resultados de más de 8 mil pruebas, por lo que podrían alcanzar una cifra mayor a 50 mil personas. Una verdadera tragedia humanitaria ocurrió en cuestión de 4 meses.

En 2010 también, ocurrió una tragedia humanitaria en cuestión de meses, que dejó un muy triste saldo de personas ejecutadas y otras desaparecidas, la mayoría sin localizar hasta hoy. Hasta ahí el paralelismo, porque observo una diferencia mayúscula entre ambas épocas. En tiempos de Alex, el primer huracán de la temporada, con nombre de varón, la economía moral bélica contribuyó a desacreditar a las personas fallecidas, a presentarlas como “daños colaterales”, asimismo con las personas víctimas de delitos como el secuestro y la desaparición. “Seguramente, en algo andaban” decía la gente, tal vez ante el deseo de verse protegida, protegido, de las actuaciones de este extraño mal que azotaba a la ciudad y al noreste.

Sí, experimentamos una pandemia también, que estigmatizó a las víctimas directas y sus familiares. Lo que se contagió de boca en boca entonces, fueron ideas de sentido común, sobre el actuar de las víctimas y la valía de sus vidas, incluso el entonces mandatario, el Presidente Felipe Calderón, las llamó “daños colaterales”.

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La infancia, víctima de la Guerra contra el Narco

Hoy, el avance de la pandemia nos estruja porque las personas contagiadas, y aquellas acaecidas, tienen nombre, rostro, un vínculo con nosotros. Es el amigo, la comadre, el abuelo, la maestra de la escuela del niño, el cantante que tanto me gustaba, un ex colega. Sus vidas perdidas son vistas como una tragedia, de la que no son responsables, sino que se vieron interrumpidas por un extraño mal que los científicos aún no logran detener.

Los sistemas de salud públicos, golpeados por las políticas neoliberales, además de la corrupción en México, están al límite e incluso rebasados. Todos los días, los gobiernos informan acerca de la pandemia, sus alcances y sus aristas, así como las nuevas medidas, que varían de una entidad a la otra. ¡Salvemos las vidas! Es la nueva impronta, bajo el lema #QuedateEnCasa.

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El coronavirus en México

Lamento que las terribles pérdidas de vidas humanas por armas de fuego que ocurrieron en el 2010 sigan ocurriendo, así como las desapariciones, y que esta otra pandemia no haya terminado. Así como lamento las vidas perdidas por el Covid-19 y de todas aquellas personas que no pudieron ser atendidas, por la saturación del sistema de salud pública.

Hanna, un huracán devenido tormenta tropical sobre Monterrey, bien podría estarnos diciendo que no hay daños colaterales. Solo habemos personas, con nombres, apellidos, vínculos afectivos y sociales, y que todas las vidas importan.
#HastaEncontrarles
#VerdadYJusticia

27 de julio de 2020

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