De tormentas sociales y Rompepicos / Por Rodo García

Hace poco más de un año, en medio de la grave situación que vivíamos en Italia a causa de la pandemia, escribí un texto que iniciaba así: “Escribo la noche en que quizá en Italia lleguemos a 150 mil casos de coronavirus y pasemos los 19 mil muertos. Es Pascua. No sabemos cuándo terminará la contingencia”.[1] Estaba profundamente conmovido, las cifras nos parecían escandalosas, aunque quizá no teníamos idea de lo estaba/está sucediendo; ahora Italia cuenta más de 4 millones de casos y más de 124 mil muertos; México ha contado la mitad de casos y el doble de muertos.[2] Este andar del mundo todavía no se termina.

Ahora que me toca escribir para/con/desde el colectivo Académicxs43 quería escribir de todo: del derecho a la paz de la infancia, por los niños armados en Guerrero y sus comunidades que organizan autodefensas; de la tarea liberadora de los maestros que mueven a sus alumnos a la comprensión crítica de la realidad social, política y económica (Freire: 1970)[3], de la violencia política y los asesinatos que vemos en el contexto del presente proceso electoral. Pero decidí otra cosa: hablar de nosotros, como seres humanos, ciudadanos, seres contextuales, del ser-ahí de Heidegger, del “yo soy yo y mi circunstancia” de Ortega y Gasset, por eso les quiero proponer sentipensar desde un nosotros-en-pandemia, en Monterrey, antes de las elecciones, y todo lo que cada uno individualmente le puede sumar: yo con mis estudios, tú con tu duelo, ella con sus decisiones políticas, él sin su trabajo o con su enfermo, otros con sus secuelas, sus agotamientos, posibilidades y desafíos. Todo y todos envueltos en emociones, historias y contextos.

Estrés laboral y burnout. Imagen tomada de internet.

Ya experimentamos la ola sanitaria de contagio masivo, una segunda ola económica y educativa de sobreviviencia y adaptación de empresas e instituciones educativas, algunos dicen que nos falta una tercera ola emocional, puesto que hemos tenido que contener muchas experiencias y postergar la vida interior, los duelos, insomnios, delirios, estreses, miedos e incertidumbres, incluso depresiones, dado que las circunstancias mismas no nos permitían darles un espacio verdadero o una conciencia de estarlo experimentado. Se trata de una crisis distinta, de bienestar personal, de salud mental y equilibrios interiores, que se convierte “en la tormenta perfecta”, en palabras de Carissa F. Etienne[4] al hacer un llamado a considerar la salud mental como parte de la respuesta integral a la pandemia que vivimos; es una tormenta que revela “necesidades cada vez mayores y recursos cada vez menores para abordarlas.”

Sé que podría ponerme a hacer una pequeña lista de números y situaciones, pero cada uno podemos verificar la situación emocional que vivimos si pensamos en el familiar que no se dejó ver para nada porque tenía miedo de contagiarse; en la persona llena de ansiedad porque se tenían que pagar unos salarios de su empresa o recortar personal, cuando familias dependían de esto; en el que no sabía dónde conseguir un tanque de oxígeno para un enfermo; en quien perdió el trabajo o pasó noches fuera de los hospitales; pienso en mi amiga doctora que sigue viendo constantemente personas morir en su área médica; en el amigo que buscaba trabajo un momento antes de ir a sepultar a su mamá; en los muchos que no pudimos acompañar en su duelo por las restricciones; en el amigo que murió animando a sus familiares con su propia espiritualidad; en la amiga que pospuso la celebración de un día importante de su vida; en la religiosa que vio morir a once hermanas de su comunidad en poco tiempo; en los colonos que acudieron al funeral del señor que “le echaba la mano a todos” sin que les importaran las restricciones; en la viejecita enojada porque no la dejaban acudir al templo los domingos y en sus hijos que decidían estas cosas por cariño; en la niña que acudió al primer día de clases en su sala; en todos los que compartieron la foto de su graduación con un “pantallazo”; en la mamá que, cuidadosa, no ha podido presentar a su bebé recién nacida a la familia. Muchas alegrías, tristezas, dolores y esperanzas, muchas ausencias, miles de pequeñas situaciones, o como diría Don Pedro Casaldáliga: muchos nombres[5]; muchas historias, con Galeano.[6]

A todo esto se suman los múltiples cambios en la vida social con sus muchas posibilidades de impactos a la salud personal y colectiva, podemos pensar en la gente que trabaja sin horario, en el bombardeo de “fake news” en nuestros celulares con fines políticos y en el hartazgo general al tocar los temas políticos, presidenciales y electorales; podemos sumar la aceleración del uso de tecnologías en la educación o el trabajo, en las caravanas para festejarnos sin abrazarnos, en la desatención delante de las pantallas o la apertura a reunirnos con colegas desde muchos lugares geográficos con la ayuda de la tecnología; seguramente se les van a terminar los viajes a muchos trabajadores cuyos jefes descubrieron esa posibilidad de economizar. La vida sigue cambiando, y así la pandemia nos revela una y otra vez cómo todo está conectado y cuánto la salud es una experiencia bio-psico-social.

