Movilidades… desde la India / por Anne Fouquet

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Había empezado este editorial desde mi viaje en la India, donde pasé unas 5 semanas durante el sabático que me tomé después de mi retiro “voluntario” de la Institución donde trabajé durante 20 años. Este tiempo fuera, fuera del tiempo, fuera del trabajo, fuera de México, permite tomar distancia con el ritmo cotidiano en el cual nos sumergimos frenéticamente.

Desde la playa, instalada en un pequeño Beach Shack,[1]  me preguntaba sobre qué podría escribir estando en el otro lado del mundo. Me quedaba encontrar un punto que pudiera tener sentido desde allá por aquí; pero antes es necesario darles algunas aclaraciones sobre el lugar donde estuve.

Goa es el estado más pequeño de la India y presenta dos características peculiares que lo hace diferente al resto del país: primero fue una colonia portuguesa hasta 1961, fecha en la que se incorpora a la República de la India, lo que explica la presencia de una importante población católica y de un sinfín de iglesias y capillas al lado de los templos hindús.

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Otra particularidad de Goa es la presencia de una importante comunidad de foreigners que se instalaron desde la década de los 60 en búsqueda de playas vírgenes y de un estilo de vida libre de ataduras. En las décadas siguientes llegaron los hijos de los hippies de los 60 atraídos por la música electrónica que se desarrollaba en ese entonces en unas party improvisadas en las playas.

Así, al lado de la población local vive una importante comunidad (de europeos en su mayoría) quien durante la “temporada” –que empieza en diciembre y termina en abril, justo antes del monzón­– organiza su vida alrededor de negocios de ropa, de comida, de bienestar o de otras actividades menos legales para los nuevos turistas, tanto indios como rusos atraídos por los kilómetros de playa del estado.

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Así fue mi experiencia en la India, entre iglesias y capillas católicas en medio de europeos instalados, algunos de ellos, desde hace más de 30 años y otros mucho más recientes. Los “foreigner” de hoy son de la generación 2.0 conectados a internet haciendo negocios desde Goa hacia el resto del Mundo.  Lo cual me daba para varios temas a discutir, entre ellos la migración “feliz”, esta migración escogida que lleva por el mundo a occidentales en búsqueda de nuevas oportunidades, de otros estilos de vida. Pero no, mejor me decidí por algo que pudiera hacer ecos con la realidad regiomontana: la movilidad.

Hoy en día las playas de Goa están invadidas por las clases medias indias y rusas que entraron de plano, junto con el neoliberalismo, en la sociedad del consumo y de la diversión. Las construcciones de hoteles y residencias son la parte visible de esta nueva ola turística en el pequeño estado, junto con el aumento de motos, scooter y autos en las estrechas calles y carreteras. Y al igual que en otras partes del mundo, los cambios se notan en los modos de movilidad.

Aquí no hay centro ni plaza que organicen el pueblo. Los templos e iglesias, al borde de las calles, son los centros de reunión, y las calles los ejes de circulación de todos y todas incluyendo los monos, las vacas, los perros, la gente a pie, las motos, las bicicletas, los autos, los camiones y los autobuses. Así, para moverse, la gran mayoría de la gente lo hace en un scooter o una moto, los autos son aún un lujo para los locales. El manejar en medio de toda esta población es una verdadera experiencia. Evitar y esquivar los numerosos obstáculos da otra dimensión a la manejada. Los perros que surgen de los campos o de las casas, los peatones que caminan en el mismo sentido que los vehículos, como si fueran uno más. Las bicicletas y los scooters donde va la familia completa y las compras del mercado. El transporte colectivo, autobuses de otra época, se anuncian al sonido de una música estridente. Los camiones de carga son más estrechos que los que conocemos en México para poder circular en las pequeñas calles. Y en medio de todos estos vehículos se encuentran las vacas.

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Sagradas en la India, las vacas pasean por donde sea, libres siguen su camino solas o en manada. India es el país en el Mundo que cuenta con el ganado más grande con 300 millones de cabezas.[2]  Desde la victoria del partido nacionalista hindú y la nominación en 2014 de Narendra Modi como Primer Ministro –que defiende un nacionalismo hindú en contra de las otras comunidades, en particular de la musulmana– se han multiplicado las legislaciones a favor de la protección de las vacas. Las multas por matar una vaca son altas y llegan hasta la cadena perpetua en el estado de Gujarat, estado del cual Modi fue gobernador.

Así en unas calles que se llenan día con día de más autos y más motos conforme empieza la temporada turística, se podría pensar que las vacas corren peligro. Sin embargo, el alto costo de chocar con una vaca hace que las vacas terminen regulando la circulación en las calles. Son un antídoto muy eficaz contra los excesos de velocidad hasta ahora. Es imposible lanzarse a más de 40 km por hora sin correr el riesgo de chocar con cualquiera de los múltiples habitantes de las calles. Las vacas se han convertido en las guardianas de las calles, donde no es necesario tener radares o policía para hacer respetar los límites de velocidad. En estos momentos de búsqueda de soluciones para disminuir los problemas de movilidad y de convivencia en las calles, las vacas sagradas de la India nos aportan pistas de reflexión.

13 de enero de 2020

** Fotos: Anne Fouquet

 

[1] Los Shacks son similares a las palapas de las playas mexicanas.

[2] Los 300 millones de cabezas de ganado se dividen en 190 millones de vacas y 110 millones de búfalos. Para tener un punto de comparación, en la Unión Europea se cuenta con 90 millones de cabezas.

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