Ser de clase media en Monterrey / por Mauricio Argüelles

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Dentro del ambiente de la clase media regiomontana, cuando se habla de oportunidades de ascenso social, frecuentemente se escuchan frases como “el cambio está en uno mismo” o “tendrá éxito quien le eche ganas”, ideas que invariablemente se sustentan en los ejemplos de las gloriosas historias de los abuelos nacidos a principios del siglo XX, quienes con poca preparación académica y escaso capital fueron artífices de la acumulación de riqueza material traspasada a las generaciones venideras. Sin embargo, se olvida que estos abuelos habitaron en una época de progreso y estabilidad del Estado de Bienestar; ahora, en cambio, en un contexto de incertidumbre económica e inestabilidad laboral, mantener el estatus heredado de los padres y los abuelos es una proeza. Y lo que es más, la clase media se ha diversificado no sólo social, sino ideológicamente.

Al contrario que nuestros padres y abuelos, los herederos actuales de esta nueva clase media no llegamos a vivir la pobreza en carne propia. Conocíamos la precariedad material desde la lejanía, vista en el paisaje que formaban las viviendas de las familias antiguamente posesionarias que circundaban nuestros acomodados barrios de clase media.

En mi experiencia como estudiante universitario y después como profesor terminó por formarse mi conciencia de clase y autocrítica sobre mi propia situación: fui un privilegiado de la clase media. No podía enorgullecerme de un origen directo en la cultura del esfuerzo; esto lo habían hecho mis abuelos y padres en un pasado del que no podía ufanarme haber sido protagonista. Por el contrario, quienes provenían de la “clase popular” o “clase media baja” sí contaban con estas historias de última generación. Y así pasé a ser identificado con lo que en un principio escuchaba como un adjetivo puramente peyorativo: “clasemediero”.

Ya que los clasemedieros adolecíamos de experiencias directas que evidenciaran que nos la hubiésemos “partido” por llegar a donde estábamos, nos solazábamos entonces de sentirnos “pobres” cuando nos enfrentábamos a la opulencia de la clase media-alta (situación muy distinta de la clase media típica), y también peyorativamente los llamábamos los “riquillos”, sin darnos cuenta que para las familias de clase popular nosotros mismos (clase media típica) formábamos parte de esa misma burguesía. Y tenían razón: en un país donde abundó siempre la pobreza, ser de clase media-media o de clase media-alta significaba formar parte de una misma élite.

No obstante, las distinciones entre clase media-baja, media-media y media-alta (bastante difusas ya que no existen indicadores oficiales sobre el tema) se han vuelto menos relevantes. Persiste sin embargo el prejuicio característico de cierta parte de la clase media de Monterrey —y quizá es su motor ideológico— en cuanto a conceptualizar como un fracaso de vida la frugalidad en el consumo material. Entonces, a una persona “le ha ido bien” porque tiene mayores posesiones o de mejor calidad: compró una casa propia, cambió el modelo de su automóvil, realizó viajes de placer al extranjero. Por el contrario, no suelen ser indicadores de que a alguien “le está yendo bien” el hecho de que sea feliz en su trabajo, que se sienta dichoso de contar con buenos vecinos, que esté realizando proyectos no remunerados gratificantes en lo personal o en lo social, que tenga acceso a bienes y servicios públicos de calidad.

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Los espacios públicos del Monterrey de mediados del siglo XX. Fuente: Diario Cultura. Imagen obtenida en Internet

Los ideales antiguos sobre la superación personal perviven, pero ahora tergiversados en una obsesión y exaltación por lo individual y el menosprecio de lo colectivo. Es esta clase media la que busca perpetuar su modo de vida aun a costa de la devastación ambiental y el aval a la construcción de centros comerciales, estadios de futbol, escuelas y fraccionamientos que destazan cerros y ponen en peligro a flora y fauna propia de la región; la que dio la espalda a los valores enarbolados por los abuelos —cuando existía una conciencia sobre las colectividades en los barrios, la ayuda mutua y la tolerancia y empatía con los más necesitados—, y se ha empeñado en armar búnkers en sus colonias cerradas y en avalar controles de entrada y salida con cámaras de vigilancia estilo Big Brother, todo lo cual reproduce el atropello de los derechos civiles y la exclusión social; es la clase media que prefiere privatizar los parques y áreas verdes de sus colonias para no ser invadidos por “gente extraña”; la que busca el ascenso laboral aunque esto conlleve una cruenta batalla por los puestos de trabajo y la consecuente pérdida de solidaridad de antaño (la famosa camaradería); es la clase media que prefiere contar con un carro propio para cada quien en lugar de organizar viajes colectivos, y que desdeña el hecho de que no contamos con una infraestructura que garantice los derechos de los peatones, ciclistas y usuarios del transporte público; la que abandonó el paseo en lugares públicos como La Alameda, Morelos y La Purísima, y votó por la proliferación de centros comerciales devenidos en paraísos del consumismo para gente poseedora de suficiente estatus y capacidad de compra y que además arriba en automóvil (y no a pie o en transporte público); es la clase media que todavía insiste en aplaudir el regreso de la lucha contra la violencia con más violencia en lugar de buscar la prevención del delito mediante la masificación de oportunidades de educación, salud, trabajo y esparcimiento de calidad para todas las familias.

