Emociones políticas: entre el miedo y la praxis por la paz / Por Rodolfo A. García Martínez

Cerramos –¿sobrevivimos?– el 2023 y abrimos –¿con esperanza?– el año 2024. Tenemos la  costumbre de cerrar cada  año haciendo síntesis que evalúan o resumen lo vivido, así como abrir el nuevo año haciendo propósitos personales o grupales para el futuro. 

En la síntesis del 2023 recordé un evento de organizaciones de la sociedad civil organizado por el gobierno del Estado, una de ellas realizaba con los visitantes, un mapeo de emociones urbanas. La dinámica consistía en tomar un papelito de color que representaba la emoción que más experimentas al transitar por la ciudad (rojo para el enojo, naranja para el miedo, verde para la alegría, etc.) y pegarla en la avenida o en el sector donde experimentas eso sobre un gran mapa pegado en la pared; aún no era medio día y ya no había rojos, así que te daban de los colores que quedaban. Me dieron uno verde que no pegué en el mapa, pero que en mi espacio de trabajo me ayuda a preguntarme ¿cuándo experimento alegría ante la realidad de nuestra ciudad?

El 2024 desde el principio cimbró la ciudad con emociones compartidas, unas comúnmente ocasionadas por el año que llega, pero otras que nos sacuden,  como fue la noticia de una joven pareja de personas migrantes que perdió su bebé en las vías del tren en movimiento, en su intento por continuar su camino hacia el norte. Noticias como estas nos anclan a toda esa serie de temas que continúan vigentes a pesar del cambio de año; las violencias en distintos países del mundo: Palestina, Israel, Rusia, Ucrania, Yemen, Ecuador, Argentina…; las migraciones, los temas electorales y las desapariciones en México; o los feminicidios, la inseguridad o el aire tóxico a nivel local, ¡ya hasta respirar da miedo!

Además, este que recién comenzamos es año político electoral y muchos otros miedos rondan el ambiente: desde los miedos del trabajador de confianza que acepta a regañadientes participar de acarreado en campañas de candidatos a los que no conoce, hasta el sentir general de no tener opciones de candidatos que “llenen el ojo” para otorgarles nuestro voto. Compartimos miedos.

Cultura política pública. El amor es importante para la justicia.

En torno a ese contexto y esas emociones compartidas es que quisiera “antojarles” la lectura de un texto de Martha Nussbaum titulado “Emociones políticas”[1], no es un texto nuevo pero podría ser adecuado al momento. Nussbaum es famosa por sus aportes a la filosofía política y social con su teoría del desarrollo humano y el enfoque de capacidades. Para ella una persona debería poder (tener la capacidad de) realizar todo aquello que considera valioso en su vida; la pobreza se presenta como el obstáculo que “incapacita” a la gente para vivir una vida digna y la tarea del Estado es [debiera ser] crear capacidades que se traducen en oportunidades reales de alcanzar bienestar social.

El texto propone que las emociones no son meras reacciones fisiológicas que interfieren con la razón sino que, por el contrario, son cognitivas y políticas; por lo que poseen un contenido evaluativo, son juicios de valor que dejan ver nuestra cosmovisión y revelan aquello que nos importa, lo que deseamos o tememos, lo que consideramos bueno o malo, además de que tienen también un papel en la arena pública.

Nussbaum desafía el hábito de contraponer racionalidad y emociones; y les otorga a las emociones una gran relevancia en cuanto son sustento de la cultura pública y del ideal de justicia que buscamos para la sociedad. Pensemos en todo el tema del marketing político y en cómo una gran parte de las campañas tienen un contenido emocional que más que poner en la mesa un proyecto o plan de gobierno busca impactar emocionalmente, indignar, difamar y quizá convencer. Para Nussbaum las emociones son el sustento de los proyectos políticos, es decir, que el Estado estructura con el discurso público o con productos culturales un cierto sistema de creencias o de valores hacia los que espera compromiso y que se pueden traducir en votos o en estabilidad en el poder. Pensemos cómo en lo local reunir indignaciones o desafiar la violencia con violencia dio gran peso a la campaña del Bronco[2], o cómo hoy los discursos “del piso parejo para todos” o “el rechazo a la vieja política” poseen un alto contenido emotivo y crean una cierta cultura pública.

