
Agradezco a Académic@s de Monterrey 43 esta nueva oportunidad de compartir algunos de los aprendizajes que me han obsequiado las y los campesinos de algunos ejidos del Sureste coahuilense, porción del Desierto Chihuahuense.[1]
Hace ya catorce años que un compañero ejidatario de Jalpa, Juan Gamboa Maldonado, me invitó a participar en un proyecto de rehabilitación de la Cuenca del Arroyo San Miguel[2]. Con ese colmillo suyo que se fue retorciendo a lo largo de varias décadas como defensor del territorio me dijo, palabras más o menos: “necesitamos que nos ayudes a teorizar.”
Sabiamente, supo tocar una fibra sensible, así que me ganché. Si teorizamos o no, vayan ustedes a saberlo, lo que sí es cierto es que en estos catorce años hemos conversado largas horas en su casa, en la mía, en asambleas ejidales, en talleres, seminarios, encuentros y compartencias, en incontables viajes por carretera. Algo de lo mucho que le he aprendido a él y a otros compas nutre estas líneas.
Trataré de mostrar cómo se mira desde ejidos en condiciones de desierto la cara actual del despojo capitalista. Vivimos tiempos despiadados de saqueo y destrucción, de tirar por la borda identidades, arraigos, querencias, saberes, cultura, y mil valores humanos más, ¿para qué?, para servir al mercado, esa “mano invisible” que si nos descuidamos, después de convertirnos en mercadería desechable, acabará con nosotros más temprano que tarde. ¿Por qué?

Considero que pocas consignas son más engañosas que la divisa olímpica de Pierre de Coubertin (1896): «Citius, altius, fortius», es decir, “más rápido, más alto, más fuerte”, porque expresa a cabalidad, sintetiza y maquilla el ánimo dominador de la Cultura Occidental que avasalla, coloniza y se apropia de todo, se auto proclama superior y, tal como estamos viendo en estos días, destruye todo. Este afán, entiendo yo, constituye el cimiento de todas las calamidades que aquejan al planeta, que otrora fue “nuestra casa común”, dañan la vida toda, atormentan y están a punto de extinguir a la especie humana.
El Humano, más exactamente el blanco y europeo, se piensa a sí mismo “pináculo de la creación”, con derecho a sojuzgarlo todo, incluyendo a los humanos con distinto color de piel, a las voz del bíblico “creced y multiplicaos”.
El Occidente antaño, y el Norte Global ahora, colocan al “hombre dotado de razón” en el centro y en la cima de la Naturaleza, no a la mujer, no los sentimientos ni la intuición y, sobre todo, no la vida; sino el poder de la fría razón, del cálculo, de la competitividad, de la dominación, de la violencia, del afán de acumular más rápido, más alto, más fuerte.
Con el paso del tiempo, el sentido de trascendencia fue dejando de ser comunitario para individualizarse, de manera que la pretendida supremacía de la especie humana se convirtió en supremacía de aquellos individuos que, a toda costa y contra quien se les pusiera enfrente, pugnan sin tregua por ser “más rápidos, más altos, más fuertes”, para acumular poder y bienes e imponer su supremacía.
El capitalismo mercantilizó a pueblos y personas, y los bienes materiales y espirituales, quedaron reducidos a la condición de objetos para poseer y lucrar y colocó a los individuos en el trance de vencer o morir.
El ideal de progreso y desarrollo continúa siendo incuestionable. Defender la vida, defender los derechos de la Madre Tierra, de todos los seres vivos se criminaliza, se persigue y se descalifica como reaccionario y enemigo del progreso y del bienestar humanos.
Coahuila, botín de ciegos y ambiciosos, un ejemplo muy actual
El pasado 4 de junio, las personas, familias que pueblan Coahuila recibieron un nuevo empujón hacia el precipicio desarrollista, al consumarse una vez más la mascarada electoral que confirmó lo que de antemano sabíamos que habría de suceder: López Obrador utilizó a Coahuila como moneda de cambio en su negociación con las cúpulas partidistas que se dicen opositoras. Les ofreció Coahuila e impunidad para Alejandro Moreno y el Clan Moreira, a cambio del Estado de México que, por su abultado padrón electoral, le será vital en las elecciones federales del año próximo.
¿Quién es Manolo Jiménez Salinas, virtual Gobernador Electo de Coahuila? Nada menos que el Delfín del Clan Moreira, su familia de origen, Salinas Aguilera, especula con terrenos, desarrollos inmobiliarios y parques industriales, lucra con vinos, extorsiona con medios de comunicación y un largo etcétera de tropelías. Manolo Jiménez Salinas es la garantía de que Ciudad Derramadero[3] se hará realidad pésele a quien le pese, comprometiendo seriamente la sustentabilidad de la región Sureste de Coahuila.

Sabemos que desde hace décadas las reservas de agua de la región padecen una sobre explotación extrema; las cifras oficiales de CONAGUA lo demuestran. Sabemos que las áreas urbanas del Sureste de Coahuila[4] debieron dejar de crecer hace años porque no hay agua ni forma de obtenerla, sabemos que seguir creciendo para que unos cuantos se enriquezcan es virtualmente suicida, pero nada de eso importa frente a la consigna de hacer más ricos a los ricos.
La mascarada electorera
La burguesía coahuilense no tardó mucho para echar las campanas al vuelo. Segura ya de que el pacto AMLO – PRI salvaguardará sus privilegios y declararon a Zócalo Saltillo (4 de junio a las 23:15 hrs) por voz de dirigentes y voceros de CANACO Saltillo, de la Asociación de Empresarios e Industriales de Ramos Arizpe, del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, del Centro de Estudios Económicos del Sector Comercio y Servicios, de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera, de CANACINTRA, de CACTUS VALLEY y de varios directivos de empresa, por cierto, todos ellos varones, que hay que ir “más rápido, más alto, más fuerte”. En concreto, pidieron a Manolo más vialidades, más puentes, más carreteras, un tren suburbano Derramadero – Saltillo – Ramos – Monterrey (por el arribo de TESLA), revivir el aeropuerto de Ramos Arizpe, un Centro de Convenciones y “garantizar el abasto de agua … para cimentar el desarrollo a futuro…” Les faltó pedir que saque agua de las piedras.

