¿Qué nos dejó la pandemia? /Por Anne Fouquet

A casi dos años del inicio de la pandemia por Covid-19 pareciera que estamos más cerca de la salida, del regreso a la “vida de antes”. Luego de las experiencias vividas vale preguntarse: ¿qué nos dejó la pandemia? ¿Dónde quedaron las promesas de otro mundo posible?

Acuérdense de los titulares de la prensa internacional que anunciaban un nuevo mundo, de intelectuales que reflexionaban sobre la oportunidad que ofrecía la pandemia para repensar el curso de la humanidad, de los numerosos libros escritos sobre el tema: desde interpretaciones cosmológicas y alineamientos de los planetas, hasta denunciar una amenaza comunista como responsable de la Covid-19. De forma más seria y documentada, la pausa que ha representado la Covid en la economía mundial, así como los efectos y consecuencias de los diferentes confinamientos, ha sido objeto de estudios y análisis en cuanto al futuro de la humanidad. Trabajo y educación, dos campos constitutivos de toda sociedad, fueron particularmente trastornados durante la pandemia. Y como telón de fondo, el futuro del planeta, el calentamiento global y sus múltiples manifestaciones y consecuencias sobre el modelo productivo capitalista. La pausa en el productivismo desenfrenado ha dado un respiro muy corto al planeta, sin embargo, ha logrado hacer más presente la urgencia climática.

Del trabajo

Una parte importante de la humanidad estuvo confinada en su vivienda al mismo tiempo a lo largo y ancho del planeta. La economía mundial estuvo parada durante algunas semanas, salvo los sectores “vitales”, “indispensables” o “esenciales”, según las diferentes denominaciones nacionales. Se tuvo que definir qué era vital y, así, distinguirlo de lo que no lo era. En esta selección de actividades esenciales aparecieron varias de las que suelen ser invisibles y entre las peores valoradas en la sociedad: la recolección de basura, los servicios a la persona, las cajeras de supermercados. Del otro lado, el sector médico fue aplaudido sin que eso signifique, al final de la pandemia, una mejora en la calidad de los servicios hospitalarios o de las condiciones laborales del personal del sector salud.

Actividades esenciales. Imagen tomada de internet

Para los sectores no esenciales, se organizó el home office. Al principio con las reticencias de los empleadores, quienes desde tiempo atrás habían buscado limitar esta forma de trabajo remoto por el temor a una baja productividad de sus empleados. Para sorpresa de todos, resultó que la productividad de los empleados durante los primeros meses de este home office fue más elevada que en condiciones de trabajo presencial. Las reuniones virtuales se han convertido en la norma, aún con medidas sanitarias a la baja. La virtualidad en el mundo laboral de seguro está por quedarse. No de tiempo completo, no en estas mismas formas que se experimentaron durante la pandemia, pero la puerta ya está abierta y no se volverá a cerrar. Y con esto, una transformación de los modos de vida, de la relación con el trabajo, de las formas de habitar. Aún es una tendencia, pero en varios países se ha registrado un “éxodo” urbano de las grandes ciudades hacia ciudades más pequeñas que permiten acceder con un precio más asequible a una vivienda con habitación extra para el teletrabajo, a un jardín, a unas formas de consumo más local. Quitando el romanticismo ligado con la vida campestre, la tendencia interroga sobre las formas actuales de vida en las grandes ciudades, las cuales, inteligentes o no, parecen mostrar sus límites.

