Sobre la «clasemediacización» de la universidad pública en Monterrey / Por Mauricio Argüelles

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En los últimos años, quienes somos parte de la comunidad que integra la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) hemos atestiguado una clasemediacización de la composición de la matrícula universitaria. La otrora escuela que se ufanaba de contribuir a la movilidad social mediante el acceso a la educación en igualdad de circunstancias para los hijos de obreros y obreras, de voceadores de periódico, de trabajadoras domésticas, de meseros y meseras, se ha estratificado. Y aunque hace algunas décadas la mayoría de los estudiantes provenía de la comúnmente llamada “clase popular”, ahora crecientemente ingresan jóvenes provenientes de las clases medias más holgadas.

Parte de esta “elitización” de la UANL se debe a que es una de las universidades públicas más caras del país (sus cuotas no son simbólicas, como sí sucede en otras universidades públicas también de gran prestigio, como la UNAM, UAM y UdeG). Además, existen sobrecuotas extraordinarias para casi cualquier trámite; por ejemplo, en la UANL cometemos la aberración de cobrar cuotas por revalidación de materias  a un estudiante que cambia de carrera aun sin que cambie de facultad. Además, no sólo hay que sortear las cuotas regulares y extraordinarias sino también el costo de la vida en Monterrey (comparable al de ciudades turísticas como Cancún y Los Cabos).

Pensaríamos entonces que la solución es que los jóvenes de familias más necesitadas solicitaran todas las becas posibles: cuota interna, Rectoría, incentivo  por dedicarse al deporte. Sin embargo, por más becas que exenten de las cuotas a los estudiantes de escasos recursos, el problema fundamental persiste: estudiar una carrera, tanto en el sistema privado o público, es muy costoso en cuanto al uso del tiempo, lo que está representado por el ingreso laboral que se pierde debido al tiempo que se le dedica a la asistencia a clases y al estudio. Y aunque en algunas facultades es bastante común que los estudiantes trabajen, existen aquí dos tipos de historias: en momentos en que la presión arrecia, algunos estudiantes son conminados por sus padres para dejar el trabajo y concentrarse en el estudio (por ejemplo, en época de exámenes finales); otros deben seguir trabajando pase lo que pase, pues su ingreso laboral es parte esencial del sustento familiar.

Se puede argumentar que se tiene la opción de solicitar una beca de manutención, con la que el estudiante puede contar con un ingreso que le sirva para su sustento y para apoyar el gasto familiar. Sin embargo, estas becas actualmente rondan apenas alrededor de un salario mínimo mensual, lo que está muy por debajo de un ingreso laboral que podría obtener un estudiante (aun en un trabajo informal y que no tenga nada que ver con su área de estudio, situación típica en el trabajo de muchos estudiantes). Además, llegado el tiempo de graduarse, quienes han hecho grandes esfuerzos para sacar adelante tanto el estudio como su propia manutención típicamente cuentan con menos activos heredables en vida y con menos capital social que los provenientes de la acomodada clase media.

Aquella consigna que dice “Educación primero al hijo del obrero; educación después al hijo del burgués”, no repara en que ya no vivimos en una sociedad polarizada entre ricos y pobres. No obstante, si consideramos este grito de batalla con sus asegunes —es decir, que entre riqueza y pobreza existe una clase media, y que ésta es bastante diversa— nos posibilita reflexionar sobre el problema: generamos oportunidades de movilidad social, y a la vez reproducimos la desigualdad, ya que estamos subsidiando cada vez más a una gran parte de la población de clase media (la comúnmente llamada “clase media típica”), y no es excusa pensar que en la UNAM y en otras universidades el subsidio es virtualmente del 100%. Y aclaro: todos merecemos la oportunidad de buscar un lugar en la UANL, incluso la clase media (que no desperdiciará la gran oportunidad de contar con una educación pública de calidad y subsidiada, cuyas cuotas no le representarán el problema que sí lo es para los estudiantes de clase popular).

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Mafalda, Quino. Viñeta tomada de «Mafalda fue tildada de pequeñoburguesa y de subversiva». Entrevista a Isabela Cosse. Clarín25/10/2014*

Es mucha tarea la que tenemos por hacer. Asumamos, aunque sea un tema molesto y frustrante, que ya no existe la Universidad que brindaba oportunidades de movilidad social a todas y todos por igual; la desigualdad de nuestra sociedad nos ha rebasado. No obstante, sí podemos medir el problema, categorizarlo, y ubicar qué tanto esta clasemediacización existe según las carreras, las facultades. Generemos proyectos de investigación, tesis y ponencias relacionados con el tema.

No nos sorprendamos ya cuando visitemos las facultades estilo primer mundo de la Universidad (porque indudablemente las hay), comenzando por dar un vistazo a la conformación de su alumnado. Simplemente un indicio está en observar los modelos de vehículos que dejan estacionados los estudiantes en estas “facultades élite”. (Incluso podemos constatar que algunos de los campus de la Universidad increíblemente tienen segmentos de sus calles internas diseñadas para los automovilistas pero no para los peatones).

