Una política de lucha en tiempos de pandemia / por Sandro Mezzadra*

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Esperas prolongadas en la farmacia, largas colas para ingresar al supermercado: experiencias como estas, que se han vuelto normales en estos días, son suficientes para tener una idea de cómo la propagación del coronavirus está transformando nuestra sociedad. En muchos aspectos, para ser honesto, estas formas son tendencias a largo plazo que se verán exacerbadas por la epidemia y por las medidas tomadas por el gobierno: décadas de políticas del miedo han dejado su huella, evidente en la fobia al contacto, en las miradas cautelosas que se dan a partir del mandato de la «distancia de seguridad» entre personas. La ansiedad de control sin duda refuerza los poderes que dominan nuestras vidas, y es bueno recordar que, una vez tomadas, medidas como las de estas semanas quedan en el arsenal de lo que es políticamente posible. Hay, por otro lado, imágenes de una situación profundamente diferente: las sonrisas que muchos intercambian en la calle, la música de los balcones, la solidaridad con la que no solo están rodeados médicos y enfermeras, sino también trabajadores en huelga para defender la seguridad de sus condiciones de trabajo.

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«Lucha por la vida». Trabajadores del Mercedes Benz, en Vitoria-Gasteiz, País Vasco, paran  la producción por no garantizar la empresa la distancia de seguridad ordenada por las autoridades sanitarias

La discusión de estos días, dentro del variado mundo de los movimientos sociales y de la izquierda, parece centrarse de manera privilegiada en el primer aspecto, en el refinamiento en la emergencia de dispositivos de control. Incluso, independientemente de las posiciones de reconocidos filósofos que hacen de virólogos y epidemiólogos, en muchas intervenciones parece prevalecer una especie de escepticismo con respecto a COVID-19 y su peligro real. Me parece que esta actitud es definitivamente engañosa. Los datos a partir de los cuales debería comenzar la discusión son, por el contrario, para decirlo de manera muy simple, que la propagación del coronavirus representa no solo una amenaza para la salud y la vida de millones de personas (los ancianos y las personas en riesgo en primer lugar), sino también para el mantenimiento de los sistemas de salud. No me parece que pueda haber ninguna duda sobre este punto. Pero si este es el caso, el coronavirus representa una amenaza para algo esencial sobre lo que en nuestro debate hemos llamado «lo común«. La epidemia en curso de lo común (así como de nuestras vidas) muestra toda la fragilidad y precariedad, la necesidad de «cuidado» que, en particular, el debate feminista de los últimos años ha subrayado. Sin olvidar el tema del control, me gustaría tomar este punto de vista esencial para pensar en lo que está sucediendo en Italia, en Europa y en el mundo.

Los efectos económicos del coronavirus son literalmente inauditos. Por primera vez en décadas, una crisis que tiene su origen en la «economía real» golpea violentamente los mercados financieros mundiales, causando pérdidas sin precedentes. La metáfora que mejor se presta para ilustrar la situación del capitalismo global en este momento es la de «obstrucción». La crisis refleja como en un espejo la imagen invertida de un capitalismo cuyos circuitos de valorización y acumulación dependen enteramente de un movimiento implacable de capital, bienes y personas. Las supply chains, cadenas de suministro que conforman el esqueleto logístico e infraestructural de la globalización capitalista, parecen hoy estar en gran parte bloqueadas. La tendencia de las bolsas, que ha guiado durante mucho tiempo la extensión de las supply chains y la red conectada de corredores, áreas especiales y hubs, se ve ahora obligada a registrar este bloqueo.

