1968-2017 ⇒ 2 de octubre, no se olvida!!
Un acercamiento al campo mexicano inmerso en una ruralidad neoliberal.
En la década de los ochenta, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari optó por acelerar los procesos de apertura y privatización de la economía nacional, siguiendo el modelo propuesto por el Banco Mundial y el FMI, que ya había sido aplicado por algunos países latinoamericanos. La reforma del Artículo 27 Constitucional y el Tratado de Libre Comercio, ampliaron la ruta para la aplicación del modelo neoliberal en el campo mexicano[1].
Lo primero que llama la atención al acercarnos al tema, es la divergencia entre las interpretaciones de la implementación, desarrollo y efectos del proyecto desde la perspectiva oficial -que pondera los éxitos logrados- y la que proviene de la investigación académica y periodística, que refleja el peso de la práctica neoliberal en el campo. Como ejemplo de ello, mostramos lo señalado en ambos casos respecto los mismos temas.
Discurso oficial (DO): “El trabajo conjunto de los sectores público y privado ha contribuido a una mayor disponibilidad y acceso de la población a los alimentos, así como a la generación de excedentes exportables, en los productos en los que nuestro país tiene un lugar ganado en el mundo”.
Investigación académica (IA): “pérdida económico-estructural de la autosuficiencia y la soberanía alimentaria, y la creciente dependencia de la seguridad nacional de un veleidoso mercado internacional de alimentos (… son) algunas de las secuelas más elocuentes de la estrategia rural neoliberal de tierra arrasada”. [2]

DO: “La confluencia de iniciativas ha propiciado que las actividades productivas en el campo se constituyan en detonador de más progreso para el país”.
IA: “…. el neoliberalismo, donde todo el entorno es reducible a ser mercancía, a ser “cosa”, en donde no prima la posibilidad de lo humano, sin antes haberse consumido en su propia condición de mercancía”[3].

DO: “La labor realizada en el campo ha sido la base para tener un sector rural moderno y productivo y que México se haya consolidado como una nación productora y exportadora de alimentos”.
IA: La etapa reciente del derecho agrario mexicano se ubica en los márgenes de una nueva recomposición internacional del trabajo, como consecuencia de la hegemonía internacional ejercida por el imperialismo norteamericano y de los “pactos” que los grandes conglomerados han aplicado, bajo la concepción de un “liberalismo económico a ultranza” (…) que desde luego, es concomitante a la intensificación –catastrófica- de la pobreza.[4]
Los investigadores nos proveen de información sobre qué es y cuáles son los objetivos del proyecto neoliberal para el campo en el contexto de la globalización. Algunos de sus comentarios son: “implementación de un modelo polarizante que fortalece las áreas agrícolas más productivas de las empresas más eficientes, a la vez que excluye a las unidades de producción, grandes o pequeñas, que no pueden competir en el mercado”[5]; “Las nuevas tecnologías propuestas por el sector privado son selectivas. Este proceso se mide con mucha claridad con el ensanchamiento de la brecha productiva que existe entre las empresas más y menos eficientes. Hoy más que nunca tenemos un campo polarizado y desarticulado con una mayoría de productores ineficientes, pobres y escasamente vinculados al mercado y una minoría de empresas eficientes, integradas a las cadenas productivas”[6]; “Constatamos que ahora coexisten procesos de intenso crecimiento agropecuario con la expansión de la pobreza rural, lo que contradice todos los planteamientos desarrollistas hechos hasta la fecha. Las sinergias entre los sectores de la economía que funcionaron más o menos en tiempos de las economías nacionales ya no dan resultados con la globalización”[7].
En cuanto a resultados y consecuencias, constatamos lo mencionado en las investigaciones. Destaca un importante crecimiento de la producción en aquellas agroempresas que disponen de todo tipo de tecnologías, almacenaje, transporte, capital, crédito y el beneficio de las políticas públicas (subsidios, impuestos, uso del agua, tolerancia a la contaminación y destrucción ambiental), etcétera. En otra posición se encuentran los campesinos dedicados a la producción de productos básicos, cuya participación a nivel nacional se ha reducido sensiblemente debido a su precariedad social y la de sus procesos productivos, la reducción del área de producción y el ingreso masivo de los productos foráneos[8]. En este contexto, se incrementan las importaciones de alimentos de los países desarrollados, sobre todo estadunidenses, y se agrava la pérdida de la soberanía alimentaria.
Otra consecuencia de la política neoliberal es la pluriactividad como práctica cotidiana en casi todos los hogares campesinos. Sin ser un hecho nuevo en la agricultura, “su actual significación e importancia no tiene precedentes”[9], la mayor parte de los hogares son pluriactivos. En los hogares que sufren algún tipo de pobreza, la disminución de los ingresos que provienen de la agricultura es compensada con el trabajo asalariado, los micro-negocios, las remesas y los subsidios gubernamentales. Esta situación no se presenta “en los niveles de ingresos más altos, en las empresas en donde el hogar se diferencia claramente del negocio. Ahí prevalece el criterio empresarial de la especialización”[10].

Un efecto del modelo neoliberal para el campo es la desaparición de no pocos núcleos campesinos. De acuerdo al Dr. Hubert C. de Grammont, hasta el 2004 habían “desaparecido 1.4 millones de hogares agropecuarios de todos los tamaños”. Los hogares de autoconsumo han desaparecido por razones diferentes a las de los hogares mercantiles. Los primeros abandonaron su muy escasa actividad agropecuaria porque se ganaban mejor la vida migrando para buscar un salario, mientras que los segundos no pudieron resistir las nuevas reglas de la competencia (menos subsidios en el contexto de un mercado más abierto).
Ante este panorama nada halagüeño para las comunidades campesinas, cierro con la propuesta del Dr. Hubert C. de Grammont: “una mayor intervención estatal en el mercado es necesaria si se quiere abrir la posibilidad de una economía campesina eficiente, que permita asegurar la seguridad alimentaria con una agricultura social y ecológicamente sustentable. Debe considerarse también la posibilidad de fortalecer la multifuncionalidad del campo, sobre todo a través del fomento de la sustentabilidad ambiental. En este terreno, la pequeña producción familiar puede lograr ventaja competitiva frente a la producción a gran escala”.[11]
Comunidad purépecha gana premio Energy Globe Award 2016
2 de octubre de 2017
[1] El fortalecimiento del neoliberalismo de los años ochenta a la fecha, forma parte de un proceso iniciado en el siglo XIX con el triunfo del modelo liberal capitalista como política de Estado, conservando su vigencia en la etapa posrevolucionaria del siglo XX. Las demandas de justicia social para las comunidades campesinas y los pueblos indígenas fueron incorporadas a la Constitución de 1917, sin por ello alterar los principios del capitalismo liberal.
[2] Marcos Chávez. La “contrarreforma” agraria y la pérdida de la soberanía. Revista Contralínea México.10 de diciembre de 2013.
[3] Dr. Carlos H. Durand Alcántara, Crítica a la nueva ruralidad en el marco de la era neoliberal (su visión sociojurídica). Biblioteca Jurídica, marzo 2017.
[4] Dr. Carlos H. Durand Alcántara, op. cit.
[5] Hubert C. de Grammont. «La evolución de la producción agropecuaria en el campo mexicano: concentración productiva, pobreza y pluriactividad.»
[6] Grammont, op. cit.
[7] Grammont, op. cit.
[8] Marcos Chávez, op. cit.
[9] Grammont, op. cit.
[10] Grammont, op. cit.
[11] Grammont, op. cit.
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