La muerte obrera en Monterrey / Lylia Palacios

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Hoy, 20 de noviembre, hace 46 años, murieron 17 trabajadores en Fundidora Monterrey. Ayer, un grupo de ex obreros y sus familias se reunieron para conmemorar el acontecimiento, por primera vez, dentro del Parque Fundidora. La mejor narrativa: Mártires de Fundidora. Crónica de una tragedia casi olvidada, la escribió y  publicó en 2002 Esteban Ovalle, quien laboró en la acerera hasta la quiebra inducida en 1986.

En la madrugada de ese día, la ciudad se preparaba para el desfile cívico-deportivo y militar con que cada año se festejaba el hoy también casi olvidado  aniversario de la revolución social de 1910:

“Eran alrededor de las 6:50 horas, cuando por un ingrato e involuntario    accidente, una olla con capacidad de 300 toneladas, transportando 275 toneladas de hierro fundido, había derramado aproximadamente 25 toneladas de su ígneo caldo mortal a una temperatura de 1,590C frente al Horno Núm. 4 del departamento de Aceración. Esa terrible cascada de hierro fundido, bañaba con toque de muerte a 17 inocentes víctimas (la mayoría, quince, murieron en el acto).” (Ovalle, pp. 5-6)

Esta tragedia, considerada como el peor accidente laboral en Monterrey, está tan olvidada como casi todo lo que hoy nos pueda recordar el protagonismo obrero en el origen industrial de esta ciudad.

Monterrey no puede explicarse sin la historia de sus fábricas y sus trabajadores, hombres y mujeres, ni de sus incontables talleres de oficios urbanos. Ellos y ellas fueron los constructores de esta ciudad, no la élite de unos cuantos “indómitos e industriosos” empresarios, discurso social tan arraigado en Monterrey y que  tanto recuerda al poema de B. Brecht “Preguntas de un obrero ante un libro”.

Sin embargo, esta ciudad, mal hecha, apretujada y contaminada como el origen de toda ciudad industrial, con hacinamiento de vivienda obrera alrededor de las fábricas,  sin áreas verdes y urbanizándose al son del negocio, desde hace unas décadas inició su viraje a la economía de servicios. La manufactura se fue a la periferia (Apodaca, Santa Catarina, Escobedo, Juárez, etc.).

La década de los 80, marcó los virajes: con la destrucción del centro de Monterrey para construir la plancha de concreto llamada Macroplaza en 1982 y con el cierre de Fundidora en 1986, esta ciudad comenzó a cerrar su etapa industrial. Y van borrando las huellas.

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Fundidora Monterrey. Foto: Eugenio Espino Barros

Hoy apenas quedan vestigios de memoria material de esa industrialización. A diferencia de muchas otras ciudades, no tenemos «centro histórico», pero no porque no fuimos una ciudad colonial, sino porque su historia tangible, sus fábricas y talleres han sido demolidos o abandonados. Aquí, a esa burguesía rancia y siempre dispuesta a invertir en todo aquello que signifique ganancia, no le interesó la historia obrero industrial, así como no le interesó conservar un patrimonio industrial ni como negocio (pienso en el Chelsea Market de Nueva York, glamoroso y turístico centro comercial ubicado en lo que fuera una gran fábrica de galletas y biscochos, el lugar permite ver un poco del pasado obrero industrial de esa ciudad); mucho menos pensaron invertir en un Museo (pienso en el imponente Museo de Sitio minero metalúrgico en Essen, Alemania, o el instalado dentro de la vieja fábrica de cerveza Carlsberg en Copenhague, u otro modesto y bien hecho como el de la mina La Valenciana en Guanajuato).

¿Qué han hecho desde el cierre de Fundidora que hoy es un parque privatizado? Tumbaron la antigua Asarco para poner un horroroso centro comercial y una  riesgosa unidad habitacional: Céntrika; de Ladrillera Monterrey, que se remonta a 1890, no dejaron un ladrillo y hoy es el centro comercial-habitacional “Nuevo Sur”, y lo que siga…

Vivimos una reingeniería de la ciudad: cambiar/destruir lo viejo para adecuarla, con igual desorden urbano e irresponsabilidad ambiental, a la imagen de una ciudad de servicios o lo que eso signifique. Sí, tristemente la élite capitalista oriunda de Monterrey fue y sigue siendo inculta, bárbara y rencorosa.

Ahora, por falta de planeación elemental quiere hacer más negocios despojando de codiciados terrenos y medio resolver el caos vehicular, altamente concentrado hacia el sur de Monterrey y en San Pedro, a costa de destruir una comunidad viva como es la colonia Independencia. El proyecto de interconexión quebrará el corazón de la zona habitacional que hoy representa el más antiguo sitio con historia obrera y artesanal en la ciudad. Por eso es rencorosa esta élite. ¿Por qué más?

Porque se ha negado a la demanda obrera y académica de contar con un Museo del Trabajo dentro del parque Fundidora, porque, ayer lo decían en la conmemoración, nunca se erigió al menos una placa, hoy demandamos un Memorial, dedicado a los 17 trabajadores muertos en 1971. Y porque no es casualidad sino rencor, el que la biografía oficial de Eugenio Garza Sada (Gabriela Recio C., Ed. Font, 2014), inicia con el capítulo “Año de 1973”, cuando muere el patriarca industrial en un frustrado secuestro de la guerrilla urbana.

La muerte obrera en Monterrey además de todos los perecidos en accidentes laborales, también es la que va borrando su memoria. Que la barbarie del capital no siga arrebatándonos nuestra historia social. En esta ciudad tenemos que luchar juntos contra el olvido, los de la extinta Fundidora, ya comenzaron.

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Trabajadores de la extinta Fundidora, conmemorando el accidente del 20 de nov. de 1971. Parque Fundidora 19 de nov. de 2017. Foto: Lylia Palacios

20 de noviembre de 2017

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