En ese sentido, para la autora, los recursos culturales son cruciales, pues encarnan las ideas políticas que se han transmitido por medio de experiencias emocionales; las canciones, los monumentos, o el himno nacional en las asambleas escolares de los lunes, serían para ella ese tipo de ceremonias y rituales que refuerzan el amor cívico, y donde el Estado podría promover esos principios fundamentales y constitucionales que puedan permitir diversidad, libre expresión y libre asociación. Todos esos elementos culturales son importantes porque generan emociones y éstas, a su vez, generan lealtad de los ciudadanos al bien común y al respeto por las personas. En ese sentido deben ser promovidos el patriotismo, el amor, el interés por los otros y la compasión; por otro lado, su contraparte: el miedo (al castigo por no cumplir la ley, por ejemplo), la envidia, la vergüenza (de ser juzgado por tirar basura o usar el estacionamiento asignado a un grupo vulnerable) son también generadores de una cierta cultura política.

¿De qué nos sirve un texto así en este momento?

Se trata de un momento en el que es necesaria la promoción de una necesaria madurez política y una cultura de paz que promueva, por medio de todos los productos culturales a nuestro alcance, los valores democráticos y los derechos que esperamos sean respetados y promovidos en nuestra sociedad. Este texto puede aportar bases filosóficas para observar cómo las emociones tienen un aporte específico en el discernimiento político y ciudadano, además de encontrar en ellas un elemento fundamental para educar en política, analizar los contextos políticos, e invitar al compromiso y activismo políticos. 

Imagen tomada de #El Resaltador

Este es un tiempo, como decía Matarella en su discurso de fin de año a toda Italia, en el que “el riesgo es acostumbrarse” y donde no podemos hacernos de la vista gorda ante todo lo que nos rodea: guerras, feminicidios, inteligencia artificial, violencia contra las mujeres; es un tiempo “en donde es indispensable hacer espacio a la cultura de paz” y “hablar de paz no es buenismo abstracto, al contrario es el más urgente y concreto ejercicio de realismo”, “no es neutralidad, o peor, indiferencia a lo que sucede”, tampoco se trata sólo de hacer callar las armas, sino que construir la paz “significa educar a la paz, cultivarla en el sentimiento de las nuevas generaciones, en los gestos de la vida de cada día, en el lenguaje”[3].

El año que comienza es un año complejo y por esa razón no ha de afrontarse sin esperanza. Decidir tener esperanza es estratégico y esa esperanza “es praxis, que implica la acción y la reflexión sobre el mundo para transformarlo.”[4] En nuestro rol de educadores y educadoras tenemos un deber político y desde nuestra trinchera podemos ser generadores de esas emociones políticas que pongan en el centro la dignidad humana y la justicia social, compartir los miedos quizá, pero con esperanza…

“pero tener esperanza del verbo esperanzar; porque hay gente que tiene esperanza del verbo esperar. Y la esperanza del verbo esperar no es esperanza, es espera. Esperanzar es levantarse, esperanzar es ir detrás, esperanzar es construir, esperanzar es no rendirse. Esperanzar es seguir adelante, esperanzar es unirse a otros para hacerlo de forma diferente…”[5]

16 de enero de 2024

padrerodo@gmail.com  

** Portada: Afiche que formó parte de la exposición por los 100 años de Freire en 2021. Fuente: Tricontinental


[1] Emociones políticas: por qué el amor es importante para la justicia (Herder, 2022)

[2] Apodo con el que promovió su candidatura el anterior gobernador del estado de Nuevo León.

[3] Sergio Matarella, discurso de fin de año 2023. (Video)

[4] Paulo Freire (1975) Pedagogía del oprimido. (Versión PDF)

[5] Esperanzar, 100 años de Paulo Freire. 

Deja un comentario