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«La rebelión de los vulnerables». Revueltas en las cárceles italianas

No está fuera de lugar decir que la pandemia en curso marca un punto de no retorno en el desarrollo del capitalismo global. De ninguna manera estoy adhiriendo a imaginarios de «colapso» y de apocalipsis. Ciertamente seguirá habiendo capitalismo después del coronavirus, pero será un capitalismo profundamente diferente de lo que hemos conocido en los últimos años (a pesar de los cambios radicales que la crisis financiera de 2007/8 ya ha provocado). Me parece que debemos partir de esta observación que se refiere al nivel global también para pensar en lo que está sucediendo en Italia, que sin duda en este momento vuelve a tener características de «laboratorio», incluso en términos profundamente diferentes a los de un pasado no muy lejano. A riesgo de simplificación, diría que está surgiendo una alternativa precisa en este momento: por un lado, hay una línea que podríamos definir como maltusiana (o inspirada en un darwinismo social esencial), bien ejemplificada por el eje Johnson-Trump-Bolsonaro; por otro lado, hay una línea que señala la recalificación de la salud pública como una herramienta fundamental para enfrentar la emergencia (y aquí los ejemplos, muy diferentes, pueden ser China, Corea del Sur e Italia). En el primer caso, miles de muertes se cuentan como una selección natural de la población; en el segundo caso, por razones en gran medida contingentes, el objetivo es «defender a la sociedad«, con diversos grados de autoritarismo y control social.

Me gustaría ser claro: de ninguna manera estoy «promoviendo» las medidas tomadas por el gobierno italiano. Solo diré que, en este momento, a nivel global, hay una confrontación muy dura que tendrá consecuencias esenciales no solo para el futuro del capitalismo sino también (después de todo, es lo mismo) para nuestras vidas. Esta confrontación también atraviesa países como Gran Bretaña, Estados Unidos y Brasil, cuyos gobiernos promueven la solución que he llamado maltusiana: ¡las resistencias a nivel social y político son tenaces y arraigadas! Pero el choque también atraviesa nuestro país y ha encontrado una expresión ejemplar en la negativa de los trabajadores a aceptar las decisiones de Confindustria[1] y sacrificarse por la primacía de la producción. En términos más generales, el manejo del coronavirus parece ser un campo esencial de conflicto; y solo la intensificación de las luchas sociales (ahora y en los próximos meses) puede abrir espacios de democracia y «cuidado» para el común. Y esto es válido tanto para Italia como para Estados Unidos.

Veamos algunas condiciones que nos permiten delinear escenarios para el futuro cercano. El valor esencial del sistema de salud pública (que significa el derecho social a la salud) es hoy un hecho difícil de cuestionar. Esto significa que, al menos durante un período, será difícil proponer nuevos recortes, y se puede abrir una etapa de inversiones, también bajo la presión de los trabajadores y las trabajadoras de la salud. Es de esperar que esto suceda asimismo en el mundo de la educación, aunque sin duda será necesario enfrentar los intentos de hacer irreversibles ciertos cambios que han ocurrido en las últimas semanas (a partir del uso de la enseñanza en línea). En la crisis, el trabajo de enfermería continúa descargándose esencialmente a las mujeres, pero incluso esta circunstancia abre escenarios de nuevas luchas y nuevas negociaciones. Las ya mencionadas huelgas de los trabajadores indican la posibilidad de horizontes de sindicalismo sin precedentes, incluido el sindicalismo social, y la demanda de un «ingreso de cuarentena«. Mientras el precio a pagar es muy alto, los disturbios en las cárceles han determinado una visibilidad renovada en un mundo que en los últimos años se ha vuelto fundamentalmente opaco (y también han obtenido algunos resultados significativos aunque parciales). Aunque en diferentes momentos, esto también está sucediendo en las RCP[2], donde el coronavirus ha resultado en un bloqueo de facto de los retornos e incluso de las detenciones.

Repito: estos son escenarios que indican terrenos esenciales de lucha y ciertamente no desarrollos gubernamentales lineales. Pero desde el punto de vista del método, me parece importante comenzar desde aquí. Así, el virus mostró burlonamente el carácter completamente ilusorio de la soberanía y su fetichismo fronterizo. Es una buena oportunidad para reabrir la discusión sobre Europa. Por supuesto, la Unión Europea ha hecho muy poco hasta ahora, se ha movido de una manera contradictoria y, a veces, incluso contraproducente. Pero ¿cómo no ver cómo se está saltando el dogma de la austeridad y el presupuesto equilibrado?  Y formidables son las tensiones «objetivas» que se están descargando en el Banco Central Europeo para asumir el papel de prestamista de último recurso. Son tendencias «objetivas», en el sentido de que dejan de lado una intencionalidad política: pero definen las condiciones para la reanudación de las luchas en suelo europeo (o tal vez mejor: para una recaída a nivel europeo de las luchas que se desarrollarán en muchas partes del continente).