Dentro de ciertos círculos sociales que sobrevaloran el poder de la voluntad personal frente a las circunstancias sociales, es frecuente escuchar frases con las que se pregona que “el cambio está en uno mismo” o que “tendrá éxito quien le eche ganas”. Tal ideología de la “resiliencia individual” elude la idea de lo social, y minimiza el hecho de que en un país con más de la mitad de su población en pobreza estas ideas son bastante debatibles. Quitémonos pues el velo sobre la supuesta equidad, y cuestionémonos qué tanto en nuestra Universidad estamos trabajando cada vez más por mantener los privilegios de los ya privilegiados de antemano, y no por cerrar las brechas de origen.

Quizá nos estamos quedando cortos en nuestra responsabilidad por brindar educación de calidad y en igualdad de oportunidades. Como profesores y profesoras universitarios, lo menos que podemos hacer es reconocer la diversidad de realidades de nuestros estudiantes. Tal vez un día podremos contar en Nuevo León no sólo con una universidad pública verdaderamente autónoma, sino también verdaderamente equitativa.

29 de octubre de 2018

*Disponible en: https://www.clarin.com/cultura/isabella_cosse-mafalda-historieta_argentina-comic_y_politica-quino_0_B19e5PdcDme.html

Foto de portada: Universidad Autónoma de Nuevo León. Tomada de Internet.

8 Comentarios

    1. Hola, Glenda. Perdón por responder hasta ahora. Yo me siento en la misma situación: como parte de la clase media, he sido privilegiado al acceder a educación pública de calidad y subsidiada, cuando muchas personas en México no tienen acceso a esto, y como lo menciono en este artículo de opinión, no es sólo por las cuotas sino por el alto costo del tiempo que implica estudiar una carrera. Hablar y escribir sobre el problema es ya un avance. Pero por supuesto el problema no se solucionará mientras no equilibremos las condiciones desiguales de donde parten las vidas de los futuros candidatos a estudiar en la Universidad. No es solamente brindar becas de colegiatura, sino también becas de manutención; esa para mí sería la solución ideal; es decir, crear compensaciones para que los estudiantes de escasos recursos puedan dedicarle al estudio la misma concentración y tiempo que los estudiantes de clase media, sin necesidad de distraerse tanto en el trabajo por necesidad y en los problemas económicos del hogar. Hasta pronto…

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  1. Excelente artículo, ya hacía falta que alguien lo dijera. Estudiar y progresar económicamente hablando se está convirtiendo en misión imposible debido a la creciente problemática de la ausencia de plazas laborales al final la carrera.

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  2. La gran mayoría del poco alumnado que logra terminar su carrera y pagar el título no logra estudiar un posgrado. La UANL los cobra a precio de universidades privadas, e incluso más caros. ¿Por qué no hay precios asequibles a quienes quieren tener maestría o doctorado?

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    1. Así es, Isaí. Ya ves cómo a mí me salió mejor estudiar el Posgrado en el Tec de Monterrey que en el IiNSO de la Uni, ya que aunque la colegiatura en el Tecnológico era del doble que en la Uni, en el Tec sí se incluía beca de colegiatura (además de la de manutención), mientras que en la Uni sólo había beca de manutención y no de colegiatura.

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  3. En mi caso estudié otra carrera y con los ingresos del trabajo, pude estudiar la Universidad en la Facultad de Letras, caro en el sentido de la cantidad de libros que había que leer y se tenía que ir a la biblioteca a pedir prestado libros para las materias, buscar en libros usados y realizar tareas. Hasta hubo un problema porque en la Alfonsina había pocos libros y tenías que lograr adquirir uno para esas tareas finales. Y lo peor de todo es que al final ¡No había oferta de trabajo! Metí papelería pero no tenía influencias ni parientes pudientes. Lo que logré fue sacar el título por promedio, ya eso era logro, pero pagar por papelería etc. Al final quedé decepcionada y resentida porque hice un gran esfuerzo racionando en ropa, comida…No pude el posgrado por el costo.

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    1. Hola, María Guadalupe. No me había puesto al corriente con los últimos comentarios publicados aquí. Gracias por tu participación. Tu historia es característica de muchísimas historias que escucho de otros estudiantes en la Uni…En realidad, y esto es lamentable, la lleva de gane la clase media y media alta que aprovecha tener una calidad de educación pública y subsidiada; no es una regla, por supuesto, pero al final estos muchachos y muchachas de origen social más acomodado parten de una base económica mucho más alta que los hijos e hijas de trabajadores y de la clase popular en general. Quizás en la Uni estamos reproduciendo la desigualdad. De hecho sí, aunque a las autoridades no les guste hablar de este tema, y se habla más bien de que todos y todas están en igualdad e oportunidades. Seguimos en contacto. Hasta pronto…

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