Del paternalismo al capitalismo social / Por Lylia Palacios

¿Quién lo hubiera pensado? La burguesía industrial regiomontana fue más leninista que cualquier partido de izquierda en México. Comprendió la centralidad de la propaganda constante y tenaz cuando de luchar por intereses de clase se trata: mantener el poder de persuadir.

Este junio de 2021 la publicación Trabajo y Ahorro [TyA] cumple 100 años de vida ininterrumpida. Nacida en 1921 dentro de Cervecería Cuauhtémoc, S.A., llegó a su edición 3 mil 480, convirtiéndose en una de las revistas más antiguas del continente americano. El número celebratorio repasa su historia y principales acontecimientos y, a través de sus editores, sigue reivindicando el papel formativo que los empresarios se adjudicaron mediante su política laboral paternalista:

“…un siglo de comunicar buenas prácticas laborales a socios, socias y familiares, siempre apegada a los principios y valores de las empresas patrocinadoras (TyA, 3480:6, 2021. Acentuación mía).    

Tal como lo declara, esta publicación fue uno de los instrumentos que contribuyeron a transfigurar valores, concepciones e intereses particulares, en los propios de toda una sociedad. Este medio escrito apoyó a la construcción del consentimiento de los subalternos para, en términos de Gramsci, establecer a la clase capitalista en la “dirección cultural e ideológica”. No obstante, esa hegemonía cultural está viviendo su ocaso. Aunque diste aún de su desaparición, los valores difundidos para la superación personal: trabajo, ahorro, lealtad, igualdad, que fueron una realidad para pocos pero una extendida creencia esperanzadora, perdieron su fuerza conciliadora y socialmente aglutinadora.   

El lugar «más sano» para vivir los obreros: en medio de las fábricas. Fuente: TyA, 879, julio de 1940

Esta es la paradoja de la divulgada excepcionalidad regiomontana, despojada ya de su aureola igualitaria del progreso prometido a todo aquel que se dedicara a trabajar y ahorrar. El ponderado esfuerzo personal está remitido desde hace unas décadas al más cruel individualismo del sálvese quien pueda, a la fría competencia que separa a unos cuantos exitosos del panteón de fracasados, endeudados, etcétera. La prevalencia de la creencia en el progreso funciona en estos tiempos más como último refugio ideológico, a fin de evitar darnos cuenta que socialmente nos estamos asomando al vacío.

Entonces, ¿en qué estriba la fuerza del mito del progreso en base al trabajo y el ahorro en una sociedad capitalista? Me ayudaré con lo que plantea Harari en Sapiens[1], quien se pregunta y se responde: “¿Cómo se hace para que la gente crea en un orden imaginado como el cristianismo, la democracia o el capitalismo? En primer lugar, no admitiendo nunca que el orden es imaginado.” Añade que todo mito y jerarquía imaginada [construida] sostiene tener un origen “natural e inevitable.” Así se justificó esclavitud/hombre libre, servidumbre/nobleza, obrero/capitalista. En la Grecia esclavista, Aristóteles justificó la división según la “naturaleza servil” o la “naturaleza libre” de los hombres. Los reyes medievales lo eran por designio divino. Y la riqueza capitalista la obtienen los más capaces y diligentes.

En esa perspectiva, no podemos comprender la promesa del progreso en base al trabajo y el ahorro  fuera de su contexto histórico. En 1921, la publicación nace para moldear y guiar a los asalariados en los fines con los que fue creada en 1918 la Cooperativa para empleados y obreros de Cervecería Cuauhtémoc (hoy conocida como Sociedad Cuauhtémoc y Famosa / SCyF): reducir la conflictividad interna y desterrar los barruntos de organización obrera que la revolución social heredaba como derechos del trabajo. La empresa, el pater,  se erigía en promotora del bienestar del trabajador y su familia a cambio de lealtad y productividad. Persuadieron con su idea de igualdad entre clases  a través del trabajo: capitalistas  y obreros eran iguales, lo que los diferenciaría sería la voluntad de ahorrar. En palabras de Samuel Smiles:

“El ahorro produce el capital, y el capital es el resultado del trabajo conservado. EL CAPITALISTA ES, SENCILLAMENTE, un hombre que no gasta todo lo que ha ganado con su trabajo (TyA, 1921. Mayúsculas en el original).