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«La sociedad subalterna reclama amnistía»  de familiares en cárceles italianas

En conclusión: creo que el punto de vista propuesto aquí nos permite mirar la pandemia en curso, prestando atención a los espacios que se abren a los movimientos, a las luchas sociales y a la izquierda misma. No he subestimado, como dije, la cuestión del control, la expansión de los poderes estatales y la promoción de una política de miedo. Estos son aspectos claramente presentes en el escenario actual. Pero ¿cómo podemos contrarrestarlos? Creo que hay que partir de ese «cuidado» de lo común que mencioné al principio para revertir el significado actual del «laboratorio italiano»; y que en la situación actual debemos aprovechar las oportunidades que existen para políticas de lucha integrales en tiempos de pandemia.

17 de marzo de 2020

 

*Sandro Mezzadra es filósofo de la política, colaborador de Il Manifesto, Derive Approdi y otras múltiples publicaciones y espacios críticos de Italia y de otros países.

Artículo publicado originalmente en EuroNomade Traducción: Ignacio Irazuzta.

[1] Confederación General de la Industria Italiana.

[2] Centros Permanentes para la Repatriación. Los CPR son, en Italia, lugares de detención para migrantes antes de ser deportados.


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5 Comentarios

  1. El coronavirus ha sido un maestro para todos nosotros aquí, en Italia; hemos visto de todo: desde el egoísmo gandalla de quien vela, con cierta ingenuidad, sólo por sí y los suyos, hasta el canto a coro de los himnos italianos que llaman a amarnos y unirnos, en el caso: sólo quedándonos en casa; hemos visto muchas iniciativas colaborativas de quien comparte tips para jugar con los niños, para aprovechar el tiempo productiva y sanamente.

    Nos hemos topado con el recuerdo de la historia que no nos permite olvidar ahora a los abuelos italianos que dieron la vida en la guerra, esos mismos abuelos que han hecho decir a algunos: «lo bueno que el virus hace daño sólo a los viejecitos» … ese virus ha logrado que algunos comiencen a contemplar políticas sanitarias donde «deben elegir» entre sanar a unos (evidentemente a aquellos en edad «productiva») sobre otros… los que salen perdiendo son los ancianos, los chinos, el extranjero, el otro, el otro, el otro… no en mi jardín… florece la visión individualista de muchos, el virus intenta zarandearla con algún golpe a la conciencia gritando, o mostrando (y ya lo hacia también la catástrofe ambiental) que todos y todo está conectado.

    En estos días hemos recordado que no podemos controlar todo con fronteras cerradas, que los virus no usan pasaporte y que a los proteccionismo y nacionalismos que se fortalecen por todos lados a veces se les olvida que somos «mundo»; toda una serie de temas globales nos urgen vernos interconectados, a colaborar, a replantear caminos, evaluar prioridades, buscar soluciones comunes; el virus se puso quizá a filosofar con Chul Han para mostrarnos que nos explotamos a nosotros mismos, que no sabemos qué hacer con la presencia del otro y que estar en casa con la familia, que debería ser normal, es para muchos algo nuevo, que se nos olvida con frecuencia lo que significa ser-con-el-otro y caemos en la trampa de ver al otro como una carga pesada, con miedo, envidia o riesgo. Se nos evidencia que las colaboraciones internacionales ha sido sólo unión comercial pero no unión de propósito a favor del bienestar integral del ser humano, se notan las desigualdades escandalosas en la fragilidad del sistema sanitario de unos países comparado con el de otros, nos asusta el cierre de fronteras que vivimos, el paro de unos trabajadores que hacenhuelga en lugares donde velan más por la producción que por las personas y nos sorprenden (aún) las decisiones de autoridades que no quieren perder ganancias que vienen del turismo o de los espectáculos a costa del bienestar público…