Para esta gente, los bienes y dones de la Madre Tierra son inagotables. A ninguno de ellos le pasó por la cabeza mencionar a los campesinos. No puedo decir que sean ciegos, miopes o ingenuos, saben bien que no hay agua para sostener tamaño crecimiento, que la región debió detener su expansión a más tardar en los años noventa del siglo pasado, pero para ellos ya no basta acumular; es preciso despojar, depredar, irse con el botín a otras tierras y dejar tras ellos tierra arrasada.
En línea con las directrices del FMI, tratan al Desierto Chihuahuense como patio trasero de los EEUU, como un lugar vacío, sin valor, como botín para un neo latifundismo que concentra la inversión y tecnología intensiva en terrenos relativamente reducidos, para producir y exportar hortaliza, fruta y vinos, además de pastura para la industria lechera de la Comarca Lagunera.[5]
Esta burguesía considera indispensable vaciar el campo de campesinos siguiendo un protocolo preciso: primero desinforman, luego cooptan, más tarde calumnian, después amenazan y van erosionando el tejido social comunitario. Si las resistencias persisten, penetran el territorio con narcomenudistas y sicarios del crimen organizado, criminalizan los liderazgos que defienden sus territorios, despueblan las comunidades para saquear su agua, minerales, tierras, paisajes, arraigos y culturas, para engrosar un ejército de reserva barato y por lo tanto “desechable”, para ofrecer masas de campesinos hambrientos al mercado laboral.
Este despojo demencial encuentra sus raíces y sanción jurídica en la contra reforma neoliberal emprendida por Carlos Salinas de Gortari, que encarnó en las políticas públicas que han tratado de imponer la trampa de la plena propiedad, la certificación y el PROCEDE, que transformaron de facto a la Procuraduría Agraria y al Registro Agrario Nacional en agentes inmobiliarios al servicio del capital, que propiciaron la irrupción del llamado Libre Mercado como principio, fin y árbitro del trabajo campesino, que obstaculizaron hasta imposibilitar la venta de excedentes de ejidatarios y comuneros y que siguen propiciando la sobre concesión de aguas superficiales y subterráneas, todo ello seguido de un largo etcétera.
Tantos males han tenido treinta años para echar raíz, pero ¡No pasarán!
Campesinos como Juan Gamboa, Lore Reina, Pedro Jasso, Imelda Belmares, Eduardo Alonso y tantos otros, resisten desde abajo, desde sus propios procesos, desde sus realidades concretas, como actores y agentes de su historia, horizontalmente, con respeto mutuo y con cariño; todos en búsqueda, todos vulnerables, dejándose transformar por sus hermanos de clase. Otro mundo es posible, un mundo en el que quepan muchos mundos.
20 de junio de 2023
**Todas las fotos fueron proporcionadas por el autor
[1] El Desierto Chihuahuense se extiende desde el Altiplano Potosino, Norte de Zacatecas, porciones de Nuevo León y Durango, buena parte de Coahuila y Chihuahua, hasta Texas, Nuevo México y Arizona.
[2] El Arroyo San Miguel nace en Tanque Nuevo, en lo alto de una serranía que, con diversos nombres, recorre de Este a Oeste, el sur del Estado de Coahuila desde la carretera Saltillo – Zacatecas, hasta los alrededores de Parras de la Fuente.
[3] Ciudad Derramadero es un proyecto de especulación inmobiliaria, consistente en nuevos parques industriales que se sumarán a los ya existentes y en 40,000 viviendas para hacinar en ellas a las familias de los trabajadores del Cluster Automotriz que está operando desde los años noventa en ese sitio y que se proponen ampliar hasta conurbarlo con Saltillo, Ramos Arizpe y Santa Catarina, N.L., pese a que todo mundo sabe que no hay agua para seguir creciendo.
[4] Administrativamente conformado por los municipios de Parras de la Fuente, General Cepeda, Arteaga, Saltillo y Ramos Arizpe.
[5] Políticos y empresarios vinculados a la gran burguesía norestense de apellidos bien conocidos como Abedrop, Arizpe Narro, Arizpe Sada, Garza Melo, Garza Sada, Guajardo, Hernández Hamdan, López Villarreal, Madero, Mendel Grunenbaum, Milmo, Ramón, Rivero González, Sada, Salinas Aguilera, Zambrano, acaparan el 94% del agua subterránea de la región.
* José Luis García Valero es Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Desde 2006, radica en el Rancho Agroecológico El Chuzo, Municipio de General Cepeda, Coahuila. Es activista en defensa del territorio y desde 2010 es integrante de Custodios del Agua del Arroyo San Miguel y del Colectivo Sí a la Vida. Participa en el proyecto «Culturas y Territorios Pastoriles. Conocimientos memoria e identidades patrimoniales del Desierto Chihuahuense»