Y si de esa división no nos convencía el moralista victoriano, pues se recurría al mandato divino:  

“Benditos sean los lazos que unen al capital y al trabajo, porque esos lazos han sido forjados por Dios para consolidar el orden, la tranquilidad en el bienestar general de la humanidad.” (TyA, 1925)

Incesante promoción del ahorro. Fuente: TyA, 13, junio de 1922.

El mejor momento de materialización de la promesa del ascenso en base al trabajo y el ahorro, ocurrió en el auge de la industrialización de México entre las décadas de 1930 y 1950. No hay magia ni generosidad patronal. La productividad del trabajo, los mercados y las ganancias aumentaban, había para financiar servicios de salud, espacios recreativos exclusivos, abrir escuelas para educar debidamente a los hijos, fomentar el deporte, crear programas de vivienda, etc. y poco a poco imbuirles “la aspiración al refinamiento” (Stedman, 1999: 35-37). ¡Quién no se iba a sentir dichoso o dichosa de trabajar en tan magnánimas empresas! ¿Qué se pedía a cambio? Ser obediente, disciplinado, leal y muy productivo. Y no había excepción ni perdón, el pater vigilaba y castigaba. Todo gasto era menor frente a la amenaza de perder el control de los trabajadores, los sindicatos nacionales de industria crecían en poder y membresía.

Siempre vigilados. La directiva de la SCyF desde el origen a la fecha se integra por tres empleados electos en asamblea y tres vocales puestos por la gerencia. En esta imagen los dos señores sentados a la izquierda son los vocales.

Sí, era un Monterrey aun pequeño, y el modelo de propaganda paternalista de Cervecería Cuauhtémoc se extendió en otras empresas de igual origen familiar [2], contribuyendo indudablemente a la formación de una orgullosa clase media emergida de la promesa cumplida. El “tipo ideal” que organizó la empresa cervecera mediante la SCyF abarcaba tres empresas propiedad de FEMSA de la familia Garza Sada: Cervecería Cuauhtémoc, Fábricas Monterrey (FAMOSA) y Grafo Print.

Un siglo después, hay que asomarnos a ver qué queda de ese modelo que hoy recibe tantos vítores. El impacto de las crisis económicas desde la década de 1980, modificó el comportamiento empresarial para salvar sus capitales mediante  reestructuraciones, cierres, despidos,  ventas, etc. La venta fue el destino de las empresas promotoras del trabajo y el ahorro: la cervecería fue vendida al grupo Heineken (los regiomontanos mantienen 14.8% de participación), FAMOSA a Crown Holding  y Grafo Print a Multicolor Corp. Es muy probable que una cláusula en la transacción fuera el compromiso de seguir patrocinando a la SCyF y su órgano de difusión.

En cuanto a FEMSA, con la capitalización por la ventajosa venta de la cervecería, afianzó sus actividades como principal embotellador de Coca Cola en América Latina y con la cadena de tiendas de conveniencia OXXO, como sus principales activos. De los 320 mil “colaboradores” que registran para el año 2020, la gran mayoría, más de 245 mil trabajan en México. Sin embargo, FEMSA no extendió su glorificado modelo interclasista SCyF a los trabajadores y sus familias. Al contrario, parte del éxito de sus negocios es el uso extensivo de la subcontratación, que transfiere a un tercero toda responsabilidad laboral; si usted imagina que el humilde empleado del OXXO de la esquina, goza de las prestaciones sociales y culturales que aparecen en la revista, se equivoca. FEMSA limita la membresía a un porcentaje mínimo de sus empleados, principalmente de sus oficinas corporativas ubicadas en Monterrey.     

