La mañana del miércoles cinco de febrero de 1936, la ciudad de Monterrey amaneció en silencio y con clima frío. Calles desoladas, el servicio de transporte público fue suspendido, camiones urbanos y ruleteros paralizaron actividades. Las estaciones de gasolina no trabajaron. Mercados, tortillerías, panaderías y carnicerías no abrieron sus puertas. Este singular amanecer regiomontano dejó otra nota para el recuerdo: los silbatos de las fábricas por vez primera en décadas dejaron de escucharse en la ciudad.
A excepción del frío, este amanecer inédito, fue obra de los señores dueños de fábricas, bancos y comercios, agrupados en el Centro Patronal de Nuevo León (CPNL).
La patronal regia había decidido realizar el paro empresarial los días cinco y seis de febrero. Cesaría toda actividad industrial, comercial y de servicios. La medida sería coronada por el CPNL con una manifestación anticomunista, ampliamente difundida por las radiodifusoras locales y la prensa. La manifestación daría inició a las nueve de la mañana de ese día cinco, saliendo de la Alameda Mariano Escobedo.
La patronal organizada reaccionaba con el paro empresarial, convencida de las decisiones arbitrarias de Gregorio Morales Sánchez, gobernador interino del Estado, con quien no lograron entenderse, principalmente porque el gobernador desde su llegada, cuatro meses atrás -octubre 4 de 1935- acercó como interlocutores y después aliados suyos a los dirigentes del Comité Regional de Defensa Proletaria (CRDP).
Aquí, como en otras regiones del país, el CRDP surgió al fragor de la ruptura entre el General Calles y el Presidente Cárdenas. Sólo que en Nuevo León, la secuela de esa desavenencia se alargó debido a que el gobierno federal anuló las elecciones del domingo 31 de julio de 1935, donde el candidato para gobernador del PNR (abuelo del PRI), y declarado ganador, había sido nada menos que Plutarco Elías Calles, hijo.
En este contexto los sindicatos agrupados en el CRDP reaparecerán fuertemente empoderados, erigiéndose coyunturalmente en garante de la justicia laboral en Monterrey, alentando la autonomía sindical, y no permitiendo la intromisión de los directivos empresariales en los asuntos obreros.
Los socios del Centro Patronal de Nuevo León, estaban convencidos que los dirigentes del Comité Regional de Defensa Proletaria (CRDP) eran comunistas, y que sus líderes dictaban las decisiones políticas al gobernador. Sólo así se explicarían que Morales Sánchez, jefe del ejecutivo estatal, extendiera en enero de 1936, nombramiento al Licenciado Teófilo Martínez Pérez, como titular de la Junta de Conciliación y Arbitraje (JCYA), cuando Martínez Pérez, por esos días se desempeñaba como abogado defensor de obreros militantes en el CRDP.
Una controversia más agravaría el encono entre el Centro Patronal y las autoridades de gobierno, derivada por la concesión otorgada por el ayuntamiento de Monterrey, a dos grupos de choferes cooperativistas, que les autorizaba operar rutas de transporte en la ciudad. Los choferes con ese respaldo, constituyeron en enero del ’36 la empresa Líneas Urbanas de Monterrey.
La inconformidad del CPNL se sustentaba en que esas rutas estaban destinadas a las empresas Círculo Azul y a los Camiones Rojos, el Centro Patronal opinaba: con la misma ilegalidad con que se les despoja el derecho de sus rutas. Podrá –la autoridad– el día de mañana despojarles de sus camiones, que son la base de su industria, consumando así un incalificable atropello al derecho de propiedad. Tal resolución – otorgar rutas ya asignadas– es un paso hacia el comunismo (sic).[1]

