
“En cada una de sus formas, la violencia es venenosa y destructiva…. No hay lugar para la violencia en un mundo de amor y bondad”. Así inicia y termina la disculpa pública de Will Smith en Instagram, después de su reacción -una bofetada- ante un comentario de Chris Rock sobre la condición de salud de su esposa, Jada Pinkett. Se disculpó y ahora incluso ha renunciado como miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Entre las reacciones al hecho hubo de todo: una oración de Denzel Washington agregando un “¿quiénes somos nosotros para condenar”, una supuesta risa de Jada o la apología de la actriz Tiffany Hadish subrayando lo mucho que significa para ella, como mujer que ha estado desprotegida, que alguien diga: “mantén el nombre de mi esposa fuera de tu boca”. ¿Agresor o agredido?; ¿acto violento o defensa justa?
Hay opiniones muy diferentes respecto al tema, pero todas, aun la del propio Smith, rechazan la bofetada como una respuesta adecuada; “no hay lugar para la violencia”, dijo. Sin embargo, la bofetada no es el único acto de violencia en esa historia; otros han considerado también como un acto violento el comentario-chiste de parte de Rock que incluso ha sido calificado como bullying; por otro lado, el mismo Smith, complica las cosas aceptando que esos sucesos “son parte del trabajo”. ¿Son parte? Es en esto donde quisiera poner la mirada ahora: vemos unas violencias mientras pasamos por alto algunas otras más discretas o menos tangibles.
Estamos rodeados de violencias a toda escala. Vemos guerras entre naciones, una entre Ucrania y Rusia ha iniciado hace poco más de un mes (o continuado una entre Rusia y la OTAN), pero también hay otras menos publicitadas en Afganistán, Yemen o Etiopía; a nivel nacional podemos recordar los eventos en el Estadio de Futbol de Querétaro entre los aficionados y ahora en el ambiente artístico la bofetada de Will Smith de la que hablamos; todos estos hechos son tan visibles como los edificios destruidos o la sangre de los aficionados y socialmente hemos venido aprendido a rechazarlos en gran medida. Escuchamos con frecuencia: ¡No a la guerra! ¡No a la violencia en el deporte!
Sin embargo, los rostros de la violencia no son siempre visibles, pensemos por ejemplo en el bullying de un chiste ofensivo o en las muchas manifestaciones ocultas de la violencia de género (chantaje emocional, humor sexista, comportamientos controladores y todos los tipos de micromachismos que existen). Podemos agregar como ejemplos de estas violencias que no se ven: la humillación, ignorar o etiquetar a los demás, la manipulación o el abuso verbal. Además, existen otras violencias como la desigualdad, la impunidad o la corrupción, que además de invisibles están permeadas en la cultura y no son responsabilidad de una persona en concreto sino de enteros sistemas sociales, económicos o políticos. La situación es que identificamos y rechazamos con facilidad los primeros ejemplos (llamadas violencias directas), pero nos cuesta muchísimo más trabajo identificar y nombrar las otras violencias (violencias estructurales y culturales en la teoría del Dr. Galtung) y no sólo no las denunciamos sino que, a veces, sin darnos cuenta quizá, las justificamos.

¿Nos atreveríamos a decir que son menos importantes estos tipos de violencia porque son menos visibles?, ¿es más grave la bofetada de Smith que el bullying de Rock?, ¿o duele menos un golpe que la humillación constante?, ¿es menos grave vivir llena de miedo que llena de moretones?, ¿hasta cuándo vamos a sostener incoherencias culturales que nos hacen decir que “a la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa” pero permiten que se establezcan relaciones cotidianas de dominio, manipulaciones emocionales, brechas salariales o impunidad e indiferencia delante de feminicidios?
Nos escandalizamos y calificamos de violentas algunas pintas en las paredes o algún monumento maltratado, centrando en eso el discurso público, rechazando las marchas del 8M y haciendo a un lado todas las otras luchas tan válidas e importantes: búsquedas de desaparecidas, feminicidios, brechas salariales, abusos laborales o acosos constantes, como si éstas no fueran violencias. Si eso sucede con violencias tan visibles (y visibilizadas) imaginen los años luz que nos falta recorrer para identificar y rechazar, nombrar y combatir todas las muchas violencias que no se ven y, por esa causa, no sabemos combatir. ¿Cuánto nos vamos a tardar en llamar violencia a la desigualdad o violentos a los sistemas económico y político?, ¿cuánto tardaremos en dejar de minimizar los abusos psicológicos delante de los moretones en el rostro?, ¿cuánto tardaremos en abandonar lenguajes, frases, historias, canciones que nos mutilan como seres humanos, a ellos negándoles la posibilidad de expresar todo su mundo afectivo, a ellas llenándolas de desventajas en un mundo competitivo?, ¿no es violento que aceptemos pagar millones a un futbolista y precaricemos el trabajo de médicos y maestros, que nuestras opciones de consumo destruyan el planeta o el color de tu piel o tu origen te quite o de automáticamente un cierto prestigio o posición social?
Estamos rodeados de violencias pero, o nos hemos acostumbrado a verlas sin conmovernos, sin indignarnos y quererlas evitar; o no las vemos, sea porque, según la teoría del iceberg, no se ven a simple vista y requieren atención y reflexión o porque las ejecutamos tan de forma tácita y cómplice, que se vuelven imperceptibles tanto para la parte dominante como para la parte dominada, al grado de no darnos cuenta y seguir reproduciendo y normalizando muchas formas de violencias.

Abramos los ojos a las violencias, no desviemos la mirada cómodamente, dejémonos conmover, indignar y encabronar por el dolor de las víctimas. Busquemos, promovamos y construyamos juntos una cultura de paz en todos los niveles y espacios. Un poco de auto observación y auto crítica personal y social para “cacharnos” unos a otros las actitudes, comportamiento y actos violentos que tenemos; sólo así podemos identificar, nombrar y rechazar las múltiples violencias invisibles como hacemos con las visibles. Ya lo dijo Will Smith: “los cambios son lentos” y lo que hacemos habla “del tipo de persona que queremos ser”, pero también del tipo de sociedad que queremos ser, esa que reconoce siempre que toda violencia es venenosa y destructiva.
5 de abril de 2022
** Portada: Marcha del 8M-2022 en Monterrey. Foto tomada de POSTA