De la educación

Otro sector que ha sufrido cambios radicales es el de la educación. La educación virtual no es nueva, pero hasta el momento se limitaba a sectores muy específicos, o bien para poblaciones alejadas sin acceso a escuelas o para los niveles más avanzados como maestrías o diplomados. En el caso de México, al ser declarada la educación como sector no esencial, las escuelas de nivel básico e intermedio permanecieron cerradas durante 18 meses. Algunas escuelas privadas han podido adaptarse rápidamente a esta nueva realidad virtual, muchas otras públicas no lo han podido hacer dejando a la infancia frente a la pantalla de la televisión con las carencias familiares, tanto tecnológicas como culturales, para acompañar el aprendizaje. El costo de este periodo tan largo de interrupción educativa es y será muy alto: aumento del abandono escolar, aumento de las violencias domésticas y rezago educativo para una generación completa. ¿Qué nos ha enseñado la educación virtual? ¡Sus límites! Después de décadas de debates sobre el uso de las tecnologías de la información en las escuelas, sobre sus bondades o sus horrores, la pandemia vino a imponerlas a gran escala. La desigualdad en el acceso y uso de la educación virtual, los riesgos de la privatización siempre más importante de los soportes educativos, el aumento de trastornos socioemocionales y la falta de difusión de reglas de socialización como base para el vivir juntos son algunos de sus límites y consecuencias. El regreso físico a la escuela está ya en camino, alegrando a las madres y padres de familia, pero aún falta ver en qué estado regresarán tanto el magisterio como las niñas y niños.

Magisterio: más trabajo, estrés y gastos. Fuente: El Universal

De la urgencia climática y del modelo productivo

La pandemia no vino a modificar nada en concreto en este rubro, pero sí contribuyó a visibilizar ante los ojos de más gente las aberraciones del sistema productivo actual y los límites de la globalización. Desde las dependencias en materia de medicamentos y cubrebocas que surgieron a principio de la crisis sanitaria, hasta las actuales penurias de autopartes, que demuestran las dependencias que se han generado en el marco de la globalización, mediante deslocalizaciones de sectores enteros de la economía en búsqueda de costos siempre más bajos de mano de obra. En Europa, estas diferentes dependencias fueron una sorpresa. ¿Cómo y cuándo se dio esta situación que los países de la Unión Europea no producían cubrebocas, o que el centro de fabricación de muchos medicamentos es India y no la vieja Europa?

Se han multiplicado las iniciativas ciudadanas para favorecer un consumo más consciente y ético, privilegiando el consumo local. Las ventas de bicicletas han estallado en las grandes urbes al igual que las ventas de automóviles híbridos, supuestamente menos contaminantes y más amigables con el planeta. Supuestamente, ya que queda por verse cómo se organiza la cadena de valor de las baterías: si bien éstas no emiten directamente CO2, sí lo produce indirectamente al necesitar electricidad, la cual en la mayoría de los casos se genera con base en energías fósiles; además, las baterías necesitan de minerales (cobalto, litio, grafito, níquel y cobre) que se exploran y explotan por empresas trasnacionales en países cuya situación política y democrática deja a desear, países en los que se practica el trabajo infantil. Luego, las baterías tienen una vida limitada y su reciclaje es altamente contaminante.

Activistas climáticos vestidos como líderes mundiales protestan inspirados en los «Juegos del calamar» durante la COP26 en Glasgow. Fuente: El Periódico

Entonces, si bien la pandemia no creó cambios, sí amplificó los cambios en curso y ha acelerado su puesta en marcha. Quizás sea su mejor legado: en lugar de esperar una década para ver las consecuencias de estos cambios, 2 años fueron suficientes. Trabajo, educación y medio ambiente son solo algunos de los aspectos de esta “nueva realidad” pos-pandemia. Se hubiera podido hablar también de los reequilibrios internacionales, del mundo multipolar, del reforzamiento de China como actor económico principal, de las reestructuraciones económicas y sus consecuencias sociales, de la economía verde, de la decadencia de Estados Unidos o de las fracturas y derivas populistas en Europa y en América Latina. Pero en el trasfondo de estos cambios múltiples está ni más ni menos que el futuro de la humanidad. Esta semana se abrió la cumbre sobre el cambio climático, o COP 26 en Glasgow, Irlanda, con las mismas alertas de siempre por parte de los científicos y las mismas promesas políticas de que ahora sí se va a actuar. Sólo nos queda tener optimismo y esperanza en que la pandemia haya contribuido a concientizar de manera más aguda, y con el carácter de urgencia que requiere, a los tomadores de decisiones y a la ciudadanía en general.

3 de noviembre de 2021

annafouquet@gmail.com


** Imagen de portada tomada de internet.

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