No obstante, además de que se han difuminado los límites entre antiguos estratos de la heterogénea clase media, han surgido diferencias ideológicas importantes. Una parte de esta clase media es reacia a mostrar tolerancia a la diversidad e insiste en inventar una épica de la movilidad basada en el esfuerzo puramente individual, menospreciando el contexto social y sobre todo la realidad de la desigualdad. Por el contrario, otra parte de la clase media, quizá buscando volver a un pasado donde hubo mayor inclusión, participación y convivencia social, ha vuelto su mirada hacia la participación ciudadana, hacia la autocrítica de la propia situación de vida privilegiada. El cambio no está en uno mismo; la clave siempre estuvo en la colectividad, en la solidaridad, en la congregación y el diálogo. Quizá todavía haya oportunidad para que los abuelos y abuelas, donde quiera que estén, vuelvan a estar orgullosos de la herencia que dejaron.

                                                                   25 de febrero de 2019

Ilustración de portada: Imagen obtenida en Internet

17 Comentarios

    1. Hola, Daniel. Gracias por tu comentario. Espero igualmente saber más de ti en tu área, que ya ves que fue a lo que yo alguna vez, cuando estaba muy chico, me quise dedicar, y no lo hice…o sea: la música. Sigue adelante con tu guitarra, tu música, tu faceta de cantante…Un día nos ponemos de acuerdo para que saque mi vieja guitarra y pueda tener el honor de poder tocar algunas canciones contigo. Saludos a todo(as) en tu casa…

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  1. Buenas tardes Mauricio:
    Describes perfectamente la situación socioeconomica deas clase media.
    Me gustaría poder intercambiar puntos de vista

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    1. Recuerdo que en sus clases una vez nos habló de como la movilidad social es prácticamente imposible hoy en día. Y es que el simple hecho de mantener el estilo de vida que nos dieron nuestros padres es difícil para las personas de mi generación. Nos dijeron que con una carrera universitaria nuestras vidas serían sencillas y viviríamos bien, pero la realidad está bastante lejos. Sin embargo la esperanza es lo último que muere así que seguimos adelante trabajando arduamente.
      Leer esto fue recordar buenos tiempos en la facultad.
      Saludos.

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  2. Mauricio, creo que hemos coincidido bastante en nuestras charlas cuando hablamos de esto, tu artículo es desolador de muchas formas, de hecho mientras lo leía me generaba cierto desaliento porque describes una realidad que sin duda nos rebasa, que nos golpea en la cara todos los días y que cuando se habla de ella, generalmente tiende a evitarse de muchas formas, creo que es muy importante lo que dices, ese asunto de la individualidad está hasta en la sopa, nos engañan, nos manipulan de esa forma. pero me gusta el final y una esperanza aunque sea pequeña en esos trazos o imágenes que aun podríamos y podemos ver.

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    1. Gracias, Sujey. Creo que vale la pena escribir más sobre la clase media (aunque es difícil hacerlo cuando siempre fuiste parte). La esperanza está en los nuevos de la clase media, los más jóvenes (creo). Hasta muy pronto…

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  3. Vaya maestro, qué atinado! Me es grato leer algo que escribió usted, es una gran percepción sobre la sociedad de hoy día. Muy buen tema para reflexionar… describe totalmente la clase social en que muchos estamos dentro. Yo incluiría que el clasemediero siempre está preocupado por ganar más y tener más, para aparentar ser de una clase social más alta; no es malo, pero tampoco algo de que presumir

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    1. Gracias por tu comentario, Valeria. Me da mucho gusto leerte por aquí. Sigue adelante con tus proyectos académicos, profesionales y demás. Y espero pronto también poder leer sobre lo que tú escribes. Hasta la próxima…

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  4. Hola! totalmente cierto, felicidades por tu articulo, lo que dices en el, son las consecuencias de la falta de Educacion Financiera y de gestion de dinero, los problemas actuales rebasan la capacidad gubernamental para enfrentarlos.

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    1. Gracias por el comentario, Oneida. Creo que faltó incluir esa cuestión de cómo la clase media actual insistimos en mantener un nivel de vida a costa de más deuda y exceso de trabajo, cuando ya no es posible vivir como fue en la generación pasada con la misma calidad de vida (además del tema de la falta de cultura financiera, que mencionas). Hasta muy pronto…

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  5. Todo evolucionó y nos educaron con esa ideología, y en lugar de evolucionar , esa ideología nos dificulta entender la actualidad y las aptitudes para destacar en este presente, excelente post

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