«Colaboradores» de FEMSA en México. Fuente: Informe a accionistas 2020

Desde su creación y a lo largo de un siglo, la realización de la promesa del progreso estuvo limitada a un sector reducido de asalariados, que era suficiente para convertirlo en verdad y posibilidad para todos. ¿Cómo?, a través de la propaganda e internalización del discurso que nos decía que cualquiera puede siempre y cuando tenga los arrestos suficientes, como con ironía dice Zaid en su exquisito texto Qué hacer son los mediocres: “Si todo hombre común es un líder en potencia, no puede haber mediocres: sólo etapas en el camino de la superación personal.” [3] Con la acción propagandística de Trabajo y Ahorro se construyó localmente lo que llama  el citado Harari, una “realidad imaginada”: “A diferencia de la mentira, una realidad imaginada es algo en lo que todos creen y, mientras esta creencia comunal persista, la realidad imaginada ejerce una gran fuerza en el mundo.” 

Es pues la élite empresarial la más urgida en que sigamos creyendo que alcanzar o no el progreso es un asunto personal, que nuestro mejor desempeño pasa por evitar los conflictos y aceptar como guía a quienes son exitosos, o sea, a los mismos empresarios; quienes al igual que nosotros, no tienen idea de cómo resolver los profundos problemas sociales, económicos y ambientales que vivimos, pues resolverlos en gran medida significará su desaparición como clase que vive para acumular.       

…un orden imaginado se halla siempre en peligro de desmoronarse, porque depende de mitos, y los mitos se desvanecen cuando la gente deja de creer en ellos. (Harari, op cit.)

El paternalismo como relación entre el capital y el trabajo fue una posibilidad históricamente determinada y por tanto irrepetible (por suerte). No obstante, para sus herederos locales es el único conocimiento social con el que cuentan para tratar de que el mito siga funcionando. Ahora le llamaron “Capitalismo social”. La iniciativa creada el año pasado cuenta con página electrónica (https://www.capitalismosocial.mx/) y publicaron el libro “Capitalismo Social: Legado Empresarial de Monterrey”. En ambos documentos el autoelogio va por delante, como por delante va la pobreza de la propuesta y sus alcances. Y peor aún, se explayan en pretender recuperar y aplicar el “legado” como fórmula mágica, como si estas mismas familias empresariales no tuvieran responsabilidad alguna en la debacle social y económica de esta ciudad, donde crece la desigualdad, los empleos precarizados, y una clase media que zozobra en sus deseos por progresar o al menos sobrevivir. 

Distinción para pocos y anhelo «aspiracionista» de las mayorías. TyA, 2529, septiembre de 1973

Estos herederos, con su falta de imaginación para repensarse como empresarios[5], en crisis como todo el sistema y aferrados a un pasado ideológico que ya fue, se acercan a la definición del mediocre habilis que Zaid hace en el texto citado.  

Estos pocos de arriba seguirán haciendo propaganda y seguirán gobernando mientras puedan, y en la incertidumbre continuarán millones de personas de la clase que vive del trabajo. En el decurso, la gente en su cotidianeidad seguirá deconstruyendo mitos y rehaciendo su historia. Que esto no son ilusiones mías lo prueba la creciente toma masiva de la calle, ya para defender derechos, reclamar libertades, exigir justicia… Falta mucho, pero falta menos.

28 de junio de 2021


[2] Harari, Yuval Noah (2014). Sapiens. De animales a dioses. Leído como libro electrónico en ePubLibre.org

[3] Sobre el tema puede verse mi capítulo “Las Revistas Internas Corporativas en Monterrey en el Siglo XX”, en  M. Gámez y F. A. Núñez Tapia (Coord.). Y se detuvieron las máquinas Lenguajes, reconversión y espacios simbólicos del Patrimonio Industrial. El Colegio de San Luis, 2020. El libro puede descargarse de forma gratuita en  https://ventalibros.colsan.edu.mx/detalles.php?str=68

[4] Zaid, Gabriel (2005). ¿Qué hacer con los mediocres?

[5] Asumiendo que los cambios son procesos, es interesante la corriente alemana de jóvenes empresarios del Movimiento Purpose. Ver aquí.

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