Por si fuera poco para la tolerancia patronal regia, faltaba agregar la gota que derramaría el vaso, el reconocimiento del estado de huelga en Vidriera Monterrey, S. A.
Desde noviembre de 1933 existía una disputa inter sindical en la Vidriera. Dos sindicatos se disputaban la titularidad del Contrato Colectivo de Trabajo (CCT). El Sindicato Rojo Independiente Industrial Vidriera y el Sindicato Único de Trabajadores de Vidriera Monterrey. El primero contaba con el apoyo y simpatía de la empresa y fue con éste, con quien la empresa ratificó la titularidad del CCT en enero de 1934 y enero de 1935.
La oposición, el Sindicato Único, estaba afiliado a la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM); en el verano de 1935 este sindicato se incorporó junto a otros a la convocatoria para constituir en Monterrey el Comité Regional de Defensa Proletaria (CRDP) en la lucha contra los Callistas. Sus dirigentes eran interlocutores y aliados del Gobernador Morales Sánchez.
El punto flaco de la Vidriera Monterrey y del Sindicato Rojo Independiente -al servicio de la empresa- era la nula atención prestada a los obreros, que pedían mejorar las condiciones de trabajo en los departamentos de Soplo y Templadores, áreas clave en la cadena productiva de la empresa. Estos dos departamentos concentraban 896 obreros, el resto de 705 trabajadores quedaban repartidos en 23 departamentos.
Desde 1934 se venían acumulando en la Junta de Conciliación y Arbitraje, demandas laborales contra Vidriera Monterrey, solicitaban los obreros demandantes atención médica, principalmente eran del departamento de Soplo, allí la tuberculosis se manifestaba frecuentemente, provocada por la fatiga y las altas temperaturas en esa área de trabajo. La tarea de los sopladores de vidrio era una actividad, cuasi artesanal, donde aparte de los músculos, los pulmones trabajaban intensamente, provocando en los obreros más débiles, tuberculosis, entonces no registrada como enfermedad profesional de los trabajadores del vidrio.

Para enero de 1936, en los tribunales laborales, Vidriera Monterrey acumulaba más de dos decenas de expedientes solicitando atención médica, la mayoría eran trabajadores de aquel departamento. Más de una de estas demandas terminarían siendo atendidas por las viudas, pues el demandante, su cónyuge, había fallecido.
El Sindicato Único, integrante del CRDP, empoderado como estaba, exigió a Vidriera Monterrey la titularidad del CCT emplazándola a huelga el 25 de enero de 1936. El sindicato notificó a la gerencia de la empresa el emplazamiento, remitiendo copia a las autoridades laborales, el plazo para llegar a un acuerdo vencía seis días después de la notificación.
Los días pasaron sin respuesta de la gerencia de Vidriera Monterrey, concluido el término para contestar y no hacerlo, el sábado 1º de febrero las autoridades de la Junta de Conciliación y Arbitraje, se presentaron en la empresa. A las dos de la tarde, ordenaron suspender actividades e iniciaron el protocolo para llevar a cabo la consulta –“prueba de recuento” por Ley- donde los trabajadores expresarían su parecer respecto al emplazamiento de huelga; la votación inició a las 4 de la tarde y concluyó a las 2 de la madrugada del domingo 2 de febrero.
El lunes 3 de febrero de manera oficial se anunciaba el reconocimiento del estado de huelga en la Vidriera Monterrey. De 1601 trabajadores: 767 votaron por la huelga, 690 estuvieron en contra y 144 personas se descartaron, por ser parte del personal de confianza y otros por tener juicio laboral en proceso contra la Vidriera Monterrey, S. A.
Para el Centro Patronal de Nuevo León, era más grave ver la “Ola comunista” avanzando sobre los habitantes de Monterrey, que atender las condiciones de trabajo infrahumanas de sus trabajadores. De 767 obreros que votaron por Sí a la huelga, 617 votos correspondieron a los departamentos de Soplo y Templadores.
Más que comunistas acechando los hogares, lo que se expresaba por parte de las autoridades de gobierno era otorgar un poco de justicia a los que menos tenían, o como entonces se decía: lograr el equilibrio entre los factores de la producción.
Como estaba programado exactamente a la nueve de la mañana la columna del contingente anticomunista se puso en marcha. El Centro Patronal exhibe su músculo, miles de personas llenan las calles, la prensa habló de más de sesenta mil asistentes. El gobernador del estado declaró a la prensa “De una forma inusitada el Centro Patronal provocó una innecesaria agitación contra el fantasma del comunismo. (…) Ninguna organización obrera ha declarado o sostenido el apropiarse de las fábricas.”

El día 7 el presidente Lázaro Cárdenas llega a Monterrey, sostiene largas reuniones con las partes en conflicto, acuerdan un nuevo recuento entre los obreros de Vidriera Monterrey. El día 13 de febrero se ratifica el estado de huelga. Después de ésta la patronal regia supo aprovechar la derrota, nunca más se toleraría la disidencia y la democracia sindical en aquellos organismos sindicales que ellos diseñaron, nunca existiría.
10 de junio de 2019
[1] El Porvenir, 1º de febrero de 1936.
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