Todo sufrimiento individual es sufrimiento social. Imagen tomada de internet

La vacunación está en marcha para detener el contagio, la investigación y muchos esfuerzos médicos viven un período de mucho trabajo para obtener la salud física, es quizá la parte obvia. Pero comprender que la salud requiere ver el interior, estar en un entorno, y descubrir todas estas interacciones es algo menos frecuente. Con la mejor actitud académica que puedo tener, la que no está secuestrada por citas y títulos, quiero invitar en este texto a la mirada holística, a una visión integral. Lentamente vamos comprendiendo que la salud del cuerpo tiene un aliado en nuestro mundo interior y que el cuerpo puede reflejar a su vez lo que llevamos internamente; le da gastritis al chico cuyos padres se divorcian, dejan de dormir los niños que asustamos con criaturas imaginarias, o sienten ansiedad en el pecho quienes no pueden llevar el salario a casa o no tienen seguridad social durante una pandemia; ahora comprendemos mejor que somos espíritu-encarnado…. pero el camino hacia la comprensión de que también somos seres sociales y cuánto eso se inscribe en nuestro cuerpo, en nuestros criterios de vida o en la salud mental, es un camino más largo.

Resulta que del mismo modo en que cuerpo-alma están íntimamente unidos, cada persona a su vez está unida íntimamente a su entorno, a los demás y a la tierra. Todo está conectado. El coronavirus nos lo ha explicado de manera ruda: un virus en el lejano y, para muchos, desconocido Wuhan, ayudado por la interconexión global detuvo ciudades enteras en poco tiempo del otro lado del planeta. Tan unidos estamos al entorno social que el bullying no se cura sólo con antidepresivos y terapia sino que requiere cambios en las dinámicas de grupo o podemos ver cómo los trastornos alimentarios se relacionan con temas de aceptación social, con la moda o la publicidad; cuando alguien te discrimina se te puede subir la presión arterial o si algo le pasa a tu hijo puede tener repercusiones físicas en tu corazón o en tu sistema nervioso. También la salud del sistema social se inscribe en el cuerpo… y en el cuerpo la situación social: como los tatuajes de los maras que nos recuerdan la violencia de una zona o de un grupo contra otro; como los cuerpos mutilados que nos recuerdan que un pueblo pobre tiene que migrar en un tren para buscar otras oportunidades; o cómo algunas enfermedades en una misma comunidad pueden revelar situaciones de injusticia económica, depredación ecológica o malas prácticas en los modos de producción de las empresas; y eso sin sumar conceptos como biopoder y biopolítica  que se van poniendo en nuestros escritorios.

Termino con una imagen muy regia. Hace años fue y quizá siga siendo criticada la construcción de una cortina de piedra en la Huasteca, que impidiera la caída violenta del agua proveniente de las montañas para evitar inundaciones de la ciudad y evitar tragedias como la del huracán Gilberto en el 88; con todo lo criticable de la gestión y de la falta de mantenimiento, hemos de reconocer que con el Emily, Alex y Hanna, la Presa Rompepicos, ha ejercido su función. Es una imagen del arte de planear y prever. Quizá pudiéramos construir en nuestra propia vida algunas Rompepicos que puedan, en una perspectiva de salud bio-psico-social, ayudarnos a evitar malestares físicos y comorbilidades; fortalecer nuestro interior, conocernos más, dialogar, hacer amigos o llenarnos de afecto para el tiempo de las tormentas emocionales  que se están asomando, y pensar-actuar comunitariamente para las tormentas sociales que ya de por sí vivimos juntos  y en estos últimos meses experimentamos que están interrelacionadas.

17 de mayo de 2021

** Imagen de portada: Los mundos de la desigualdad en Monterrey: Rascacielos en San Pedro y habitación popular en la colonia Independencia. Foto de Luis Armando Dávila.


[1] García Martínez, Rodolfo. “Sumak kawsay”. Revista San Teofimo. No. 48. Seminario de Monterrey. Ver en línea.

[2] Our World in Data, “México: coronavirus pandemic country profile”. Ver en línea.

[3] Freire, Paulo (1970) Pedagogía del oprimido.

[4] Directora de la Organización Panamericana de la Salud.

[5] “Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”. Pedro Casaldáliga, “El corazón lleno de nombres”.

[6] “Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”. Eduardo Galeano (2012) Los Hijos de los días. Siglo XXI editores.

Un comentario

  1. Excelente. Toca la vida de tod@s en la era Covid. Siglo de 4 pandemias: covid, salud mental, enfermedades crónicas degenerativas no atendidas y secuelas covid.
    Sobrevivir está tragedia que desquicia económicamente es tarea titánica.
    Ahora el desafío es el se humanos humanistas.
    El suicidio creciente en los jóvenes se recrudece, la violencia intra familiar y el feminicidio se multiplican exponencialmente. Paradójicamente como el escritor lo señala la revolución senti-pensante es inminente solo en comunidad revolucionando nuestra vida sobreviviremos y «regresaré a las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentado» si trastocamos de raíz nuestros vínculos afectivos y nuestro quehacer político

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