El 9 de noviembre de 2016, miles de ciudadanos estadunidenses inundaron las calles de Boston, Los Ángeles, Nueva York, Austin, Chicago, Atlanta, San Francisco y otras 20 ciudades para protestar el triunfo de Trump. Ese mismo día por la tarde, Michael Moore transmitió a través de Facebook-live desde la torre Trump en Nueva York. El propósito de Moore era entrar a la oficina de Trump para exigirle que renunciara, pues no había ganado el voto popular. Conforme se adentraba en la torre, las personas que lo reconocían, lo saludaban. Michael aprovechaba para preguntarles por quién habían votado. Para su sorpresa, y la de muchos, estas personas le respondieron que lo habían hecho por Trump. Atónito, Michael les preguntaba “¿pero por qué?” Un hombre musulmán le respondió: “Porque él prometió bajar los impuestos y ayudar a los pequeños comerciantes, y yo soy dueño de un establecimiento.” Unas mujeres blancas de clase media le dijeron: “Porque él prometió crear trabajos y nosotras vivimos en una región donde hacen mucha falta.” Michael Moore no consiguió llegar a la oficina de Trump. Afuera de la torre seguían llegando más manifestantes.
“¿Por qué?” es la pregunta que todos nos hacíamos. ¿Por qué los hijos de inmigrantes de segunda y tercera generación escribían en sus muros del Facebook con letras mayúsculas CONSTRUYAN EL MURO (BUILD THE WALL)? ¿Por qué mujeres latinas, blancas, de clase media, católicas, apostólicas y romanas defendieron el derecho de libre expresión de Milo Yiannopolus —editor de Breitbart, simpatizante de la derecha alternativa y de Trump, y personaje que opina que la relación consensual entre un adulto y un chico o chica de trece años no es pedofilia? ¿Por qué?
A poco más de un año de la era Trump, aproximadamente 300 días, las encuestas de opinión recogidas por Gallup le otorgan a su desempeño como presidente un 38% de aceptación desde que inició su gestión a la fecha, con cifras que oscilan entre 35% y 45%. Estas cifras nos hablan de un grupo que ha sido constante en su apoyo al presidente, y que el mismo presidente no puede darse el lujo de perder; pues hay quienes afirman que, si el presidente cayera por debajo de los 30 puntos de aceptación, su mismo partido le daría la espalda y empezarían los procedimientos para el impeachment. Así que Trump cuida a su base. Se comunica con ellos a diario a través de Twitter. No solo les dice lo que quieren oír, sino que les pide ayuda y consuelo, al hacerse la víctima de una “cacería de brujas” emprendida en su contra por los demócratas para deslegitimar su triunfo.
El 16 de febrero de 2018, Trump ya no pudo negar lo evidente al tener frente a sí el escrito de acusación de los Estados Unidos de América a tres compañías de servicios de redes y trece individuos de nacionalidad rusa. Los cargos son: 1) conspiración para cometer fraude en los Estados Unidos, 2) conspirar para cometer fraudes electrónicos y bancarios y 3) robar identidades de ciudadanos estadounidenses.

El escrito de acusación contiene 37 páginas, en donde además de describir los cargos ofrece un recuento de las actividades criminales realizadas por los inculpados. Así, relata que, a partir de 2014, los acusados empezaron a estudiar el comportamiento de los usuarios en redes sociales dedicadas a asuntos políticos y sociales y que compraron espacios en servidores estadounidenses que servían de puente y enmascaramiento de sus operaciones desde Rusia. También, crearon cientos de cuentas de correo electrónico a nombre de identidades robadas y contactaron a activistas políticos y sociales estadounidenses. En junio de 2016, por ejemplo, se comunicaron en línea con grupos políticos asentados en Texas. De ellos aprendieron que habría que concentrar esfuerzos en estados púrpuras como Colorado, Virginia y Florida.
Desde Rusia, los acusados y sus cómplices crearon cientos de cuentas en las redes fingiendo ser líderes de opinión pública. Trabajaban teniendo en mente el huso horario de Estados Unidos. Sus publicaciones estuvieron dirigidas a grupos radicales, a usuarios descontentos con la situación económica y social y a movimientos sociales de oposición. Igualmente, crearon páginas en Facebook e Instagram con temas específicos como migración, religión, asuntos de la comunidad afroamericana, musulmana, etc. Algunas de estas páginas eran Secured Borders (Fronteras Seguras), Blacktivist (Activista Negro), Army of Jesus (Ejército de Jesús), United Muslims of America (Musulmanes Unidos de América) y Heart of Texas (El Corazón de Texas). Para el año 2016, algunas de estas páginas alcanzaron cientos de miles de seguidores.
A partir del año 2015, las organizaciones y personas acusadas por el fiscal Mueller empezaron a comprar anuncios en las redes sociales y crearon cuentas en Twitter como @TEN_GOP (Tennessee GOP —Great Old Party) que alcanzó más de cien mil seguidores. En 2016, manipularon los hashtags: #Trump2016, #TrumpTrain, #IWontProtectHillary, #Hillary4Prision.
Las campañas estaban enfocadas a quitarle votos a Hillary. Desde la página Blacktivist se promovía el voto a la candidata por el partido verde, Jill Stein, diciendo que no era un voto desperdiciado. Desde United Muslims of America se invitaba a la comunidad a boicotear las elecciones, afirmando que la mayoría musulmana se oponía a Hillary porque ella quería continuar la guerra en contra de los musulmanes del medio oriente y votar a favor de ella era invadir Irak. (p. 18). El escrito de acusación señala que los acusados contactaron a miembros, voluntarios y simpatizantes de la campaña de Trump, quienes de manera “involuntaria” distribuyeron la propaganda.
¿Por qué es importante este documento si hay una probabilidad bajísima de que los inculpados se presenten a juicio? De hecho, las mismas autoridades rusas han calificado estas acusaciones de ridículas. De acuerdo con abogados estadounidenses, que han trabajado como procuradores de justicia, el escrito de acusación es importante porque neutraliza el ciber espionaje ruso que funciona mejor en las sombras. Al hacerlo público, se incentiva a que personas que estuvieron involucradas o presenciaron este tipo de hechos acudan a dar su testimonio voluntariamente. Y finalmente, y lo más importante, al ser un tema de seguridad nacional, se protege la investigación para que siga su curso, pues aún no se ha determinado si hubo o no confabulación de estadounidenses con los rusos.
Trump le sigue afirmando a su base que no la hubo y aún más, ahora está acusando al FBI de distraerse con probar una “colusión que no existe” en vez de prevenir masacres como la de Parkland, Florida. La respuesta de los estudiantes sobrevivientes a la masacre es un tsunami. Ejemplo de ello es el discurso de Emma Gonzalez, una chica de último año, dado en una manifestación en contra del uso de armas. Los estudiantes están convocando a la Marcha por la Vida a celebrarse el 24 de marzo. El 60% que no aprueba la presidencia de Trump no solo está resistiendo y persistiendo, está luchando para combatir y corregir el rumbo del barco a la deriva de la corriente de los baby boomers a los que ya les toca jubilarse.
20 de febrero de 2018. Marshall, Tx.
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