
“Sin memoria no hay justicia; sin justicia no hay paz”
El asesinato de Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo a manos de soldados del Ejército mexicano, dejó un gran dolor en las familias de estos dos estudiantes que cursaban sus estudios de posgrado en el Tecnológico de Monterrey. Su muerte, además, marcó un parteaguas en la forma en que mucha gente concebíamos la “guerra contra el narco” que inició el gobierno de Felipe Calderón en el 2006. El hecho de que las fuerzas castrenses, que se suponía patrullaban las calles para proteger de la ola de inseguridad a la ciudadanía, reprodujesen los mismos horrores que cometían las bandas del crimen organizado, dejó en buena parte de la comunidad regiomontana la señal de que nos enfrentábamos a un sistema que en cualquier momento podía literalmente terminar con nosotros, como en el caso de Jorge y Javier, a quienes los militares no sólo asesinaron; los torturaron mientras seguían vivos, les dieron el tiro de gracia, golpearon sus rostros hasta volverles irreconocibles, sustrajeron sus identificaciones y pertenencias y les sembraron armas para hacerles pasar por sicarios.
Para quienes hemos sido parte de la comunidad del Tecnológico como estudiantes, profesores o empleados, fue particularmente doloroso atestiguar cómo los años transcurrían y en algún momento incluso las nuevas generaciones no reconocían los nombres de Jorge y Javier y la familia parecía resignarse a que no llegarían la justicia y reparación del daño. Así mismo, fue indignante atestiguar cómo, increíblemente, Felipe Calderón asistía a un evento al mismo Tec, en enero del 2012, para lanzar el Programa de Financiamiento a la Educación, con lo cual ese día de enero parecía como si Jorge y Javier volviesen a ser ejecutados en su escuela, esta vez por la indiferencia y la insensibilidad: Calderón ¡volvía al Campus Monterrey!, lugar que Jorge y Javier jamás pudieron volver a pisar.
Sin embargo, también pudimos testimoniar cómo en las semanas posteriores al fatídico viernes de marzo del 2010, estudiantes del Tecnológico, sobre todo de las carreras de Ciencias Sociales y Humanidades, no pudieron más que seguir los principios que su misma escuela les estaba enseñando, al movilizarse para exigir la justicia por sus compañeros y buscar la transformación de su sociedad. Y así fue como en esos años una ola de esperanza recorrió las calles del Centro de Monterrey, donde estudiantes del Tec se hermanaron con los de otras universidades para cuestionar la militarización del país y las violaciones a los derechos humanos. La historia de Jorge y Javier se volvió paradigmática y catapulta para visibilizar y concientizar sobre cientos, miles de casos de asesinatos y desapariciones que no sólo eran cometidos por el crimen organizado sino también por las fuerzas del orden.

El movimiento estudiantil regiomontano de 2010 devino en la creación de asambleas estudiantiles independientes de sus instituciones. Así surgieron la Asamblea Estudiantil del Tec, de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), de la Universidad de Monterrey (UDEM), de la Universidad Metropolitana de Monterrey (UMM). Unos años después, la Asamblea del Tec derivaría en el colectivo Todos somos Jorge y Javier, que desde el año 2014 y con apoyo de Amnistía Internacional y Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos (CADHAC) se propuso luchar porque el caso fuese llevado a los tribunales, para lo cual contaron con la anuencia de sus familias, representadas por sus honorables padres, Rosy Mercado y Joel Medina en el caso de Jorge, y Haydeé Verdugo y Javier Arredondo en el caso de Javier. Lamentablemente, los padres de Javier ya fallecieron (su papá, apenas hace unos días), por tanto no pudieron seguir albergando la esperanza de que algún día se le hiciera justicia a su hijo.
Lo más que les han podido ofrecer a los padres de Jorge y de Javier en vida fue la disculpa pública que presentó el gobierno federal actual, disculpa que jamás se dio en el gobierno de Calderón. En el noveno aniversario de los crímenes, en el mismo Auditorio Luis Elizondo del Tec y a través de la Secretaría de Gobernación, la entonces secretaria Olga Sánchez Cordero reconoció que Jorge y Javier no eran sicarios sino estudiantes de excelencia, y que los militares habían cometido graves violaciones a sus derechos. Sin embargo, después de esa disculpa no se concretaron las sentencias condenatorias para los implicados directos ni se enjuiciaron a los responsables jerárquicamente. Las familias siguen esperando la justicia formal.
Es decir, los integrantes del ejército que cometieron las violaciones a los derechos humanos de Jorge y Javier fueron sólo los autores materiales. Además, como alguna testigo presencial de los hechos lo constató, los soldados que participaron en la refriega de la medianoche del 19 de marzo de 2010 en esa esquina de las avenidas Garza Sada y Luis Elizondo eran muy jóvenes, igual que Jorge y Javier, por lo que ahora sabemos que mucho de la guerra contra el narco de esos años fue enviar a soldados casi adolescentes a matar a otros jóvenes como ellos (que lo mismo algunas veces eran integrantes del crimen organizado que otras, como con Jorge y Javier, civiles inocentes). No obstante, la cadena de mando está ahí, en los registros. Los soldados fueron los asesinos materiales; los principales responsables de estas ejecuciones extrajudiciales y otros excesos cometidos por las fuerzas del orden serían mandos y autoridades de la más alta jerarquía, quienes hasta ahora han permanecido intocables, y quizás sólo les alcance el juicio de la historia y el repudio de la opinión pública.