    eso hacen los virus, no? Este coronavirus nos está quitando la respiración… desestabiliza el sistema y nos hace desfallecer…

    ojalá matara esos sistemas de trabajo que esclavizan a las personas para la producción, que se fortalezcan todas esas experiencias de HomeOffice, Co-working, teletrabajo que nos permiten ganar tiempo para compartir… que quitara respiración a esa economía «que mata» y fortaleciera esos otros modelos, como la Economía Social de Mercado o la Economía de comunión, la gratuidad y porqué no, esa economía promotora de un decrecimiento (ese de Latouche) que cuida el ser humano y la tierra de la acumulación ilimitada e innecesaria, austera y generosa; que fortaleciéramos una economía y una educación promotores de conciencia ecológica, holísitica o como se quiera llamar, para disminuir desigualdades y crear bienestar… y crear felicidad y no sólo de productos para consumir.

    La enfermedad y las muertes de estos días no son sólo una cuestión viral, se trata de decisiones, de las decisiones que hemos tomado, de las que estamos tomando en medio de la crisis… de las decisiones que vamos a tomar en adelante… ¿porqué de decisiones? los políticos deciden motivados por fines económicos sobre el bienestar público, los empresarios por fines productivos sobre sus trabajadores, la economía, y no es una economía al servicio del ser humano, domina las decisiones. Pero no es «la economía» en sí misma, como si tuviese libre albedrío… hasta allí la hemos llevado nosotros con decisiones anteriores, productores y consumidores, en conjunto. Provocar un cambio, darle un knock-out como el que el coronavirus nos está dando, necesita de todos y cada uno…

    Hay que replantear muchas cosas, pero para poder actuarlas hay que vencer primero este virus… y eso depende de las decisiones que tomamos nosotros, personales, las que tomamos unos por otros … no se trata de «tu decisión», sino de las decisiones en conjunto … estas muertes (por fortuna ¿?) las vemos… porque están allí inscritas en los cuerpos, no sólo de imprudentes contagiados sino de tantos frágiles, física y políticamente… son muertes inscritas en esos descartados, pobres, esos que no pueden acceder, en los ancianos… pero hay otras muchas muertes sucediendo menos visibles: las que provoca la desigualdad, las de las especies en los ecosistemas, las de la esperanza interior, las de los trabajadores que pierden la vida diariamente, las de todos nosotros que estamos envueltos en culturas del consumo, individualismos, apatías y desilusiones políticas … para vencer este coronavirus, para vislumbrar esa otra sociedad nos necesitamos todos, nadie puede sólo… estamos conectados; podrás cuidarte de no tocar a nada ni nadie, pero si el que tienes cerca no lo hace… necesitamos decisiones en comunión, nos necesitamos todos… ¡uniamoci! ¡Amiamoci! l’unione e l’amore rivelano ai popoli… chi vincer puf? (Unamonos! Amemonos! la unión y el amor revelan los pueblos.. quién podrá vencer?)

    Se abre espacio al otro virus, uno «ideológico», como ha dicho Zizek, un virus a los sistemas políticos, económicos, educativos, sociales… el que nos deja pensar en otro mundo posible e imaginar una sociedad alternativa… solidaria, y quizá (si el tiempo nos alcanza)… mejor.

    PD. De buenas que no pensaba escribir. Italia: 17Marzo: 31,500 casos/2500muertes/26000 casos activos
    @padrerodo #EconomyOfFrancis

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    1. Gracias por tus sentidos y situados comentarios, Rodo! Sin duda, parece que estamos ensayando otro modelo de sociedad, más solidario; incluso socialista o comunista, más allá de la acepción ideológica de esas palabras. De momento es un ensayo. A ver si algo de ello nos sale bien para ponerlo práctica cuando la fiebre amaine. Saludos

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