Casa en el aire para Celso Piña / por José Juan Olvera Gudiño

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Celso Piña Arvizu fue un artista que trabajó incansablemente para enriquecer el acervo de tradiciones musicales de la sociedad regiomontana, y ese logro lo consiguió con entrega, constancia, esfuerzo y rebeldía. Pero no surgió de la nada.

Celso Piña es parte de un movimiento cultural alrededor de la música, sostenido por grupos populares y marginados, originado en el cerro de la Loma Larga de Monterrey, ocupando diferentes colonias, de las que sobresale la Independencia. Este movimiento abrazó los sonidos colombianos (cumbia, vallenato y porro, entre otros), y generó formas particulares de baile e indumentaria y maneras originales de utilizar el cuerpo. La apropiación de este amplio universo de haceres, sentimientos y significados, pertenecientes a otros grupos humanos ubicados 3000 mil kilómetros al sur, en la costa atlántica colombiana, fue posible debido a que empataban, hasta cierto punto, con sus tradiciones líricas y narrativas, con el uso del acordeón, con sus geografías, así como también con los deseos de vivir y gozar la vida a través de la música, como un modo de afrontar los efectos de la fuerte desigualdad social.

Piña llevó más allá la tradición de los sonideros de la Loma Larga, quienes amenizaban las fiestas populares con sus discos de artistas colombianos, y fue el primero en interpretar de manera profesional esa música, sin las modificaciones que realizaban otros grupos musicales, antes y después que él. Estos, intentaban agradar al público mexicano eliminando los elementos de negritud de esa música. Quitaban tambores, reducían velocidad a los ritmos e introducían instrumentos “aceptados socialmente”, tales como guitarras eléctricas y sintetizadores.  Celso dijo: “así como suenan en los discos, así quiero tocar”.

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Vista de la Loma Larga desde el Hospital de Ginecología. Foto: José Juan Olvera

No importa que las melodías fueran productos comerciales elaborados en Colombia, ya transformados, a partir de una práctica musical tradicional colombiana. Aquí se las trató con respeto y alegría, como música que merecía conservarse y disfrutarse así, pero ya no sólo mediante discos colombianos, sino mediante artistas mexicanos que intentaban acercarse, lo más posible, a esas sonoridades originales.

Ese fue “el delito” que cometieron Piña, su grupo y todos quienes los apoyaron, en particular los miles de jóvenes de los barrios populares y marginados, quienes se identificaban con él y su propuesta musical, una vez que el gusto por la colombia de Monterrey, se fue trasladando a los nuevos barrios, producto de la expansión urbana, durante las décadas de los años ´80 y ´90.  El delito era, precisamente, tocar una música que ya estaba vinculada a la pobreza, la delincuencia, las pandillas y la violencia. Celso ignoró este estigma, que era también un modo de separar a los grupos sociales mediante la música y, como otros artistas del blues, del tango o de la música norteña, plantó cara a los sectores hegemónicos tocando su música incansablemente y entreteniendo a sus públicos.  Por ello, para muchos de aquellos jóvenes, hoy adultos, Celso Piña es un héroe cultural, con todas sus virtudes y defectos.

Pero el precio a pagar fue el rechazo, la poca movilidad artística y visibilidad y nacional; la disminución de oportunidades. Pese a ello, tomó el riesgo de introducir nuevos aires de la música colombiana no comercializados por artistas de la región y, con su actividad, ayudó a abrir camino para otros muchos de su tipo que aparecieron después que él, animándolos a seguir adelante.

A finales del milenio, surge una nueva etapa artístico-musical. Nuevamente toma el riesgo y acepta fusionar su música con géneros de otras culturas juveniles y, junto a otros factores como el apoyo de la industria de la cultura, relanza su carrera a nivel nacional e internacional. Ahora es conocido e interpelado por una enorme diversidad de públicos dentro y fuera del país. Pero habiendo pasado épocas difíciles, Piña cosecha lo sembrado en sus primeros veinte años de carrera con intensidad, pero también con gran dosis de sencillez y un estilo directo y honesto al comunicarse.

Celso pertenece también a un movimiento continental, que tiene a la cumbia como base o sedimento sonoro para que, al fusionarlo con los elementos locales de cada país, se generen cumbias tropicales, villeras, norteñas, chichas, y sus correspondientes identidades colectivas. Hoy, que vivimos tiempos de estigma contra la migración de los pobres, es bueno recordar que Piña creció en un barrio de migrantes y eran migrantes, principalmente, los que construyeron en la Loma Larga este gusto musical.

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Despiden con canto y baile a Celso en la colonia Independencia. Imagen tomada de internet

Mañana se cumplen tres meses de la suspensión provisional del proyecto de interconexión Monterrey-San Pedro, que atravesaría por varias colonias de aquella zona y cuya gente difícilmente iba a poder disfrutar de los beneficios de este proyecto urbano. En realidad, no era para ellos, sino para todos los demás que transitamos por toda el área metropolitana. En el mejor de los casos, iban a pasar, de unos caminos sinuosos y escaleras de cemento, a una división permanente, a uno y otro lado de las vialidades, de comunidades que jamás se volverían a ver o  tener interactividad, como ha ocurrido con otros proyectos urbanos. En el peor, simplemente desaparecerían.

No me consta que Piña haya apoyado la lucha contra ese proyecto. Lo que sí me consta es que fue partícipe importante de un movimiento sociomusical que convirtió a una música estigmatizada en motivo de orgullo. Con su trabajo artístico colaboró a fortalecer el sentimiento de pertenencia de los habitantes de la colonia Independencia mediante esta música. Fuerza de donde proviene parte de la resistencia a este macroproyecto gentrificador. Reflexiono hoy sobre el hecho peculiar de que un nicho específico de la ciudad sea identificado con una música popular particular, aunque en realidad sea tan diversa como cualquier otra zona urbana. Éste no es un fenómeno común. No hay una zona en el que identifiquemos que ahí se toca o nació el rock, o que nació la música norteña.

Celso Piña Arvizu, merece una casa en el aire que haga frente con rebeldía a los vientos que siempre ha trasladado, por la falda de la gran montaña, los sonidos de sus tradiciones musicales.

4 de noviembre de 2019

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