Según el recuento de los sucesos acontecidos aquella noche y sobre todo gracias a los reveladores videos que recuperó Alberto Arnaut como realizador del documental “Hasta los dientes”[1], Jorge tuvo la posibilidad de salvarse de los disparos de los soldados, ya que había pasado de largo en el intento de huir de sus asesinos… pero volvió. Volvió por su amigo Javier, y ahí encontró la muerte y mucho más que eso, pues los asesinos no sólo le privaron de la vida sino que atentaron contra su honor y el de Javier al hacerles pasar por sicarios e intentaron desaparecerlos al enviarlos al SEMEFO (Servicio Médico Forense) sin posibilidad de ser identificados sus cuerpos por sus familiares (cometido que no se logró gracias a que los padres de Jorge y Javier pudieron rescatar a tiempo sus cuerpos, alrededor de día y medio después de que habían sido privados de la vida).[2]
Y sí. Así fue. Jorge volvió por Javier, quien algunos metros atrás había ya caído herido por los soldados. Y la mamá de Jorge, la Sra. Rosy Mercado, como alguna vez lo aceptó en una entrevista y aun en medio de su dolor y nostalgia, señalaba que su hijo podía haberse salvado si no hubiese dado marcha atrás en su huida, pero así también, hermosamente, reconocía que si Jorge no hubiese vuelto por su amigo habría dejado de ser él mismo. Jorge no negó a Javier. Jamás lo silenció. No lo olvidó. No lo dejó atrás… como quizás muchos de nosotros, de nosotras, sí lo hemos hecho con Jorge y Javier en estos 12 años.
Rosa Elvia Mercado, que habla con un inmenso amor por su hijo, como cualquier padre quisiéramos siempre expresarnos de nuestros hijos o como cualquier hijo quisiera ser mencionado por su padre o madre, con gran ternura da gracias a Dios por haber disfrutado de la vida de Jorge. Pero al mismo tiempo es enérgica cuando señala que, aunque “los tiempos de Dios son perfectos”, ella, su esposo Joel y toda su familia y personas que estiman la memoria de Jorge, esperan la justicia. Y aunque deseo que exista un mundo donde pudiese haber una continuación de lo que quedó inconcluso en este mundo material, también me uno a su reclamo de justicia, aquí y ahora, porque como la Sra. Rosy lo dijo contundentemente al final de su mensaje este 18 de marzo en el acto de conmemoración en las instalaciones del Tec, sólo espera que “cada una de las autoridades haga lo que tenga que hacer, porque hasta ahora no han hecho nada”.

Y porque en ese marzo de 2010 yo estudiaba también un posgrado en el Tec de Monterrey, y porque soy egresado del Tecnológico y ahora profesor de Ciencias Sociales y me siento con la responsabilidad de ser un referente de congruencia para mis estudiantes, y porque no sirven de nada conceptos de ciudadanía, democracia, derechos humanos y cambio social si no se aplican para buscar transformar la sociedad desde nuestro ambiente más inmediato de acción (nuestro trabajo, nuestra escuela), me pronuncio en favor de exigir la pronta justicia para Jorge y Javier. Ya le fallamos a la Sra. Haydeé y al Sr. Javier, los queridos papás de Javier. Pero ahora será por dignificar la memoria de estos amorosos y luchadores padres, y por la pelea tenaz del Sr. Joel y la Sra. Rosy. No me sentiré completo y realizado como profesor en el Tec hasta que no se pase de la verdad a la memoria perpetua, a la anhelada justicia y reparación del daño para Jorge y Javier y sus familias. Y sí. Pasó mucho tiempo. Doce años. Y parecía que muchos de nosotros, de nosotras, no estábamos ahí. Pero en realidad, todos somos Jorge y Javier. Siempre lo fuimos.
29 de marzo de 2022
** Portada: Mural original hecho como tributo a Jorge y Javier, que más tarde fue borrado por el municipio de Monterrey pero después reinstalado (con una versión distinta en su imagen) por el colectivo Todos somos Jorge y Javier. Foto tomada de Internet.
[1] La película documental “Hasta los dientes” (2018) fue dirigida por Alberto Arnaut, es exhibida actualmente en la plataforma Netflix y fue promovida por la asociación civil Ambulante. “Hasta los dientes” recupera la memoria de quiénes eran Jorge y Javier y propulsa las demandas de justicia de las familias Mercado Alonso y Arredondo Verdugo.
[2] Como lo plasma el testimonio del documental “Volverte a ver” (2020) de Carolina Corral, existen fosas clandestinas donde integrantes de las fuerzas armadas enterraron cuerpos de personas que llegaban muchas veces de los SEMEFOS de distintas partes del país.